Uno de los pilares de la democracia y de la república es la limitación temporal de los mandatos de los gobernantes. Esto está escrito por todos lados, pero además es uno de los factores más evidentes en las sociedades “que funcionan” dentro del mundo libre. Y cuando hablamos del mundo libre nos referimos a los países que no necesitan ejercer un control total sobre los sujetos que habitan su tierra. Decimos “su” tierra, porque en general esos países o tienen reyes, monarcas, jeques o dictadores. Líderes supremos. El Gran Hermano.
No es casualidad, que, en los regímenes totalitarios, el líder no sea democrático. Y aquí radica la primera confusión, el voto. El sufragio es condición para que haya democracia, pero no es suficiente. Se necesitan otros factores para que exista un ejercicio pleno de los beneficios que trae “el peor de los sistemas de gobierno, menos todos los otros que se han probado” (Winston Churchil).
La Derecha y la Izquierda
Los defensores de los sistemas como Cuba, Nicaragua, el salvador o China, entre otros, atacan por dos lados a los países republicanos. Por un lado, desde la izquierda le pegan por “neoliberales”. El sistema económico que lleve adelante la administración de un gobierno puede ser liberal o intervencionista, pero no por eso deja de ser democrático y republicano si las instituciones que lo sostienen son fuertes. Un caso obvio es el de Estados Unidos, donde supuestamente el partido republicano es más afecto a la libertad de mercado (pero paradójicamente son los que más cierran la economía propia) y los demócratas son más intervencionistas. En este caso, el intervencionismo no es tanto referido a la regulación a las empresas si no en el gasto social. Se puede decir que los demócratas gastan más la plata del estado con fines sociales pensando que esto traerá prosperidad, y los republicanos son más reticentes al déficit fiscal.
Sin embargo, sea cual sea la administración que esté, las instituciones salvaguardan los pilares fundamentales de la nación. La cuál puede pasar por mejores o peores períodos económicos, pero su sistema de gobierno no tambalea casi por nada. Lo mismo sucede en naciones más pequeñas y menos relevantes a nivel mundial, como Perú, Uruguay, Chile, Brasil y los países europeos que van más allá y tienen democracias parlamentarias. O sea, el poder ejecutivo tiene aún menos poder.
El otro ataque que recibe el sistema republicano viene por la derecha. Y ahí entramos en el terreno del nacionalismo. Muchos conservadores nacionalistas piensan en una economía de libre mercado, pero de puertas para afuera. Son proteccionistas cuando consideran que deben hacerlo (el caso de Trump es uno de los más claros), son anti-globalistas con fervor y tienden al mesianismo. Populistas de derecha.
Sin alternancia no hay democracia posible
Podemos decir que los conceptos de izquierdas y derechas quedan un tanto obsoletos en este punto. Ya que China es un régimen autócrata puertas adentro y liberal en lo económico puertas para afuera y Trump cuando debió ser proteccionista en lo económico lo fue, pero se negó a “restringir” las libertades de las personas durante la pandemia del coronavirus. Entonces es muy difuso. El populismo es populismo sea de derecha o de izquierda.
En Argentina tenemos nuestro propio tipo de autocracias. Se dan generalmente en provincias del interior, en el conurbano y en las villas de emergencia de todo el país. El caso más representativo es el de Gildo Insfran, que acaba de volver a ser elegido gobernador ya nadie sabe por cuanta vez con más del 70% de los votos. Allí, se hace todo lo que Gildo dispone. La pobreza es inmensa, las libertades son inexistentes, ir a hacer periodismo a aquel lugar es un riesgo para la integridad física. Los niños son adoctrinados para amar al tío Gildo.
Por eso, la democracia puede no ser perfecta, pero su némesis Formosa. Y ese modelo formoseño fue propuesto nada más ni nada menos que por el todavía presidente Alberto Fernández. La alternancia es una manera indiscutible de que eso no sea posible. Algunos lo entienden, otros quieren ser eternos en el poder.
