fbpx
Suscribite y Seguinos en Redes
ULTIMO PROGRAMA DE DISNEYLANDIA CON LUIS GASULLA
ULTIMO PROGRAMA DE ENSOBRADOS
Loading
svg
Open

TRES ANCLAS EXTERNAS

diciembre 10, 202311 min read

Ochenta años de populismo interrumpido nos han convencido a los argentinos de que la suerte del país depende solo de factores internos. Si esta creencia ya era insostenible durante la segunda mitad del siglo XX, se ha tornado completamente irracional en los albores del siglo XXI, cuando -a pesar de la retórica de la desglobalización- cada vez es más evidente la predominancia de los grandes fenómenos globales sobre los nacionales y locales. Cambio climático, crisis financieras, guerras internacionales, terrorismo, inteligencia artificial, tecnologías disruptivas… más allá de las decisiones políticas de los estados nacionales, el elenco de tendencias globales que impacta directamente en las condiciones de desarrollo de todos los países sigue siendo enorme, y cada vez más determinante.

En estos días, con la asunción de un nuevo gobierno, toda la expectativa parece dirigida a la resolución de los enormes desequilibrios de corto plazo que presenta la economía argentina. Quienes llegaron al poder en 2019 quejándose de recibir “tierra arrasada” han convertido aquella mentira en una profecía: se van hoy con la macroeconomía despatarrada y al borde de una hiperinflación, con 100.000 millones de dólares más de deuda, otros 50.000 millones de dólares agazapados en la bomba de tiempo de las Leliq, reservas negativas por 10.000 millones de dólares, déficit fiscal, primario y comercial, y casi 10 puntos porcentuales más de pobreza: es decir, casi cinco millones de nuevos pobres respecto a 2019.

Ochenta años de populismo interrumpido nos han convencido a los argentinos de que la suerte del país depende solo de factores internos

A muchos les parecerá que hablar de relaciones internacionales en una situación como esta es perder el tiempo y, sin embargo, no es así. Sobre todo, porque entre los activos imprescindibles para el funcionamiento de la economía, que el populismo ha liquidado en estos veinte años el principal es la confianza. Se acaba hoy un gobierno que un lunes, después de la ronda electoral del domingo, devaluó 20% la moneda nacional y ese mismo miércoles consiguió que le liberaran una partida del FMI para el jueves anunciar que Argentina se unía a los BRICS. ¿Quién puede creernos después de estos años de mentiras y de delirio? ¿Quién puede pensar mínimamente que la palabra de la Argentina tiene algún tipo de valor? No, ciertamente, los argentinos, que con excelentes razones desconfiamos de todas nuestras instituciones, empezando por la devaluada palabra de nuestros presidentes y terminando con la moneda nacional.

Por estos motivos, para salir de la enorme crisis de confianza en la que hemos caído y que hace imposible la inversión y la recuperación de la economía, el país necesita anclajes externos. Importar instituciones internacionales -o nacionales de otros países- que nos permitan suplir nuestras carencias. En particular, tres de ellas: el acuerdo Unión Europea-Mercosur, el ingreso a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la creación de una moneda común con Brasil y el Mercosur. Veamos.

El acuerdo Unión Europea – Mercosur es, probablemente, el más inmediato, alcanzable y necesario. Implica la aceptación e incorporación de dos anclajes: el de la modernización productiva, a la que el tratado UE-MS nos obliga a encarar con lapsos de tiempo razonables pero estrictos, y la alineación de nuestro país con las naciones democráticas del mundo, uno de cuyos núcleos principales es la Unión Europea. Su entrada en vigor implicaría, además, rescatar al Mercosur de su actual crisis económica y política, perfectamente expresada en la disminución del comercio internacional intrazona y los fracasos reiterados para la constitución de un parlamento que sea algo más que un foro de debate. Así, superando su penoso presente, el Mercosur podría transformarse en una poderosa plataforma de negociación internacional que nos permitiría establecer acuerdos ventajosos con innumerables países y, a más largo plazo, establecer un tratado de libre comercio con el NAFTA.

