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EL FEDERALISMO POPULISTA Y EL IMPERIO QUE NUNCA EXISTIÓ

febrero 3, 202413 min read

“Buenos Aires es la capital de un imperio que nunca existió”. La frase pertenece a André Malraux, tiene casi un siglo de antigüedad, y retrata impiadosamente los desequilibrios históricos entre Buenos Aires, una ciudad de la altura de cualquier capital de la periferia europea, y el interior de Argentina -especialmente, sus extremos, norte y sur- claras expresiones del subdesarrollo latinoamericano. ¿Cuáles son las causas? La polémica arranca en el siglo XIX, cuando “Civilización y barbarie” (1845) fijó el sentido común hasta el cambio de paradigmas ocurrido a inicios del siglo XX, cuando el revisionismo histórico se impuso sobre la concepción liberal que había llevado al país a ser uno de los más desarrollados y prósperos del mundo y empezó otra historia, la del fracasado siglo XX argentino cuyas nefastas consecuencias vivimos hoy.

Según el nacionalismo populista nacido del Revisionismo, la razón del subdesarrollo del interior profundo del país no es otra que el desarrollo de la capital. Para el federalismo populista no existen motivos geográficos, ni modelos culturales diferenciados, ni nada. Como en todo, la pobreza de unos se explica simplemente por la riqueza de los otros. Ni siquiera son originales: es fácil ver en esta teoría la tensión que hace antipáticos al resto de sus conciudadanos a los habitantes de toda ciudad capital que por magnitud y desarrollo le lleva claras ventajas a las demás. Ningún alemán odia a los berlineses porque Alemania tiene muchas ciudades tanto o más ricas y desarrolladas que Berlín. Pero casi todos los franceses odian a los parisinos, como el Middle West estadounidense detesta a las costas. Sacando la similitud de actitud, entre despectiva y soberbia, de los porteños, parisinos y neoyorquinos, la razón es estructural y se cifra en un desarrollo muy diferente. ¿De quién es la culpa? ¿Quién tiene razón?

LAS VENTAJAS DE LA CAPITAL

Las razones por las cuales el desarrollo de Buenos Aires (agrego: y de las provincias centrales) a diferencia de los extremos del país son complejas e imposibles de abordar aquí, pero si queremos mirar al futuro es bueno ver dónde estamos hoy, cuando se discute qué parte del esfuerzo para tener un país normal deben hacer el gobierno central y las provincias, y vuelve a escucharse la voz del federalismo populista sosteniendo que el egoísmo porteño es la causa suficiente de la miseria del país. Y bien, la confusión entre el supuesto sometimiento de las provincias al gobierno central y el egoísmo porteño puede ser un buen argumento electoral, pero es falsa de toda falsedad. Los recursos que se queda el gobierno nacional no van a la ciudad de Buenos Aires, que simplemente hospeda ese gobierno. Van al gobierno central. Y si el gobierno central estuviera en Salta, Viedma o Chascomús nada cambiaría. Además, quienes más uso y abuso han hecho del uso de los fondos nacionales como látigo y como zanahoria han sido los gobiernos peronistas, supuestos defensores del federalismo; y su máximo exponente han sido los Kirchner, venidos de una provincia a 3.000 km de la Capital; mientras que el más federal de los gobiernos, el que les devolvió a las provincias lo que los Kirchner le habían robado durante 14 años, fue el gobierno de Macri y del PRO; un partido nacido y crecido en la Capital Federal.

 

No es todo. Cuando se miran los datos y no los relatos, la realidad es completamente diferente a las pretensiones victimistas del federalismo populista. En el 80% de las provincias argentinas (19 de 24) más de la mitad del presupuesto proviene de fondos de la coparticipación que pagan todos los argentinos. La egoísta Ciudad Autónoma aporta el 25% de esos recursos y se lleva menos del 3%. La diferencia es tan grande que el promedio de cobertura del presupuesto provincial por parte de los recursos coparticipables alcanza el 60% en el país, mientras que en la CABA es del 10 %. Seis veces menos.

El más federal de los gobiernos, el que les devolvió a las provincias lo que los Kirchner le habían robado durante 14 años, fue el gobierno de Macri y del PRO; un partido nacido y crecido en la Capital Federal.

¿Porteñismo? Es cierto que soy diputado por la CABA, pero he pasado los primeros 30 años de mi vida en Piñeyro, barrio obrero de Avellaneda, en la provincia de Buenos Aires. ¿Me está permitido opinar? ¿Puedo poner los intereses generales del país por encima de los particulares de las provincias o es traición a la Patria, como me acusó cierto diputado con una visión de senador provincial? Y bien, en tren de opinar opino que la dependencia del presupuesto nacional no les ha hecho bien a las provincias ni a sus habitantes, y basta a ver los resultados (el imperio que nunca existió, al decir de Malraux) para hacerse la pregunta crucial: ¿qué defienden los gobernadores hoy, los derechos de los ciudadanos de sus provincias o las cajas de su feudo provincial?

