En 2019, este gobierno -si así podemos llamarlo- logró convencer a
millones de argentinos de que todos sus males sus provenían de la maldad de
Macri y su equipo de malvados CEOs, y de que bastaba llenar de plata el bolsillo
de la gente y girar la perilla que encendía la economía para que volviera el
asado y se pusiera de pie el país. Con estas consignas
de jardín de infantes lograron convencer al 48% de los votantes. Pero el asado no
llegó (el consumo anual de carne bajó 5 kilos desde 2019), la polenta resultó
ser indigesta y ahora llegó la etapa en que ni polenta hay. Hoy, todos los
índices macroeconómicos han empeorado, la inflación se duplicó, llegó a los
3 dígitos anuales y es la mayor en treinta años, la velocidad de endeudamiento
ha sido la más alta de la Historia, debemos 80.000 millones de dólares más que
en 2019 y -a pesar del dólar
atrasado por el cepo y las tarifas regaladas- la pobreza no dejó de subir: aproximadamente,
8 puntos porcentuales desde que gobernaba la insensible Derecha.
¿Y dónde está el Gobierno? Además de ocuparse
de atacar a la Justicia para garantizar la impunidad de Cristina y de pasarle
la bomba de tiempo a sus sucesores, el cuarto gobierno peronista K se concentra
ahora en extender justificaciones. Lo llevan en la sangre. No hacerse cargo
nunca de nada es la primera de las verdades peronistas. Siguiendo el modelo
empleado por Néstor, quien culpaba de todos los males a Duhalde, que hizo el
ajustazo y lo eligió como su candidato; al campo, que le financió aquellos años
de despilfarro; y a Menem, que le dejó una infraestructura razonable que podía
resistir años sin necesidad de inversiones, el perverso rejuntado que hoy nos
gobierna le echa la culpa de todos los males a sus benefactores: ¡Ah, pero Macri!
¡Ah, pero la guerra! ¡Ah, pero la sequía! ¡Ah, pero el FMI!
¡Ah, pero todo!, parece ser la consigna. Lástima los números, que
demuestran que detrás de cada “Ah, pero” del Gobierno se esconde una ingratitud.
La inflación se duplicó, llegó a los 3 dígitos anuales y es la mayor en treinta años, la velocidad de endeudamiento ha sido la más alta de la Historia, debemos 80.000 millones de dólares más que en 2019
Empecemos
por Macri. Como había sucedido con el “país incendiado” de Duhalde, que
tenía superávit gemelos y una inflación menor al 4% anual que Néstor ý Cristina
reventaron en pocos años, el peronismo K se quejó de haber recibido en 2019 lo
que llamaron “tierra arrasada”. Esa tierra arrasada del 2019, hecha de cuatro
años de esfuerzo de todos los argentinos, fue lo que permitió al país
sobrevivir a la pandemia y llegar sin explotar del todo hasta el día de hoy. Desmintiendo
a los todolomismistas del “kirchnerismo de buenos modales”, Cambiemos
bajó el déficit primario en 4.4 puntos; el fiscal, 2.5 puntos; la presión
tributaria, 3.2 puntos; y el gasto fiscal, 3.6 puntos. Para diciembre de 2019,
el dólar valía $59.85, el tipo de cambio era competitivo, había 12.132 millones
de dólares de reservas en el Banco Central y teníamos equilibrio
energético y un superávit comercial de 15.990 millones de dólares a pesar de la
soja a 300 dólares la tonelada. Entonces asumieron los que iban a solucionarlo
todo pero rompieron todo y no dejaron nada en pie. Para devolver este diciembre
la “tierra arrasada” de Cambiemos, el cuarto el gobierno peronista K debería bajar
la deuda en 69.261 millones de dólares, aumentar las reservas netas unos 10.000
millones de dólares, reducir las Leliq a una novena parte de su volumen
actual, subir el salario mínimo de 181 a 252 dólares y bajar la pobreza ocho
puntos. Suerte con eso, compañero Sergio. Siga sacando conejos de la galera.
Que no decaiga, por favor.
Esa tierra arrasada del 2019, hecha de cuatro años de esfuerzo de todos los argentinos, fue lo que permitió al país sobrevivir a la pandemia y llegar sin explotar del todo hasta el día de hoy
En
cuanto a la guerra, un reciente informe del Ministerio de Economía que
merecería ser titulado “Ah, pero Ucrania”, señala sus costos para la
economía nacional. Las subas causadas por el conflicto han incidido
negativamente en la balanza comercial, nos dicen: unos us$4.246 millones extras
por importaciones de combustibles, us$1.800 millones por fletes marítimos y otros
us$2.200 millones de fertilizantes. Más de us$8.000 millones perdidos, se
lamentan. Ahora bien, de los 300 dólares de valor de la soja que tuvo que
soportar Cambiemos entre 2015 y 2019 a los más de 600 dólares del récord de
2021, los commodities experimentaron una suba vertical que fue lo único que sostuvo
a este gobierno, incapaz de conseguir dólares aun cuando soplaba y sopla un
fuertísimo viento de cola. Para tener una idea de las entradas extras que ha
significado la suba de los precios internacionales baste señalar que los
cacareados récords de exportaciones fueron solamente récord de precios: las
cantidades exportadas por Argentina son aún 4.3% menores que en 2019, mientras
que las importadas suman 28.9% más. Sin los precios récord, que aumentaron
25.8% los ingresos en 2021 y 16.2% en 2022, nuestro país habría perdido en más
de 20.000 millones en 2021 y más de 14.000 millones de dólares en 2022. Son us$34.000
millones extras. Restemos ahora los us$8.000 millones que llora el Ministerio,
calculemos el terror económico que provoca tener solo unos 2.000 millones en reservas
y calculemos dónde estaría hoy el Gobierno sin el aporte de la globalización,
del campo y de los commodities inflados por la guerra; bestias negras de la
Biblia nacional y popular.
