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YO VOTO MILEI

noviembre 11, 202320 min read

Durante casi diez años viví en Europa, en España e Italia. Entre fines de los ‘80 e inicios de los ‘90. De aquellos años me quedaron hermosos recuerdos, algunos ahorros y muchos amigos. La mayoría de ellos, de centroizquierda, es decir: votantes del PSOE en España y del Partido Democrático en Italia como yo mismo entonces. Con la diferencia de que yo abandoné esos hábitos cuando el PSOE constituyó gobierno con Podemos y el Partido Democrático se unió a los populistas de Cinco estrellas. Recientemente visité Italia para participar de un congreso al que soy invitado todos los años y no dejó de sorprenderme, aunque un poco me lo esperaba, el nivel de alarma que existía por la posibilidad de que Javier Milei accediera a la presidencia de la República. ¡Un fascista! ¡Uno que quiere vender órganos y bebés! ¡Uno que dejará libre a los militares genocidas! Este era el tono de los comentarios, que no dejaban lugar a la más mínima discusión. De manera que les escribí esta carta, tratando de explicarles la situación real. La reproduzco a continuación porque me parece un buen resumen de los argumentos por los cuales yo voto a Javier Milei. Léanla, y la comentamos al final.

Massa: centroizquierda. Milei: Extrema derecha. Cada vez que leo estas tonterías en los medios de comunicación europeos me da ganas de vomitar.

Comentario preliminar: leer el mapa de la política argentina con categorías tradicionales (derecha, centro, izquierda, socialdemocracia, liberalismo, conservadurismo) es como tratar de orientarse en la selva amazónica con el mapa del subte de Manhattan. Me explico. El peronismo fue fascista con Perón en la década de 1950, Fidelcastrista con los Montoneros a principios de la década de 1970 y un violento represor de los Montoneros con la Triple A poco más tarde; fue socialdemócrata en la socialdemócrata década de los Ochenta; neoliberal en la neoliberal década de los Noventa y chavista en el siglo XXI. El peronismo no se define por la ideología sino por la corrupción y la ambición de poder e impunidad. Si quieren una descripción de la situación argentina en términos comprensibles para los italianos, tomen esta: Argentina es Sicilia, no Manhattan. Está la mafia, están quienes son indiferentes a la mafia y están quienes luchan contra la mafia. Stop. Como alguien que ha vivido en Reggio Calabria, Caltagirone y Messina, se los digo.

La mafia aquí es, por supuesto, el peronismo, y lleva ochenta años destruyendo el país. Cuando comenzó, en 1945, Argentina era el octavo país más rico del mundo, su PBI per cápita era cuatro veces mayor que el de Brasil y tenía el mejor sistema educativo y la mejor legislación social de toda América Latina y que gran parte de Europa, incluyendo Italia y España. Millones de italianos y españoles, nuestros abuelos, prefirieron emigrar a Buenos Aires y no a Nueva York. Hoy somos un país pobre, injusto, degradado y corrupto, y nuestros hijos y nietos regresan a las tierras de sus antepasados tratando de vivir en un país normal.

El proceso de demolición de Argentina se ha intensificado en los últimos 34 años, en los que -con Menem, los Kirchner y Alberto Fernández- el peronismo ha gobernado durante 28 años y ha conservado la mayor parte del poder político –mayoría en la Cámara, el Senado, las gobernaciones y los magistrados, control de los movimientos sociales y de la Confederación General del Trabajo– durante los otros seis. No es todo. Néstor Kirchner fue peor que Menem, Cristina Kirchner fue peor que Néstor Kirchner, Alberto Fernández fue peor que Cristina y Sergio Massa va a ser peor que Alberto Fernández. No es cuestión de personalidades sino del devenir histórico. La decadencia populista es implacable. Decir que son de centroizquierda es ignorancia o mala fe.

Algunos datos. Cuando comenzó el ventenio peronista, en 2001, De la Rúa, un presidente radical, llevaba dos años en el poder. En octubre, el peronismo ganó las elecciones legislativas, la clase media salió con cacerolas y las clases populares salieron con piedras, los dirigentes peronistas lanzaron proclamas golpistas, los peronistas organizaron miles de saqueos de supermercados y el gobierno de De la Rúa se cayó. No por razones democráticas ni sociales, sino por un golpe de Estado organizado por sus adversarios políticos. Tal vez ustedes recuerden el caos en la Plaza de Mayo, y también la idea de que hubo 38 muertos “de De la Rúa”, es decir, del neoliberalismo. Bueno, 25 de esos 38 muertos murieron en provincias con gobernadores peronistas controlando las fuerzas de seguridad mientras alentaban el saqueo en los barrios. Tal es el nivel de distorsión que el peronismo ha impuesto a la información pública y que llega a toda Europa sobre este país.

