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A CRISTINA NO LE DA EL CUERO

abril 30, 202313 min read

Corría el año 1972 y el general Lanusse, en ejercicio dictatorial de la Presidencia, preparaba el enésimo Gran Acuerdo Nacional que iba a solucionar los problemas del país. En aquel mes de julio, Lanusse anunció la vuelta a la democracia en las primeras elecciones, desde 1952, en las que el peronismo no estaría proscripto, a desarrollarse el año siguiente. Ya sea por convicción o para conformar a un frente interno militar que un año antes había intentado derrocarlo para evitar la salida democrática, Lanusse decretó que los candidatos a las elecciones de 1973 debían residir en la Argentina antes del 25 de agosto de 1972 y pronunció su frase más célebre: “A Perón no le da el cuero”.

Se equivocaba. Perón volvió de Madrid cuando se le dio la gana, usó el ultimátum de Lanusse para no exponerse y puso como candidato a su delegado personal, un tal Cámpora. Entonces los muchachos peronistas entonaron el famoso slogan “Cámpora al gobierno, Perón al poder” (¿les suena?) y la izquierda peronista tuvo su primer presidente. Duraría poco. Dos meses después de la asunción, Perón concluyó que el tío Cámpora le había llenado el gobierno “de putos y de zurdos” (sic), le exigió la renuncia, eligió como vice a su propia esposa, ganó con el 62% de los votos y asumió la presidencia en condiciones de salud pésimas que nueve meses después lo llevaron a la muerte y nos dejaron en manos de Isabel y López Rega.

Pensaba en el Gran Acuerdo Nacional y en la frase de Lanusse sobre Perón viendo a Cristina hablarle a las focas.

El resto es historia conocida: el país estallado por la batalla terrorista entre los Montoneros peronistas y la Triple A peronista, la explosión del plan populista de Gelbard, la designación de Celestino Rodrigo, el peor shock económico social de nuestra Historia, la duplicación de la pobreza y, finalmente, el golpe militar, apoyado inicialmente por la mayoría de los argentinos, que nos sumergiría en las horas más oscuras de la Historia. Así fue que pasamos del consenso sobre que la vuelta de Perón pacificaría al país al consenso de que del caos resultante del anterior consenso solo se salía con una dictadura. Una bonita lección para quienes creen que el mal del país es la falta de consensos.

Pensaba en el Gran Acuerdo Nacional y en la frase de Lanusse sobre Perón viendo a Cristina hablarle a las focas aplaudidoras del Teatro Argentino de La Plata. Convengamos que el acto no prometía nada bueno. Solamente tres décadas de irracionalidad fomentada desde un Estado cooptado por el peronismo pueden explicar que dé una clase magistral sobre economía la figura más importante de un gobierno en plena corrida cambiaria y que, a pesar de haber liquidado todos los equilibrios que le dejaron y de emitir y endeudarse a un ritmo más rápido que cualquier otro gobierno, llevó la pobreza a más del 40%, duplicó la inflación y se quedó sin dólares. Solamente tres décadas de devastación educativa y social pueden explicar que la vicepresidenta en ejercicio de la Presidencia hable de economía sin mencionar la corrida cambiaria en acto ni las tasas de interés récord, la liquidación de lo poco que queda de reservas y el endeudamiento a tasas cercanas al 40% anual en dólares con la que intentan pararla y dejársela picando al próximo gobierno.

Decía que pensaba en la frase de Lanusse sobre que a Perón no le daba el cuero viendo el estado de desesperación que reinaba en la platea del Argentino, donde los militantes se desgañitaban cantando “¡Presidenta!, ¡Cristina presidenta!” mientras Cristina les decía que ya había dado todo lo que podía dar y les pedía que no se hicieran los rulos. Resignémonos, compañeros: a Cristina sí que no le da el cuero, y la excusa de su inexistente proscripción es una coartada esgrimida contra quienes la quieren candidata a la Presidencia: le sirve para esconder su decisión de evitar convertirse en la protagonista principal de la catástrofe electoral del peronismo. Los días más felices siempre serán cristinistas. De los más infelices, que se encarguen los Albertos.

