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Historias Mundiales: El Maracanazo

noviembre 1, 20227 min read

A menos de 20 Días para el Mundial te vamos a contar historias que marcaron la historia de la máxima cita futbolística.

“Ya están cumplidos, tranquilidad muchachos” le dijo un dirigente de la comitiva uruguaya a sus jugadores. “Brasil campeón” titulaba un diario antes del partido. “Somos Gardel si no nos hacen más de tres” dijo otro a los jugadores celestes. Cuando los dejaron solos, pero solos de verdad, el negro jefe, capitán de aquella selección le dijo a sus compañeros: “Cumplidos las pelotas”.

Corría el 1950 y Brasil era el favorito. Fue elegido porque no había sufrido la guerra en suelo propio, por su tremendo poderío, y para ello se pusieron la meta de construir el estadio más grande del mundo. El Maracaná. Por su parte, los primeros campeones del mundo ya no eran la potencia futbolística que dominó la pelota entre los años 20 hasta los 30. En 1948 una huelga larguísima hizo que los uruguayos lleguen al mundial con un equipo semi armado y sin mucha expectativa.

Brasil arrasó en el camino hasta la final, tanto, que por el formato en el cuál se jugaba la copa del mundo con el empate bastaba. Cuando salieron a la cancha, Obdulio Varela, el capitán, hizo que sus jugadores salgan junto a los brasileros, para evitar los silbidos y compartir los aplausos.

Los torcedores brasileros le hacían señas con los dedos. Cuatro y cinco, los goles que les iban a hacer. Era imposible, más doscientas mil almas colmaron el estadio y superaron el récord de parcialidad en la historia para un partido. Los uruguayos estaban solos. Solo un alma, el relator Carlos Solé, relataba el partido y la sorpresa de los brasileros. Pasaban los minutos y se miraban entre ellos ¿Qué pasaba? No hacían goles, iban cero a cero y el árbitro pitó el fin del primer tiempo.

Apenas empezó el primer tiempo, a los dos minutos, se escapa el verde amarelo Friaca y marca el uno a cero. Ahora sí, se desató la fiesta. Obdulio agarró la pelota y le fue a protestar al árbitro. “Era fuera de juego”, le reclamaba al referí, pero en realidad, lo que estaba haciendo era para el partido, porque sabía que, si no lo enfría, se venían con todo.

Pasaron 19 minutos y se escapa Alcides Chiggia, centro atrás y gol de Schiaffino. Me tomo el atrevimiento de hacer un comentario aparte y meterme en la historia. Mi abuelo, que escuchó el primer tiempo con su novia, quien fuera mi abuela, en un taxi, me dijo mil veces que este jugador es el mejor jugador que vio en su vida. El segundo no lo recuerdo bien, pero creo que fue en alguna casa. Volviendo a la historia, los brasileros se espantaron.

Tanto fue el susto, que a los 79 minutos, Alcides se vuelve a escapar, pero esta vez no tiro el centro, vio que Barbosa (Ya hablaremos de él) le dejó el primer palo y remató. “Gol, gol uruguayo” gritó con voz aguardentosa Solé, el grito más recordado por los uruguayos. Cuando volvían al medio Óscar Miguez le dijo a Chiggia “era mía”, y el goleador le contestó: “Dejala ahí que así está bien”.

En soledad, los jugadores festejaron con sanguches de miga y algo para tomar. Los brasileros, desolados, llorando por las calles, y algunos con finales más trágicos, decidieron tomar medidas más drásticas. El negro jefe salió esa noche a caminar por Río, y se puso a beber con los perdedores, y a llorar con ellos, al punto de decirles “Si sabía que íbamos a hacer esto no ganábamos”.

El que peor la pasó fue Barbosa, “30 años es la pena máxima en Brasil, pero yo llevo 50 años de condena”. El lado triste de la máxima hazaña. En el 2000, murió en la máxima soledad, por lo menos sin insultos ni reproches, se fue en paz.

A los uruguayos tampoco les fue muy bien. Casi todos se fueron en la pobreza, a Chiggia se lo reconoció muy de grande. El fútbol uruguayo también quedó atrapado en dicha hazaña. Luego tendrían sus años de esplendor en la Libertadores de la mano de Peñarol y de Nacional. Una gran selección el los 70, que perdieron ante la Brasil de Pelé, que había sido marcado también por ese partido. Alguna vez contó que el quiso ser campeón con su selección porque de pequeño vio llorar a su padre por aquel partido.

Otro cuarto puesto de la mano de Forlán y el Maestro. Este mundial, van con una selección que combina jugadores jóvenes y los legendarios Cavani y Suarez. El fantasma de Maracaná persiguió a los brasileros, pero también a los uruguayos. El Maracanazo puede ser una historia inspiradora, pero también puede dar cuenta de lo cruel que se puede ser con un ser humano.

Ojalá, en el cielo, el Negro Jefe y Barbosa, miren este mundial, desde una nube, tomando una cerveza y disfrutando de sus selecciones.

Alejandro Cabrera
Alejandro Cabrera

Director de newsba.com.ar Asesor en comunicación y marketing empresarial y política. Twitter: @cabreramiglioni

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Alejandro Cabrera

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