En cuanto a la supuesta centroizquierda peronista: después de décadas en que la soja (el principal producto de exportación de Argentina) valió menos de 200 dólares, la Argentina que en 2001 se levantó contra el “hambre neoliberal” de De la Rúa tenía un 38% de pobres, un salario promedio de 1.500 dólares y no había inflación. Hoy, después de un período peronista de “centroizquierda” en el que la soja se pagó el doble en promedio (400 dólares), la pobreza es del 42% (sería del 50% sin los planes sociales), hay cinco millones que viven de esos planes, el salario promedio es de 331 dólares, la inflación se mueve a un ritmo de más del 300% anual. En los veinte años del boom de los commodities, los únicos que se enriquecieron fueron los dirigentes peronistas y sus capitalistas amigos, la corrupción aumentó exponencialmente y la ineficiencia se descontroló. ¿Ejemplos? Altos funcionarios fueron filmados dejando bolsas con millones de dólares en un convento y pesando maletas con billetes de 500 euros para no tener que contarlos. Cristina Kirchner, la líder, fue condenada por un sistema penal cuyos jueces fueron nombrados por el propio peronismo. Hace apenas semanas, nos informaron que tendremos que pagar 16.000 millones de dólares a un fondo buitre neoyorquino por “errores” en la nacionalización de YPF. Y mejor no hablar de veinte años de degradación de la infraestructura, del sistema de salud, de la educación pública, de la Justicia, de las instituciones, de la seguridad y de la vida. En el mismo período, todos los países latinoamericanos han progresado, con excepción de Argentina y Venezuela. ¿Es necesario explicar por qué?

En cuanto al candidato peronista, Massa: viene de UCED, el partido liberal que se alió con Menem en la década de los Noventa. ¿Qué les puedo añadir? Que desde hace un año es ministro de Economía en este cuarto gobierno peronista “de centroizquierda” para algunos. Con los siguientes resultados: asumió el cargo con una tasa de inflación anual del 70% y la duplicó; recibió el dólar a 278 dólares y lo triplicó; y el número de pobres ha aumentado en 1,6 millones. Todo, en un año. ¿La culpa es de Macri con el FMI es el culpable, como dice? En absoluto. La deuda con el FMI es solo el 11% de la deuda total argentina, y el gobierno peronista no ha pagado un solo dólar de esa deuda ni de la deuda a los acreedores financieros, cuyo vencimiento ha sido postergado por default hasta 2024, es decir: hasta el próximo gobierno. Además, este gobierno de “centroizquierda” y “antiimperialista” ha aumentado la deuda total en más de 80.000 millones de dólares, según sus propios datos.

¿Se está aplicando un programa de estabilización macroeconómica? De ninguna manera. En 2019, Macri dejó equilibrio fiscal, superávit comercial y energético, y 12.000 millones de dólares en reservas en el Banco Central. Todo fue arrojado a la basura. Hoy tenemos un déficit fiscal de 6 puntos, que Massa duplicó en apenas un mes con un reparto obsceno para ganar las elecciones que aquí llamamos “Plan Platita”; creó un agujero negro de 10.000 millones de dólares en el Banco Central, el superávit comercial ha desaparecido y la soberanía energética se ha convertido en un país que se quedó sin nafta e insumos quirúrgicos (stents, líquido de contraste, etc.) y suspende las intervenciones de emergencia porque Massa usa los pocos dólares que le quedan en los mercados financieros para posponer la corrida contra el dólar hasta después de las elecciones.

¿El país productivo? Bien, gracias. Los importadores importan a un dólar que vale un tercio del dólar real, y los exportadores reciben un tercio del valor que exportan. Lo llaman “defensa de la industria nacional”, inclusive. Como resultado, no hay combustible para automóviles, camiones o tractores, y cuando un agricultor produce tres camiones de soja, el Estado retiene uno como impuesto a la exportación y dos tercios de los otros dos a través de la diferencia entre el dólar estatal y el dólar real. Con los dos tercios del camión que le queda, el productor tiene que pagar gastos, inversiones, otros impuestos y a los trabajadores. Y si les sobra algo, el Estado les saca otro 35% como impuesto a la renta. Son Stalin, no Willy Brandt.

