Mientras el mundo estaba estremecido, Alberto Fernández se daba la gran vida, como si hubiese hecho un pacto satánico, se le dio vuelta la tortilla. Primero se quemó y ahora se ahogó. Tiene tantas variantes, precuelas y secuelas que es una historia que es muy difícil de contar y que seguirá trayendo nuevos capítulos. Los
Argentina: el país de la doble vara Alberto Kornblihtt es un biólogo molecular que expuso en el anexo del congreso frente a los legisladores que tomó bastante relevancia pública. En el discurso básicamente habló en contra de la Ley Ómnibus y en contra del Decreto que el presidente Javier Milei firmó para desregular la economía argentina. En su alocución,
En el maravilloso mundo de Alberto y su vocera estrella, la ex periodista Gabriela Cerruti, no existe el hambre. El 60% de pobreza infantil que, según el INDEC, existe en el país, en Cerrutilandia, no existe. Es que la otrora indignada de la “macrisis” no encuentra niños revolviendo la basura y, por ende, no existe.
Dice el periodista Luis Gasulla que “Está cansado de los periodistas y dirigentes que dicen que Alberto es un buen tipo”. El presidente de alguna manera se aleja de las causas de corrupción que se vinculan al kirchnerismo. Entonces, supongamos por un instante que este gobierno no tiene ninguna denuncia de corrupción, lo cuál sería
“Ya lo dije el 6 de diciembre del 2022. No voy a ser mascota del poder por ninguna candidatura. He dado muestras, como nadie, de privilegiar el proyecto colectivo sobre la ubicación personal. No voy a entrar en el juego perverso que nos imponen con fachada democrática para que esos mismos jueces, encaramados hoy en la Corte,