En el mundo, los científicos, filósofos, ingenieros, literatos y todas aquellas mentes brillantes y no tanto están enfocados en un desafío primordial que ya no es ciencia ficción. Es una realidad inminente. Pueden ser quince años, diez, cinco o uno, pero la inteligencia artificial pasará a ser casi un ser vivo, más superior y poderoso que cualquier cosa creada por nuestra raza humana. Sin embargo, en nuestro país un sector político, que tiene al menos a un 30% del electorado cautivo y que fue siempre la mitad más uno desde su aparición, tiene como modelo indiscutido a la Formosa de Gildo Insfran. Un modelo feudal, cuyo único objetivo es mantener cautiva a la población mediante dadivas miserables, sin intención de desarrollo posible.
Es simple, en un país donde un 23% de sus habitantes padece inseguridad alimentaria según indica la UCA y que, sin los planes sociales, la pobreza subiría al 50% no puede estar pensando en la AI. Solamente algunos presentadores televisivos lo usan a modo de chiste o atemorizan por las posibles implicancias políticas que puede presentar.
Uno de los principales conductores de canales de noticias y analista político, teme por el uso que se le pueden dar a la AI en tiempo electoral. Entiende que se usará como una fábrica de Fake News. Esa es la mirada que un analista político tiene, en argentina, de la mejor tecnología jamás inventada.
Tres fases de la AI
Para entender un poco el panorama al que nos estamos enfrentando vamos a aclarar el panorama, como diría el filósofo contemporáneo guatemalteco, Ricardo Arjona. Hay tres etapas de la Inteligencia Artificial. Bastante similar a lo que James Cameron predijo con Terminator. Por suerte, el final todavía está abierto y esa batalla entre las máquinas y el hombre puede ser totalmente lo contrario. La primera fase es la que estamos viviendo ahora. En el cuál la AI hace muy bien una cosa, pero una sola cosa. Por ejemplo, jugar al ajedrez, el Chat GPT o cualquier máquina autónoma.
La segunda fase se pone un poco más compleja. Tal como los robots de las películas la capacidad cognitiva de la AI alcanza al ser humano. ¿Qué quiere decir esto? Que las maquinas pueden aprender lo mismo que un ser humano. O sea, para decirlo más sintética y simple, aprenden a pensar y a adquirir conocimiento por sí mismas.
La tercera fase es en la que nos superan en todos los aspectos. Piensan mejor, son más fuertes y autónomas. Esto puede ser la emancipación de la humanidad como su extinción. Todo lo que digamos sobre esto, claramente en poco tiempo quedará viejo, de hecho, hasta hace poco se usaba el concepto “la internet de las cosas”, hoy quedado ya casi en el olvido por la AI.
Argentina en el medioevo
Tomás Rebord intentó defender al argentinismo con Luis Novaresio diciendo que el mayor “Commodity” argentino son los argentinos. “el más boludo de tus amigos, en España es jefe de gallegos”. Varias cosas sobre esto. Pleno siglo XXI, primera fase de la AI y uno de los comunicadores progresistas más escuchados entiende al ser humano como una mercancía. Un Commodity es un material tangible que se puede comerciar. Se utilizan como insumos en fabricación de otros productos más refinados. O sea, es materia prima, igual para todos. Por ejemplo, en argentina tenemos el agro, el petróleo el gas, etc. Para el amigo Tomás el mayor de todos ellos es el ser humano. Aquí la contradicción, si el argentino es un Commodity quiere decir que es materia prima para otros mercados. O sea, no es el argentino en sí un producto final, sino que necesita ser moldeado por otra empresa, en este caso, otro país. Quizá por eso, en el país de los jefes, ya que el más boludo de los amigos de Rebord es más inteligente y productivo que cualquier gallego, es inviable.
Pero tomemos al argentino promedio como ejemplo de resiliencia y supervivencia. ¿Por qué romantizar que nos adaptamos a la miseria y la incertidumbre? ¿Por qué normalizamos que si nos vamos afuera nos va a ir mejor? (que no siempre es así). Porque en Argentina, el país de los vivos, un tren a Mendoza tarda 29 horas. 14 horas más que lo que tardaba antes que la reinauguren.
Nos abrazamos a Maduro, le ofrecemos a Putin nuestro país como puerta de entrada a Latinoamérica, rebautizamos al país como Argenchina y después le rezamos a Juan Domingo Biden que nos de aire. Nos peleamos por candidaturas, se venden ideales por un puesto. Se forman alianzas sumando erróneamente. Cambiamos las reglas electorales sin importar las consecuencias. Seguimos usando los eslóganes del pasado para mirar al futuro. Añoramos el pasado, detestamos el presente y no tenemos futuro.
Menos mal que Messi nos trajo la Copa. Por lo menos tenemos una en HD. Ahí sí que entramos al siglo XXI. Mientras tanto, no pudimos organizar un mundial sub 20 ni un festejo civilizado.