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Bienvenida alternancia

noviembre 16, 20217 min read

El próximo 10 de diciembre se cumplirán 38 años del retorno de la democracia y en la provincia de Buenos Aires somos testigos de un nuevo escenario, la posibilidad cierta de una alternancia que condiciona cada vez a los gobiernos a reaccionar en forma efectiva ante las demandas de la sociedad civil. Apoyos y descontentos se ven reflejados rápidamente en el resultado electoral y aportan una volatilidad nunca antes vista en el mapa político provincial.

Desde aquella épica alfonsinista de la recuperación de las instituciones después de la oscuridad, que depositó al radical Alejandro Armendáriz en La Plata en 1983, ninguna otra fuerza política pudo con la maquinaria del Justicialismo Bonaerense; ni siquiera aquella ALIANZA que en 1999 de la mano de Graciela Fernández Meijide festejara en vano y el recuento final le diera el triunfo a Carlos Ruckauf; hasta la irrupción de María Eugenia Vidal en 2015.

Para ese entonces ya habían pasado Antonio Cafiero, Eduardo Duhalde en dos oportunidades, el mencionado Ruckauf quien luego dejara su lugar a su vicegobernador Felipe Solá cuando asumiera al frente de la cancillería; una vez más Solá y Daniel Scioli por dos mandatos, un verdadero raid de 28 años.

Ese giro hacia la centroderecha neoliberal que encarnó el macrismo en Argentina pero que no fue mas que la versión vernácula de una tendencia regional que atravesó las “venas abiertas”; de todas formas, el triunfo de Vidal en la provincia fue tan sorpresivo como contundente e inauguró una época, la época de la alternancia.

La misma que cuatro años después le permitiera al FDT volver a la gobernación de la mano de Axel Kicillof, el brillante economista heterodoxo que ostenta el diploma de honor y la medalla al mejor promedio de su promoción en la Universidad de Buenos Aires, esa misma medalla que le negaran al Pepe Firmenich por considerarlo “carente de rectitud moral y responsabilidad cívica”, valores que para el Consejo Directivo de la UBA deberían ser fundacionales en la comunidad universitaria; y de su compañera de fórmula Verónica Magario, hija de quien compartiera durante un tiempo la conducción de Montoneros con Firmenich, ambos beneficiados por los indultos presidenciales que aplicara el también peronista pero menos “revolucionario” Carlos Saúl Menem; todo tiene que ver con todo…

Lo cierto es que se proclamaron ganadores con el 52,40% de los votos, barriendo por casi 15 puntos a la exgobernadora María Eugenia Vidal quien obtuvo poco más del 38% y debió, al menos por ahora, buscar su refugio político en la Ciudad de Buenos Aires, resignando su proyección nacional como heredera del espacio con vistas a las presidenciales de 2023; ya que ese mismo resultado electoral sentenció la reelección de Macri en 2019 y fue el principio del fin de su sueño dorado.

¿Mas de 10 años de un gobierno de derecha en Argentina? Suena ambicioso, casi ciencia ficción; la lección es que en definitiva todos los espacios políticos tienen vocación de hegemonía, la clave para alcanzarla es la construcción de consensos.

Demostrado está que ambos espacios pueden ganar y gobernar. 
Dirían los comentadores de Sartori que “se verifica un formato bipartidista siempre que la existencia de terceros partidos no impida que los partidos principales gobiernen solos” la dinámica actual cumple en parte con esta tipología, pero hoy hablamos de frentes y no estrictamente de partidos. JXC necesitó y necesita del radicalismo para desplegarse territorialmente, tanto como el FDT debió articular a través del regreso de Sergio Massa y su Frente Renovador para ser competitivo.

El aparato de fiscalización aportado por la UCR es lo que le permite a un partido o coalición no peronista garantizar transparencia en la competencia electoral, sobre todo en distritos históricamente hostiles a todo aquello que no remita a la liturgia oxidada pero efectiva del General y la compañera Evita, imagen que el kirchnerismo no logró desterrar de su boleta pero que al menos balanceó con la presencia de Néstor junto al

isologo del frente TODOS.

Por otro lado, Kicilloff necesita mantener la unidad y superar los ruidos que generó la llegada de Insaurralde a la Jefatura de Gabinete; ya no importa si se lo “plantó” Máximo o si fue “su aporte” para revertir la imagen de debilidad que reinó después de las PASO.

¿Le alcanzará a Santilli el descontento con el manejo de la pandemia y los festejos de Olivos, la inestabilidad económica y el bombardeo con casos policiales tan terribles como mediatizados para minar la continuidad del actual gobierno provincial? ¿O podrá más la esperanza basada en la recuperación de casi 5 puntos porcentuales de la lista liderada por Victoria Tolosa Paz, sumada al nuevo balance en la cámara alta provincial, tan festejado por el gobernador; para dejar atrás el pasado y aprovechar la última oportunidad para subir a TODOS al mismo barco?

Son dos años, una recta final.     

Amilcar Altopiedi

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