Lo que nos lleva al tema internacional, que se puede resumir de la siguiente manera: los gobiernos del Partido Justicialista, hermanado con el Partido Comunista Chino, están entregándole el país a China. También en esto terminaremos como África. Si la economía no ha terminado de explotar, es porque China le ha dado a Massa 9.900 millones de dólares a tasas que el gobierno se niega a confesar. ¡Otra que el 3-4% anual del FMI! El costo no financiero de esta dependencia es evidente: una base de observación satelital china en la Patagonia a la que ni siquiera nuestro presidente puede ingresar sin el permiso de Pekín; la flota pesquera china que depreda ilegalmente la fauna ictícola del mar argentino, y la agenda futura, ya anunciada: ingreso a los BRICS junto a Rusia e Irán, entrega del G5 a Huawei, compra de una central nuclear por ocho mil millones de dólares y un futuro puerto en Tierra del Fuego, último punto del continente con vista a la Antártida. ¡Viva la lucha antiimperialista de la mano del camarada Xi-Xinping!

¿Milei? Milei es un personaje excéntrico que ha hecho declaraciones delirantes, pero no tiene capacidad ni poder como para ponerlas en práctica. Quienes lo comparan con Trump y Bolsonaro pueden tener razón desde el punto de vista declarativo, pero ignoran lo esencial: Milei no tiene estructuras, no tiene detrás al Partido Republicano, ni al Ejército brasileño. Milei fue originalmente una creación astuta del peronismo para robarle votos a Juntos por el Cambio y lograr entrar a la segunda vuelta presidencial a pesar del horrible gobierno de estos años. Pero las cosas les salieron demasiado bien, y en lugar del 10-15% esperado obtuvo el 30%. Entonces, dejó afuera a Juntos por el Cambio y entró al ballotage con el peronismo, que abandonó inmediatamente su plan B (Milei) en favor del plan A (Massa). Hoy, con todos sus defectos, Milei es el plan B de la República. No fui yo ni mi partido los que decidimos esta final entre Milei y Massa, sino el pueblo argentino, al que le gusta votar por su propia decadencia.

Así, la segunda vuelta se definirá en pocas semanas entre dos malas opciones: el peronismo de Massa, sucesor de Perón, seguidor de Mussolini cuyo legado político ha destruido al país durante décadas; y Milei, cuyo único mal hasta ahora han sido sus declaraciones, y que carece de una estructura de poder. Si Massa ganara, tendría mayoría en la Cámara y el Senado para hacer lo que quiera, incluyendo nombrar a cientos de jueces y reformar la ley electoral; con la perspectiva cierta de otra tragedia peronista que dure veinte años. Al contrario, si Milei ganara, no podría aprobar ni una sola de sus iniciativas sin pasar por el filtro de los bloques parlamentarios del PRO y del radicalismo, gente democrática y seria. Ustedes, ¿por quién votarían?

Si se tratara de relatos y discursos, habría que votar por Massa. Patria justa, libre y soberana, como decía Perón en 1950 cuando hasta Inglaterra nos debía fortunas. Pero como la realidad es más importante que los discursos, yo voto a Milei. Una visión distorsionada de la realidad y una creencia injustificada en el poder de los discursos han llevado a la izquierda democrática europea a defender aberraciones como las dictaduras de Cuba y Venezuela, justificando políticas para los latinoamericanos que consideran inaceptables para sus propios países. Frente a semejantes errores, creer que el peronismo es de centroizquierda y progresista es un error menor. Pero podría ser un error decisivo, el definitivo en el camino hacia la degradación, para mi país. Por eso, tapándome la nariz y aceptando los riesgos inevitables, votaré por Milei. Entre un declive garantizado por la mafia y un futuro incierto, no es difícil elegir.

Cierro con este breve comentario: releyendo y corrigiendo la carta terminé por darme cuenta que sería más o menos la misma carta que les escribiría hoy a esos intelectuales “progresistas” que han llamado a votar el quinto gobierno peronista K “para defender la democracia” de la “amenaza Milei”. Como si los excesos discursivos de Milei fueran más graves que estos veinte años de destrucción sistemática de las instituciones, como demuestran casos recientes como el juicio político a la Corte, las tarjetas de Chocolate Rigau que financiaban el yate de Insaurralde y la SIDE paralela de Rossi y Tailhade. Tal es el grado de desconexión de la mayoría de los pensadores argentinos con su propio país. Si así votan quienes se consideran vanguardia intelectual de la Argentina, ¿qué cabe esperar de los pobres europeos, que viven a miles de kilómetros de distancia? ¿Cómo van a votar quienes no terminaron la secundaria y viven colgados de un plan?

Fernando Iglesias
Fernando Iglesias

Diputado Nacional desde 2017, periodista y escritor.

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Fernando Iglesias

Diputado Nacional desde 2017, periodista y escritor.

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