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ANIBALADAS

abril 15, 202312 min read

– ¿Si vos amás a la Provincia y ves algunos candidatos a gobernador, te preocupás, no es cierto?

– Yo, la verdad que sí. La verdad que lo que siento es que la mamá y el papá en la provincia de Buenos Aires que está preocupado por la inseguridad, que está preocupado por los robos, que está preocupado porque se vende droga en el barrio, debería pensar en serio si Aníbal Fernández es la persona para manejar la Policía Bonaerense, que es manejar el cuidado de nuestros hijos.

– Cuando apagamos la luz, y nos quedamos a solas, pensamos en serio. Bueno, ¡imaginen a Aníbal Fernández conduciendo la Provincia!

Este diálogo sin desperdicio no es parte de los discursos de odio de la oposición sino de un spot de campaña del Frente Renovador. Una campaña dirigida por un tal Alberto Fernández y cuyo candidato a presidente era Sergio Massa. Los que dialogaban, preocupados por la inseguridad y el auge del narco en la Provincia de Buenos Aires, eran el diputado Daniel Arroyo y el candidato a gobernador Felipe Solá. Y el spot terminaba con una placa en blanco y negro que aclaraba la cosa para el votante con dificultades de lecto comprensión: “Drogas sí o drogas no, vos elegís”, decía. El candidato de “Drogas, no” era Solá. El de “Drogas, sí” es el actual ministro de Seguridad de la Nación.

La cosa terminó como siempre terminan las disputas internas en el peronismo, siguiendo el código de procedimientos establecido por los muchachos combatientes contra el capital. Es decir: con Alberto Fernández, que había dicho que Cristina era una traidora a la Patria, como Presidente designado por tweet por la misma Cristina; con Sergio Massa, que había dicho que la iba a meter presa, como presidente de la Cámara de Diputados de la Nación; con míster Hay-que-hacerse-los-Boludos Felipe Solá como Canciller de la República Argentina; y con Fideo-con-Gorgojo Daniel Arroyo como ministro de Desarrollo Social. Un elenco estelar que reíte de Titanic. Una Armata Brancaleone del siglo XXI que compartía honores en el mismo gabinete con el candidato de “Drogas sí”; un tal Aníbal.

En una trayectoria insólita, que solo se explica en un país gobernado por gente que odia el mérito, el pobre Aníbal llegó al más alto cargo de Seguridad de la Argentina después de haber fracasado como interventor de Yacimientos Carboníferos Río Turbio y de quedarse afuera en una elección a concejal de Pinamar. Lo esperaban, en el Gabinete de Alberto, Sergio, Felipe y Daniel. Todos unidos y organizados bajo el látigo de Cristina, porque los machos peronistas son como lobos marinos: se la pasan mostrándose los colmillos pero después terminan amontonados, compartiendo el pescado y los detritus del pescado, uno arriba del otro en medio del olor, felices de llevarse una tajada de lo que haya para llevarse y durmiendo la siesta apilados bajo el sol.

De todos estos personajes salidos del museo de cera de Scioli a los que el 48% de los votantes argentinos decidió darles una cuarta oportunidad de manejar los destinos del país, acaso el más ominoso sea Aníbal. Un combatiente del lado oscuro de la fuerza. Un heraldo de lo peor. Un guerrero suficientemente astuto como para no dejar pegadas sus huellas digitales en ningún chiquero pero funcional a todos los chiqueros y capaz de enunciar las mayores anibaladas que haya oído este país. Desde el apodíctico “La inseguridad es una sensación”, al resignado “Ganaron los narcos”, pasando por el delirante “Menos pobres que Alemania” y terminando en el psicodélico “Liberen a Milagro Sala, les dijo Bill Gates”, Aníbal es la voz de la sinrazón; la auténtica boca della verità del pensamiento justicialista; un Jauretche de los tiempos modernos reducido de bocón de oro a salvavidas de plomo por ocho décadas de decadencia y descomposición.

