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CELAC – CRÓNICA DE UN FRACASO ANUNCIADO

enero 28, 202313 min read

Ya bastante teníamos con Alberto de presidente como para que nos tocaran estos cancilleres. No satisfecho con sus aciertos en todos los terrenos, este gobierno de científicos nos ha endilgado dos ministros de Relaciones Exteriores que están por debajo de la mediocridad del resto del gabinete. El primero fue Felipe Solá, un personaje de dimensiones barriales que cree que el mundo es una periferia de su estancia. El segundo es Cafierito Enesimus, que hasta hace apenas dos años pensaba que la expresión “Relaciones Exteriores” se refería a romances con extranjeras.

Los resultados son observables. Habiendo llegado Alberto a la presidencia de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) por un acuerdo con regímenes de cuyo nombre es mejor no acordarse, su equipo de Cancillería programó una cumbre a inicios del año presidencial de 2023 que debía ser el lanzamiento de su segunda candidatura. Como siempre, el carro delante del caballo. Como siempre, los intereses personales por delante de los nacionales y las necesidades partidarias por delante de las Relaciones Exteriores. Peronismo explícito. Primero, los hombres; después, el movimiento. ¿La patria?, lo vamos viendo.

La cumbre de la CELAC fue pensada como gran oportunidad para el retorno a las grandes ligas del fantasmal Alberto; pero no podía funcionar, y no funcionó.  La debacle comenzó cuando el presidente del segundo país más importante de Latinoamérica, México, decidió no concurrir. Siguió cuando la acción coordinada de la oposición y de los emigrados venezolanos, más una oportuna denuncia de Patricia Bullrich, impidieron el desembarco del narcodelincuente Nicolás Maduro. Después, todo fue barranca abajo. Lo que iba a ser una cumbre antiamericana se transformó en un foro de crítica a las dictaduras latinoamericanas. El superministro Sergio Massa definió como “hermanos menores a los que hay que cuidar” a los uruguayos y un senador oriental le recordó que el dólar se le había escapado a 380. Por su parte, Lacalle Pou les pintó la cara a todos dejando en evidencia a la CELAC como lo que es: un club de amigos solo unidos por su ideología autoritaria que viven en Disneylandia. Al cierre. Alberto no pudo extender su mandato seis meses, como esperaba, y fue reemplazado por Ralph Gonsalves, primer ministro de San Vicente y las Granadinas, un país insular de 104.000 habitantes creado en 1979. Y para coronarla, Lula dejó plantada a la reina Cleopatra, que quedó más desairada que aquella vez que Obama se negó a darle la mano.

El único relanzamiento que trajo la cumbre de la CELAC fue el de la dupla de Alberto y Santiaguito, alias Firulete y Cañito; la versión nacional y popular de Tonto y Retonto. En su descargo hay que decir, nobleza obliga, qué más allá de sus innegables torpezas el de la CELAC era un desastre anunciado. Creada como contraparte de la Organización de Estados Americanos (OEA) con sede en Washington, la CELAC ha estado siempre marcada por un sesgo ideológico anticapitalista y antinorteamericano. Obligada por su esquema fundacional a acoger a todos los gobiernos de la región, carece de cualquier tipo de cláusula democrática y está condenada a que se paseen por sus cumbres tiranos menores como Ortega, tiranos mayores como Maduro y representantes de la mayor de las tiranías que han asolado esta región: la de Fidel Castro.  Además, la existencia de la CELAC se superpone a la de los excesivos ámbitos de integración que subsisten malamente en Latinoamérica: la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), la Comunidad y Mercado Común del Caribe (Caricom), la Asociación de Estados del Caribe (AEC), la Corporación Andina de Fomento (CAF), el Sistema de Integración Centroamericana (SICA), la Comunidad Andina de Naciones (CAN), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Alianza del Pacífico, la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), el Mercosur, y un infinito etcétera. En esto, como en todo, el que todo abarca, nada aprieta.

