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¿Quién tiene la lapicera?

diciembre 24, 202110 min read

ACUERDOS Y DESACUERDOS, UTOPÍAS Y PRAGMATISMO.

Alberto Fernández comenzó la segunda mitad de su mandato con innumerables frentes abiertos, pero con un objetivo claro, alcanzar la tan esperada estabilización económica que le permita pensar en la continuidad de su proyecto político; si es que se puede llamar de esa manera, teniendo en cuenta que recién en abril de 2019, sólo 6 meses antes de las elecciones presidenciales se plasmó el acuerdo político que le permitiría acceder a la primera magistratura.

En la estrategia de Cristina para recuperar el centro de la escena política estaba la reunificación del peronismo, ese movimiento no tan desideologizado como habitado por ideologías contradictorias, que unido “no puede ser derrotado”; condición que sería refutada dos años más tarde en las elecciones legislativas del 14 de noviembre.

Con la seguridad de que ante la ruptura irreconciliable con el disgregado peronismo federal; que por ejemplo en el caso de Córdoba se transformó prácticamente en un partido provincial liderado por un Schiaretti que luce sólo preocupado por no exponerse a los embates de la política nacional y por garantizar que el gobierno no avance en alguna estrategia confiscatoria desde el punto de vista fiscal, o que al menos pueda ser visualizada de esa manera por la burguesía agroindustrial de la provincia mediterránea; había que estar dispuesto a hacer sacrificios mayores.

Con este objetivo en mente, se activó la tormenta de ideas que recorrió todas las tácticas posibles para acercarse al hijo pródigo, ex super jefe de gabinete, entre otras funciones estratégicas que ocupara Sergio Massa en el primer kirchnerismo, antes de crear su Frente Renovador, que utilizara como slogan predominante la lucha contra el autoritarismo y la corrupción de la jefa y de su equipo de gobierno. Lo cierto es que entregando la presidencia a quien fuera su último jefe de campaña se tendieron los puentes de lo que sonaba altamente improbable unos meses antes, massismo y kirchnerismo juntos para resucitar el Frente para la Victoria, renombrado Frente de Todos.        

Ya con Alberto en el poder comenzó la danza de gestos de acercamiento y señales de discordia en una alianza donde predominan la tensión y la desconfianza, exactamente una semana después de asumir, en el marco de un acto en la sede central de SMATA, el presidente reedita el discurso clasista del núcleo duro K expresando que “cuando unos ganan y otros pierden no es una sociedad, es un abuso”; despojándose del manto de “moderación” en el cual se había ungido durante la campaña y que había mostrado unos días atrás durante la Conferencia Industrial de la UIA; mientras tanto y en tiempo real, los empresarios recibían la noticia de la reinstauración de la doble indemnización.

El presidente en la sede de SMATA encabezando el lanzamiento del "Plan Estratégico Automotor con Acuerdo Social y Productivo".

A partir de allí, pandemia de por medio, los acercamientos a la oposición y los discursos conjuntos con Larreta, la falta de velocidad en el adoctrinamiento de la justicia y la usencia de otros “outputs” que esperaban los socios políticos, escalaron la tensión que explotó con los resultados de las PASO de 2021; los audios filtrados, la carta de Cristina y la tentativa de renuncia de Wado de Pedro, entre otros acontecimientos, dieron paso a la forzada pero necesaria reestructuración del gabinete.

De aquí en adelante el foco estará puesto en la recuperación económica que ayude a diluir la ecuación deuda/PIB, uno de los principales indicadores que analizan los inversores, en un clima de salida de capitales con formato de estampida de las economías emergentes.

A pesar de la gran liquidez del mercado global de capitales, consecuencia de las políticas de la FED y el Banco Central Europeo para frenar la contracción económica durante la pandemia, que les permitió fondear proyectos a tasa cero y que hoy como “fuego amigo” enfrentan la inflación más alta de los últimos 40 años, Argentina debe, además de crecer, despejar dudas acerca del cumplimiento de sus compromisos, si es quiere evitar el aislamiento.  

El crecimiento parece asegurado, sobre todo después de tres años consecutivos de caída, a saber: 2018 (– 2,6%); 2019 (-2,1%) y 2020 (-9,9%); este último a sólo 1 punto del récord de 2002 (-10,9%), posterior a la caída del gobierno de la Alianza; pandemia mata estadística…

En este contexto, más que de crecimiento, hablamos de rebote. Para este año las expectativas que releva el BCRA (REM) hablan de un 9,9%, es decir recuperar la caída del 2020, pero lejos aún de los niveles de actividad del 2017, dato mata relato…        

Con el segundo objetivo en mente desde hace dos años, Martín Guzmán, ministro que sobrevivió a la tormenta pero que se juega su “última vida”, busca el tan promocionado entendimiento con el FMI; después de todo para eso lo convocaron.  

Se habla de condiciones favorables para un acuerdo, el entorno de pandemia activó la discusión filosófica acerca de la desigualdad y el acceso a los bienes públicos como la salud y la educación y se habla de un supuesto sentimiento de corresponsabilidad por parte del FMI.

Pero el “fondo” ¿Es una categoría abstracta? ¿Es un oscuro poder sin rostro que oprime a los humildes ciudadanos despojados de su soberanía económica?   

Claro que no, es una institución compuesta por personas formadas en las más prestigiosas universidades del mundo que administran una parte del capital de la banca nacional de los países miembros, y como ejemplo perfecto de la metáfora funcionalista, es un organismo vivo que reproduce y transmite ideología, y que condiciona las decisiones los actores políticos y económicos en los países que financia. Entonces, si el análisis racional de variables económicas es lo que debe prevalecer en las negociaciones ¿Debemos asumir que el resultado será un ajuste? Mas allá de las diferencias semánticas, lo que en realidad se está pensando es quién lo paga, sin reparar ni un minuto en la ética que le da legitimidad a la deuda pública.

Casi el 100% de la deuda soberana argentina fue contraída por Dictaduras o gobiernos que aplican casi perfectamente a la tipología de Guillermo O´Donnell de Democracia Delegativa, en donde se destaca la ausencia absoluta de mecanismos de rendición de cuentas, o como él llamó “accountability horizontal”, allí la participación ciudadana se limita a formar parte en elecciones periódicas, delegando el poder en los presidentes y en el grupo que representan, facilitando la alianza entre casta política y grupos económicos concentrados.

En definitiva, no es cuestión de quién firma el acuerdo o quién paga el costo político, la verdadera lapicera la tiene la sociedad civil, que cien años atrás, hoy y siempre, podrá modificar cualquier estructura de poder…

O delegar los recursos burocráticos del estado en una élite que seguirá monopolizando los medios de administración.

Amilcar Altopiedi

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