Para contestar esta pregunta, basta mirar otra tabla, la del porcentaje de asalariados públicos sobre el total de asalariados provinciales: en la mayoría de las provincias argentinas (13 de 23), el número de asalariados públicos excede al de asalariados privados, con picos que rondan los dos tercios en Jujuy, Chaco, Catamarca, La Rioja, San Luis y Río Negro. Allí han ido los recursos de todos los argentinos: no al desarrollo productivo sino no a crear una masa de dependientes del Estado al servicio de los gobernadores de turno. Porque en la Argentina que dejó el peronismo más de la mitad de los empleados formales son empleados públicos, mientras que en la CABA que desde 2007 gobierna el PRO el porcentaje es el más bajo del país: 30%. ¿Elitismo? ¿Derechismo? “La idea de una enorme burocracia es la que más le agrada. Junto a las clases reales de la sociedad crea una casta artificial para la cual el mantenimiento del régimen es una cuestión de cuchillo y tenedor” (Karl Marx, El 18 brumario de Luis Bonaparte, 1851). Estudien.

La dependencia del presupuesto nacional no les ha hecho bien a las provincias ni a sus habitantes, y basta a ver los resultados

¿Que la ciudad de Buenos Aires y el AMBA reciben subsidios al transporte y la energía injustificados? Es cierto. Los puso el peronismo y los bajó el gobierno nacional de Macri y el PRO. ¿La propuesta es sacarlos? De acuerdo. Intenta hacerlo otro gobierno con origen en la CABA: el de Milei. ¿Dónde estaban los gobernadores cuando el peronismo los instituía y profundizaba? Viajando en sus aviones de sanidad provinciales para asistir a pantagruélicos asados a cargo del bolsillo del contribuyente nacional. Agrego: si sacamos los subsidios rediscutamos todo el régimen federal de distribución de recursos. Una propuesta razonable sería que el gas y el petróleo dejaran de pagar regalías en las cajas provinciales, ya que no hay ningún motivo por el que deban ayudar al desarrollo de la salud y educación de los niños patagónicos y no a los de Formosa o el Chaco, mucho más pobres. La igualdad es la igualdad, compañeros. Si están de acuerdo, me avisan y avanzamos. Porque no se trata hoy de porteños versus provincianos, otra grieta agitada por los peronistas voceros de la unidad nacional. Se trata de las cajas provinciales versus el intento de acabar con la inflación del gobierno nacional.

Basta de federalismo trucho. Basta de populismo disfrazado de federalismo. El imperio que nunca existió es la consecuencia del victimismo y el pobrismo; que jamás han ayudado a nadie, excepto a quienes los usan como argumento. ¿Demostración? El modelo peronista se agotó en 2011 y desde entonces solo hemos tenido retrocesos. En el PBI y en todo. Y desde 2011, hubo tres elecciones nacionales en las que -en todos los casos- el gobierno nacional pasó a manos de la oposición. De Cristina a Macri; de Macri a Alberto, y de Alberto a Milei. Nada parecido sucedió en las provincias, donde los partidos que gobiernan son casi los mismos que hace doce años. Y la razón es simple: desde el punto de vista financiero, las provincias están mejor que la nación. Los que están mal son sus ciudadanos, dobles víctimas de las crisis nacionales y del feudalismo provincial. Así que ¡a poner el hombro, señores gobernadores! Porque los habitantes de sus provincias también son argentinos, y si el retroceso del país continúa o esto se va a una hiperinflación, todos vamos a pagar las consecuencias: provincianos y porteños, morochos y rubios, los de la capital y los del interior.

Cierro. El presidente de la Nación dijo que el gobierno no tiene Plan B, pero se quedó corto. La que no tiene Plan B es la Argentina del esfuerzo, del mérito y del progreso. La Argentina que fue rica hasta que el Revisionismo Histórico y su relato victimista la convencieron de que el populismo, el estatismo, el proteccionismo y el federalismo trucho eran la solución. El cambio es aquí ahora. Hay que llegar al déficit cero para detener la inflación, y eso solo será posible con el esfuerzo conjunto de las provincias y la nación. Ojalá estemos todos a la altura de la situación.

Fernando Iglesias
Fernando Iglesias

Diputado Nacional desde 2017, periodista y escritor.

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Fernando Iglesias

Diputado Nacional desde 2017, periodista y escritor.

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