Dustin Hoffman interpretó en 1967 a Benjamin Braddock en El Graduado. Una obra maestra de la actuación. Sin intenciones de meter ningún spoiler, pero que los habrá, les cuento que Ben es un muchacho de 21 años que terminó su educación de grado y no sabe que hacer de su vida. Sin embargo, un halo sombrío recorre toda la película que se va poniendo más oscura a medida que transita la película.

Mrs. Robinson, you’re trying to seduce me. Aren’t you? Icónica frase de Hoffman cuando la señora Robinson, una vieja amiga de la familia, lo busca con intención de tener una aventura de manera muy evidente y Ben inocentemente accede a ella, pero asegurándose de quitarse la culpa de lo que estaba haciendo ¿Usted me está tratando de seducir? De esta manera él se limpia su consciencia. ¿Qué iba a hacer si una bella mujer lo busca? ¿Cómo decirle que no?  

Hasta ahí, nada discutible más allá de la moralidad de una infidelidad. El tema pasa cuando se enamora de la hija de su amante lo que genera la cólera de la señora y él se hace de vuelta el desentendido.

Cuando Elaine, la hija, se entera que Ben había sido amante de su madre, y que ella engañaba a su papá con su nuevo novio, se va de la ciudad y el decide unilateralmente que se va a casar con ella. Por lo cuál se va a donde ella estudiaba y comenzó su plan “agotamiento”.

Los que diferencian entre kirchnerismo y peronismo, no pueden entender que el peronismo no es una ideología si no, una metodología.

Y ahí muestra del todo su verdadera cara. Gotita, tras gotita, tras gotita le carcome la cabeza. No le importa lo que ella le dice, ni lo que los demás le dicen. Solo lo importa lo que el quiere, lo que él desea. No importa cómo, ni a qué costo.

Esta semana Cristina Fernández de Kirchner metió por la ventana el pliego de la Jueza Ana María Figueroa. Pese a que la Corte Suprema de Justicia ya falló que tiene que dejar su lugar, luego que ella se atornillara a su silla. No importa qué diga un poder de la república como la Justicia. Todo vale si es para cumplir con sus deseos.

Lo mismo, la “pista Milman” en el caso copitos. No importa la verdad ni la realidad. Solo lo que conviene para encausar las cosas a su causa. La vicepresidente del país pareció durante estos cuatro años desentendida de la realidad del país. Ni la pandemia, ni la brutal crisis económica, ni la devaluación ni nada la sacó de su hermetismo.

Sin embargo, cada vez que habló, o la mayoría de las veces lo hizo para explicar el “Lawfare”. Supuestamente la nueva forma en la que los poderes concentrados van contra los gobiernos populares. “Ya no usan tanques, ahora usan sentencias”.

¿Cuál sería entonces el motivo, según Cristina, que provocase la ira de los poderes concentrados?

Durante sus dos gobiernos y sobre todo en el segundo, profundizó un modelo económico de consumo e inflación donde los que más ganaban eran justamente los poderes concentrados, y quien terminó perdiendo fue justamente el país. La exitosa abogada generó un mito. El mito de los nuevos años felices.

El nuevo combatir el capital con carteras Louis Vuitton y vacaciones en Disney-uorld.
La nueva soberanía política rendidos al castrochavismo-iraní. La nueva independencia económica rendidos a China y pagando las nacionalizaciones con futura deuda. La nueva Justicia Social, con planes. Ni el propio Perón se había animado a tanto.

Su ministro de Economía, el actual gobernador de PBA, Axel Kicillof, dijo que contar a los pobres era estigmatizarlos. El mismo que dijo que a REPSOL no le íbamos a pagar ni un peso, el mismo que hizo un acuerdo desastroso con el Club de París y que lo vendió como un triunfo, esa misma persona, en una entrevista con Viviana Canosa dijo que cuando el se fue la deuda argentina era de 200 mil millones de dólares, cuando la liturgia Kirchnerista es la de haber dejado una Argentina desendeudada.

Cristina hace y deshace. Alzó a Alberto su ex archienemigo número 2. Y ahora lo hace con Massa su archienemigo número 1. Nada importa que el 56% de los niños del país sean pobres. Ni los 18 millones de personas por debajo de la línea de pobreza o los más de diez puntos de inflación. Ella no tiene la culpa, este gobierno no es el de ella. El siguiente lo será, o no. Como el verdadero peronismo, siempre es el próximo, el Kirchnerismo es igual. Los que diferencian entre kirchnerismo y peronismo, no pueden entender que el peronismo no es una ideología si no, una metodología.

Por eso fueron idealistas y usureros en los 70. Por eso fueron menemistas y privatizadores en los 90, por eso fueron derechos y humanos en el 2003 y fueron por todo en el 2012 y volvieron para ser mejores en 2019. Con un simple click Cristina y los cristinitos cambian de pensamiento. Pero no es cinismo, como puede ser el de Alberto que miente a sabiendas. Lo de ellos es una condición mental. Una creencia, una experiencia religiosa. Como la mente de Ben atrapando a Elaine. Y, sobre todo, su creencia sobre su merecimiento y deber de poseerla.

Del mismo modo ella cree que es más importante que el propio país. Que sus intereses personales están por encima de los intereses del país y casi con una mezcla de sorpresa reticente y desesperanza, una parte importante de la población, cree cada una de las palabras que ella dice. A pesar de tener la verdad en frente de sus narices.

Al igual que Benjamin Braddok, ella no escucha a nadie, solo decide que es lo que va a hacer ella y sus acólitos. Y para ella, todo el país es por definición su Elaine Robinson. 

Hay por lo menos un 25% de la población que no quiere ver lo que los cuatro gobiernos kirchneristas hicieron con el país. Como la señorita Robinson no quería ver lo que Ben le hizo a su familia y a ella. Lo que resta ver, es si al final de esta película, Argentina vuelve con su psicópata favorito o decide no escaparse en ese autobús amarillo.