El único relanzamiento que trajo la cumbre de la CELAC fue el de la dupla de Alberto y Santiaguito, alias Firulete y Cañito; la versión nacional y popular de Tonto y Retonto

En resumen, la CELAC se caracteriza por tener un definido contenido ideológico, por la inexistencia de requisitos democráticos para formar parte de ella y por la superposición de sus funciones con las de numerosos organismos regionales.  Cualquiera que se tome el trabajo de estudiar la más exitosa de las experiencias de integración regional de la Historia, la de Europa, puede verificar que la construcción europea ha seguido principios opuestos. En primer lugar, como señaló Lacalle Pou, la integración regional no puede estar sujeta a contenidos ideológicos ya que no es una cuestión de Derecha o Izquierda sino una política de estado que necesita mantenerse en el tiempo para prosperar; lo que implica superar la alternancia en el poder de fuerzas de diferentes orígenes y convicciones. La Europa unida que dejó atrás los horrores del nacionalismo y de la guerra fue construida por líderes de todos los colores, desde Adenauer y De Gasperi, democristianos; a Spaak, socialdemócrata; pasando por Monnet y Schuman, centristas; Churchill, conservador, y Spinelli, pasado del PC italiano al Partito d´Azione. En cambio, como se ha comprobado esta semana en Buenos Aires, el carácter izquierdoso-bolivariano de la actual CELAC hace imposible cualquier integración resistente al paso del tiempo, a menos que se piense -como seguramente sueñan algunos- en una Latinoamérica sometida uniforme y eternamente a regímenes como los de Cuba y Venezuela.

En segundo lugar, si la integración regional debe ser forzosamente amplia en términos ideológicos debe ser estricta en el carácter democrático de sus miembros. Que foros como las Naciones Unidas o el G20 admitan en su seno a países no democráticos como China o Rusia es el precio a pagar para evitar un aislamiento que puede fácilmente desembocar en el conflicto bélico. El rol decisivo del Consejo de Seguridad de la ONU en la desactivación de la escalada entre Rusia y Estados Unidos por la instalación de misiles soviéticos en Cuba y la exitosa coordinación de políticas económicas globales decidida por el G20 durante la crisis financiera de 2008 son excelentes ejemplos de la utilidad de este tipo de foros. Sin embargo, es también claro que no persiguen ninguna forma de integración político-económica de los países intervinientes. Lo contrario sucede con las propuestas de integración regional, motivo por el cual la exigencia del respeto del sistema democrático a nivel nacional es ineludible: las amenazas a la democracia en los países del sur de Europa -como Italia, España, Portugal y Grecia- solo desaparecieron con su integración efectiva al resto del continente. De allí el enorme valor potencial de las cláusulas democráticas en todos los niveles de integración latinoamericanos.

En resumen, la CELAC se caracteriza por tener un definido contenido ideológico, por la inexistencia de requisitos democráticos para formar parte de ella y por la superposición de sus funciones con las de numerosos organismos regionales

Finalmente, si bien Europa presenta varios organismos y diferentes niveles de integración -que no incluyen solo la Unión Europea sino también el Consejo de Europa, la Asociación Europea de Libre Comercio y el Espacio Económico Europeo-, no existen en ella la infinidad de organismos que pululan en el sistema latinoamericano ni, más importante, la superposición caótica de funciones que lo caracterizan. Cada uno de los organismos europeos tiene funciones específicas que no se solapan con las de los demás. Aún dentro de la UE coexisten diferentes niveles de integración, pero a todos es claro que la unión monetaria es cosa de la Eurozona y se regula en el Banco Central Europeo y que el tratado de Schengen legisla sobre la libre circulación de las personas. Europa es un conjunto de cajas de zapatos en los que cada zapato -el monetario, el político, el comercial, el de los derechos de ciudadanía, el aduanero- sabe dónde va y encuentra su lugar. Latinoamérica, en cambio, es una montaña de cajas de zapatos en las que todos los zapatos pueden entrar en todas las cajas, motivo por el cual casi ninguno entra en ninguna.

Crónica de un fracaso anunciado, el de la cumbre de la CELAC es el fracaso de un gobierno dirigido por ignorantes, ineficaz y amigo de los tiranos, pero es también el fracaso de un modelo de integración regional basado en principios equivocados. Será obligación ineludible del próximo gobierno revertir la situación y construir nuevas realidades basadas en nuevos principios. Nada de ideologías. La tarea de avanzar en la integración continental es un elemento fundamental en un mundo en el que la invasión rusa a Ucrania ha revalorizado la escala regional y sus instituciones como herramientas para enfrentar los desafíos de seguridad y las necesidades de desarrollo de cadenas de generación de valor confiables. Un Mercosur concebido como puente hacia el mundo y no como muralla que nos aísle de él, un Mercosur potenciado por la aprobación de su acuerdo con la Unión Europea, sería un enorme primer paso. Acaso, el decisivo.

Fernando Iglesias
Fernando Iglesias

Diputado Nacional desde 2017, periodista y escritor.

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Fernando Iglesias

Diputado Nacional desde 2017, periodista y escritor.

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