Si quiere fueros, irá por una senaduría en Buenos Aires o en Santa Cruz, si es necesario. Y que con la Presidencia de la Nación se arreglen los compañeros. Con lo cual el peronismo entra en una situación de indefensión, con Scioli que quiere pero es el refrito de una derrota, con Alberto que quiere pero ya se bajó para no ser la bandera de una catástrofe, con Kicillof que corre a refugiarse en la Provincia y con los varios Wados, Rossis y Manzures de la amplia colección de desconocidos dispuestos a inmolarse por unos meses de publicidad gratuita. Y si la locura total lo permite, quién te dice…

Pero esta es solamente la dimensión futura de las cosas ante las cuales a Cristina no le da el cuero. Porque tampoco le da el cuero para el pasado ni para el presente. Por eso le dedicó parte de su discurso a intentar ligar a la oposición a la Convertibilidad -que ella apoyó fervientemente- y al quiebre económico-social de 2001. Le faltó mencionar que, después de 22 años de hegemonía peronista, no hay un solo dato de 2023 que sea mejor que los de 2001, cuando derrocaron a un presidente constitucional con la excusa del hambre. Resumiendo: en aquel diciembre ensangrentado por el manual de saqueos y desestabilización peronista, la soja valía 160 dólares y la pobreza era del 38,3%; hoy, con la soja a 550 dólares, la pobreza supera el 42%. No es todo. No había inflación en aquel 2001 pero es hoy superior al 100% anual a pesar de tarifas congeladas como las que precedieron al Rodrigazo y de un atraso cambiario como el del estallido de la Convertibilidad. En 2001, la deuda apenas superaba el 50% del PBI, hoy es el doble; la presión tributaria estaba apenas por encima del 20%, hoy es el doble; las reservas eran de 18.000 millones de dólares, hoy son cercanas al cero; el balance comercial era superavitario por 3.780 millones de dólares con la soja a 160 mientras que hoy se ha vuelto deficitario con la soja a 550. Un desastre apocalíptico multidimensional y sin fisuras que puede empeorar rápidamente si el Gobierno sigue dedicándose a consagrar la impunidad de Cristina y Cristina a dar conferencias sobre lo que ignora.

Si quiere fueros, irá por una senaduría en Buenos Aires o en Santa Cruz, si es necesario.

Si no le dio el cuero para hacerse cargo del enorme fracaso del ventenio kirchnerista que termina ni a proponerse para el futuro, mucho menos se hizo cargo del presente, para el que careció de toda propuesta. También aquí, la política peronista solo puede ser entendida utilizando el manual de psiquiatría; en este caso, en las páginas dedicadas a la esquizofrenia. Mientras adjudicaba al FMI todos los males y pretendía ignorar que desde que son gobierno el maléfico Fondo ha depositado 2.200 millones dólares más de los que ha retirado de las arcas argentinas, Cristina envió un mensaje subliminal de apoyo a Massa, encargado de negociar con el Fondo, llamándolo cariñosamente “Sergio”. Con Sergio pero contra el Fondo, como dicta el manual psiquiátrico para que en el Argentino arrecien los aplausos. Si a Cristina le diera el cuero, pediría la renuncia de Alberto, se haría cargo del gobierno, echaría al neoliberal y ajustista Massa, y aplicaría las políticas económicas que defendió en su larga exposición, rompería con el FMI, declararía el default de la deuda e implementaría un nuevo Plan Platita que ponga dinero en los bolsillos argentinos, haga girar la rueda que enciende la economía y ponga de pie al país, como en 2019. Todo eso haría si le diera el cuero, pero no le da, porque una cosa es defender la economía populista en un teatro y muy otra es aplicarla a la realidad después de cuatro gobiernos peronistas que liquidaron todos los stocks y dejaron, este vez sí, tierra arrasada.

Detalle no banal, el acto en el Teatro Argentino en que habló Cristina fue en conmemoración de los veinte años transcurridos desde la elección de 2003 que llevó a Néstor Kirchner a la Presidencia. Había obtenido apenas el 22% de los votos, mientras que las candidaturas de Ricardo López Murphy y Elisa Carrió sumaban más del 30%. Lamentablemente, una fórmula común entre ambos fue imposible porque unos se consideraban socialdemócratas de centroizquierda, y los otros, liberales de centroderecha. De manera que Néstor fue presidente, heredó los superávit gemelos y una inflación menor al 4% anual, aprovechó el viento de cola y aquí estamos. También en 2003, la oposición discutía con fervor si Keynes o von Hayek. Así nos fue. ¿Les suena?

Fernando Iglesias
Fernando Iglesias

Diputado Nacional desde 2017, periodista y escritor.

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Fernando Iglesias

Diputado Nacional desde 2017, periodista y escritor.

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