Hablando
de bestias, faltaba el FMI. Ya conocemos la monserga: la impagable deuda
con el Fondo que dejó Macri ha impedido crecer a nuestra economía y hacer
felices a los más vulnerables. Lástima grande, los números, que indican que
desde que empezó este gobierno el FMI ha depositado en las arcas argentinas 8.776
millones de dólares más de lo que retiró. Una cifra que triplica nuestras
reservas netas, que se incrementará en 5.200 millones de dólares este mismo
mes, que basta y sobra para pagar los compromisos de este año y que ha sido
otro de los salvavidas que ha impedido el hundimiento del Titanic y su
tripulación.
¡Ah,
pero la inflación!, que “en 2015 era de 24%” según Cristina, y que “Macri
duplicó”. Un dato más falso que el INDEC de Moreno. “Con el dato
de febrero 2023, al mismo momento de cada gestión, el podio se compone por: Alberto
Fernández: 368%, Mauricio Macri: 172%, y Cristin Kirchner:
138%” informa el economista Salvador Vitelli. La única duplicación de la
inflación la efectuó el gobierno del que Cristina forma parte y el presidente
que ella misma eligió. Y si se toma en cuenta que el tipo de cambio que entregó
Macri fue de 123 puntos (similar al 127 de 2008) mientras que Cristina
lo dejó en 85 (similar al 84 de 1997, en plena Convertibilidad) todo se
comprende mejor: el 24% de 2015 fue producto de un atraso cambiario al costo de
una enorme inflación reprimida. Y que pague el próximo gobierno, como hoy.
La
historia completa es como sigue: el modelo kirchnerista se había ya agotado,
la inflación de 2014 había sido superior al 38%, se venían las elecciones, y el
kirchnerismo recurrió al viejo truco de atrasar el tipo de cambio y las tarifas
para bajar la inflación. Es cierto, en 2015 fue del 24%, como sostuvo
Cristina, pero al precio de que el dólar oficial estuviera por debajo de los diez
pesos mientras que el paralelo llegaba a los 15. Las tarifas, por su parte, cubrían
solamente el 14% del costo de la energía. En esas condiciones asumió Ah, pero
Macri. Lo primero que hubo que hacer fue unificar el mercado cambiario, asumiendo
el costo de una brecha cambiaria del 50%. Inevitablemente, la inflación volvió
al nivel de 2014: 40%. Después fue el turno de actualizar tarifas, para que los
subsidios a la energía pasaran a ser la cuarta parte que en 2015, se retomaran
las inversiones y disminuyeran 45% los cortes de luz. Al final del mandato, en
2019, las tarifas cubrían el 70% del costo de la energía y la inflación era del
52%. Las políticas de contención del gobierno la habían bajado al 2% mensual en
julio, pero en agosto los argentinos enojados decidieron apostar por el cuarto
gobierno peronista K, y acá estamos de nuevo: con tarifas regaladas, tipo de cambio
atrasado, brecha cambiaria del 80%, feroces cortes de energía, salarios y jubilaciones
deprimidos, falta de dólares y caos general.
El modelo kirchnerista se había ya agotado, la inflación de 2014 había sido superior al 38%, se venían las elecciones, y el kirchnerismo recurrió al viejo truco de atrasar el tipo de cambio y las tarifas para bajar la inflación
Concedamos al gobierno la excusa de la sequía. Es cierto que esta Niña es peor
que la que en 2018 restó us$9.000 millones a los ingresos por exportaciones
agropecuarias y fue el detonante de la corrida cambiaria que impidió la
reelección. Pero también es cierto que el peronismo se reía de aquellas
penurias y del “pasaron cosas” de Macri, quien tuvo que afrontar aquella baja
con la soja a un promedio de us$269 dólares en 2018, contra los us$542 de hoy.
Como también es cierto que el impacto de aquella sequía fue del 2,5% del PBI
nacional cuando los peores pronósticos calculan hoy un impacto menor al 2%. El
resto es relato nac&pop.
“Ah, pero todo” no es una explicación sino la
confesión de una inutilidad militante. En la mejor tradición peronista, este
gobierno culpa de sus faltas e incapacidades a todos los factores que lo han
sostenido a flote, evitando un estallido terminal: la herencia de Macri y Cambiemos,
el sector agropecuario, la suba de precios internacionales debida a la guerra, y
el flujo de dólares del maldito FMI. Cuéntenla como quieran, compañeros; pero
la desastrosa situación que vivimos y los índices macroeconómicos que anuncian
su empeoramiento son responsabilidad de un modelo económico populista, estatista,
industrialista y proteccionista que desperdició una enorme oportunidad, que está
completamente agotado y del que hay que salir cueste lo que cueste. Para no
hablar de la proverbial incapacidad del circense elenco gobernante, digna de un
récord Guinness de dimensiones planetarias y escala mundial.