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Los desafíos son tan grandes como nuestras capacidades

mayo 1, 20227 min read

Por Agustina Ciarletta

El trabajo constituye el medio legítimo que tenemos las personas para satisfacer nuestras necesidades y subsistir y conforma el principal estructurador de la vida social. Define horarios, ritmos de vida, expectativas, motivaciones y posibilidades. Es el gran vínculo social que organiza la vida en comunidad, establece metas individuales y colectivas. Y nos brinda, por sobre todo, una identidad como sociedad y como personas. Por eso cuando observamos la situación laboral en nuestro país tenemos que tener presente que estamos describiendo no sólo indicadores económicos, sino observando la identidad que adquiere nuestra sociedad, su salud, sus valores y el tipo de organización que regula la vida de las personas. 

Cuando observamos datos concretos nos encontramos con que: desde hace 4 décadas convivimos con tasas de desempleo y subocupación elevadas. Un 40% de los trabajadores desarrollan sus actividades en la informalidad y precariedad. Que el salario mínimo vital y móvil está por debajo de la línea de indigencia, que la inflación carcome al salario a un ritmo cada vez más acelerado, que millones de personas dependen de un plan social para sobrevivir. Pobreza cercana al 40%, indigencia al 10%, elevándose casi al doble entre los niños del conurbano bonaerense. Y, para cerrar el complejo panorama, el Estado se ha convertido en el principal empleador en los últimos 10 años. El empleo público creció un 30%, subiendo de 2,5 a 3,3 millones, mientras que el empleo privado bajó un 5% (de 6,1 a 5,8 millones). En provincias como Formosa o Catamarca estos porcentajes se duplican. En la provincia gobernada por Insfran el 60% de los trabajadores desempeñan tareas en el Estado. Trabajadores que sin perspectivas de desarrollo en el ámbito privado se encuentran a la merced del partido gobernante. 

Estos datos nos brindan el panorama de la sociedad que hoy somos y de la Argentina que quienes nos gobiernan desean que sigamos siendo. Un mundo laboral precario, pequeño e inestable. Un Estado y un sector político que no paran de crecer y que se sostienen gracias a los impuestos que se le cobra a un sector privado que no para de achicarse. Una situación de pobreza estructural y un esquema de poder político que se alimenta de la desesperación y necesidad de la gente para perpetuarse en el poder utilizando el hambre como método de extorsión ¿Esta Argentina queremos? ¿No nos da vergüenza continuar con peleas alejadas de las prioridades de la gente? Nunca antes el sector político había estado tan a la deriva, tan alejado de la realidad. Mantener intendencias y gobernaciones eternas, acomodar familiares, hacer negocios, inventar puestos y cargos, todo esto a costa de la dura realidad de la población. 

Creemos que para transformar el mundo del trabajo, y con eso brindar oportunidades y posibilitar el desarrollo de proyectos de vida plenos, tenemos que preguntarnos qué rasgos de nuestra identidad colectiva queremos modificar y cuales potenciar. Los argentinos contamos con mucha creatividad y voluntad, nos arriesgamos y salimos adelante en las peores condiciones. Para que aflore lo mejor de nosotros necesitamos gobiernos que sirvan de articuladores entre los distintos sectores de la sociedad y no que tomen partido por uno u otro. Necesitamos un Estado transparente que rinda cuentas hasta del último centavo de los argentinos. Un Estado que se corra de su rol de empleador crónico y estimule la creación de trabajo en el ámbito privado y apoye las iniciativas nacidas dentro de la economía popular. El pensamiento mágico de creer que el Estado puede suplir la actividad privada ya no se lo cree ni siquiera aquellos que lo defienden. Sin actividad privada no hay Estado porque no hay recaudación. Sin el flujo constante de divisas provenientes del sector agropecuario este, y cualquier gobierno, no tendría la más mínima chance de mantener la estructura estatal actual, no podrían gobernar. Sin embargo eligen al campo como villano principal de un cuento que ya aburre. Por eso, dejemos de señalar enemigos, terminemos con los privilegios, potenciemos la cultura del trabajo, facilitemos la creación de nuevas empresas, reduzcamos gastos innecesarios, fomentemos la alternancia y adecuemos el sistema educativo a los nuevos desafíos tecnológicos. La economía del conocimiento es la fuente de riqueza principal en este momento y no podemos darnos el lujo de ignorarlo. 

No necesitamos esperar a un cambio a nivel nacional para comenzar a traccionar un nuevo futuro. En San Fernando, municipio donde trabajo todos los días, las oportunidades son inmensas. Tenemos la industria maderera, turística, náutica, un comercio con ganas de crecer y miles de sanfernandinos que quieren trabajar donde viven sin pasarse la vida arriba de un colectivo o tren. Pero tenemos al menos dos problemas y un mismo origen. Las tasas más altas de la provincia, que ahogan la iniciativa privada y obligan a comerciantes y familias a migrar a otros municipios y un Estado que utiliza los recursos de los vecinos sin consultar, sin fijar prioridades y sin rendir cuentas.  ¿Bajar tasas y fomentar el trabajo local? Bien, gracias.

Los desafíos son tan grandes como nuestra capacidad como pueblo. Con todo el anhelo de contribuir con la transformación de nuestro país, les deseo un feliz día del trabajador.

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