El país necesita anclajes externos; el acuerdo Unión Europea-Mercosur, el ingreso a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la creación de una moneda común con Brasil y el Mercosur

Un acuerdo con la OCDE sería también crucial para someter el funcionamiento de nuestras instituciones económicas y políticas al rígido corset de la transparencia. Es fácil recordar que, apenas asumido el gobierno de Cambiemos, el costo de la obra pública cayó 30% con respecto a los parámetros de los gobiernos kirchneristas anteriores. No hace falta mencionar dónde terminaba esa enorme masa de dinero ni las consecuencias de ese drenaje, ya que la masacre de Once demostró imborrablemente cómo y porqué la corrupción mata. En este sentido, la pertenencia a la OCDE es una garantía de que por un plazo largo no determinado por las circunstancias electorales Argentina someterá su sistema de contrataciones, licitaciones y adjudicaciones al filtro de la competitividad y la transparencia. Conseguir el ingreso es un desafío para el gobierno entrante pero que lo excede ampliamente por sus consecuencias de largo plazo.

Finalmente, la moneda. Son evidentes las consecuencias de la política inflacionaria que ingresó en la realidad nacional en una fecha clave: 1945, cuando la inflación promedio desde el año 1900 había sido inferior al 2% anual. Cualquiera que analice los grandes aumentos de la pobreza en Argentina encontrará que todos ellos tienen relación directa -no con los temidos “ajustes neoliberales- sino con la inflación; es decir: con el déficit fiscal y el empleo de la maquinita de imprimir billetes para financiarlo. Y bien, existen dos formas de evitar este financiamiento del Tesoro por parte del Banco Central: una ley nacional que sancione su autonomía o el anclaje de la moneda nacional a otra externa. Más allá de la necesidad de consagrar la autonomía del Banco Central, es evidente que toda ley está a tiro de una ley que la reforme y que, por lo tanto, la autonomía del Banco Central depende de mayorías legislativas que en nuestro país cambian cada dos años. En otras palabras, por más buena que sea, una ley nacional no garantiza el horizonte de inversión necesario para quienes quieren radicar capitales a mediano y largo plazo.

Resta la estrategia del anclaje a una moneda externa. Y bien, la experiencia de los años Noventa ha mostrado las limitaciones de la conexión de la moneda argentina con la de los Estados Unidos: atraso cambiario derivado de diferenciales de inflación inevitables, necesidades monetarias opuestas derivadas de las grandes asimetrías entre ambas economías, atraso cambiario derivado de la de diferente evolución de la competitividad, dificultades políticas relacionadas con la estabilidad y prolongación de los ciclos de gobierno. En todos estos aspectos, el peso brasileño es una opción superior al dólar: 1) porque es posible coordinar ambas economías a un ritmo inflacionario más o menos convergente de 7/8 puntos anuales, 2) porque las estructuras económicas argentina y brasileña y sus necesidades monetarias son sincrónicas y compatibles, 3) porque la evolución competitiva de sus sistemas productivos será previsiblemente similar, y 4) porque los sectores liberales verían en una moneda única argentino -brasileña que sea base para una futura moneda del Mercosur un ancla antiinflacionaria, mientras que los sectores “de Izquierda” o “progresistas” la verían como un instrumento de la integración regional latinoamericana. Cada maestrito con su librito.

Acuerdo Unión Europea Mercosur, ingreso a la OCDE y moneda única con Brasil y el Mercosur: en los tres casos, el mundo ofrece soluciones institucionales que nos permiten reparar nuestro enorme déficit de confianza y apuntar a modificaciones de mediano y largo plazo. Si el gobierno que hoy empieza lograra cumplir estos tres objetivos durante su mandato haría una contribución al desarrollo de una Argentina moderna, productiva e integrada al mundo fundamental para revertir el ciclo de nuestra decadencia.

Fernando Iglesias
Fernando Iglesias

Diputado Nacional desde 2017, periodista y escritor.

How do you vote?

1 People voted this article. 1 Upvotes - 0 Downvotes.

Fernando Iglesias

Diputado Nacional desde 2017, periodista y escritor.

Loading
svg