Una Armata Brancaleone del siglo XXI que compartía honores en el mismo gabinete con el candidato de “Drogas sí”; un tal Aníbal.

Agotados los stocks económicos y la paciencia de los ciudadanos, sus últimas declaraciones han perdido el tono jocoso y la comicidad involuntaria que supieron tener. Los días más felices suelen terminar así. Hoy, las palabras de Aníbal se parecen a aquella amenaza hecha al historietista Nik, al cual le hizo saber que conocía la escuela a la que concurrían sus hijos. “Las calles regadas de sangre y de muertos van a producir si tuvieran la posibilidad de llegar a ser gobierno”, dijo el Ministro de Seguridad esta vez, hablando de un futuro gobierno de la oposición. Y al día siguiente, agregó: “Ya pasó en los cuatro años anteriores. ¿No saben la represión que había en las calles? ¿No la vieron?”.

La vimos, la violencia en las calles, Aníbal. Claro que la vimos. Para no verla tendríamos que haber vivido en un baúl. Vimos  a los diputados de tu partido intentando un golpe institucional, arrebatándole el micrófono al presidente de la Cámara, patoteándolo y patoteando a los representantes de pueblo de la nación. Y vimos a los equipos coordinados de los troskos del gordo Mortero y la tropa de los intendentes del conurbano rompiendo los mármoles de la Plaza Congreso para arrojarle 14 toneladas de piedras a una policía desarmada, que resistió valientemente los intentos de quienes querían entrar al Congreso a lincharnos. Fue un 2001 frustrado. Fue otro episodio firmado por el Club del Helicóptero. Fue otro atropello organizado siguiendo el “Manual peronista de saqueos y desestabilización de gobiernos” que Cristina Kirchner denunció en 2012, señalando que se había utilizado para derrocar a De la Rúa y a Alfonsín.

Es que a los peronistas como vos, Aníbal, no les alcanza con haber arruinado el país gobernando 28 de los últimos 34 años. Necesitan también hacer imposible gobernar en los restantes seis. Bloqueando reformas imprescindibles y urgentes, como la del régimen laboral y el sistema de coparticipación federal, a través de sus mayorías parlamentarias; lo que es legítimo; y recurriendo a la violencia abierta cuando no le dan los votos, lo que no lo es. ¿Hasta dónde pensarán llegar?

Los odiadores seriales, gorilas y enemigos de la Patria recordamos también la Historia nacional y sabemos de qué partido político, el único, provino la violencia en Argentina. Fue el partido surgido del golpe de 1943, del que Perón fue vicepresidente y candidato a la presidencia de la nación. Fue el partido del General, que cuando volvió al país en 1975 lo esperaba la masacre puramente peronista de Ezeiza. Fue el partido del General que llegó a su última morada, en San Vicente, entre los piedrazos y tiros de las patotas de la UOCRA y Camioneros. Fue el partido cuyas alas derechosa e izquierdosa se masacraron concienzudamente durante años, el de los primeros exilios y desapariciones forzadas; el de las barras bravas futboleras y las patotas sindicales, el de los paros generales y la violencia en las calles cuando no gobierna el peronismo; el que en aquel 2001 en que la pobreza llegó al 38% salió a prenderle fuego al país mientras sus burócratas sindicales se esconden abajo de la mesa con la inflación por encima del 100% y la pobreza arriba del 42%, hoy.

Aníbal es la voz de la sinrazón; la auténtica boca della verità del pensamiento justicialista; un Jauretche de los tiempos modernos reducido de bocón de oro a salvavidas de plomo por ocho décadas de decadencia y descomposición.

¿Violencia política? Además del Partido Militar del cual Perón fue miembro conspicuo, solo el peronismo y sus furgones de cola guevaristas y trotskistas han aplicado violencia política en este país. No hubo Montoneros radicales, ni Triple A del PRO. Ni hay patotas sindicales y barras bravas futboleras organizadas por la Coalición Cívica. De manera que la anibalada de la semana, la de las calles regadas de sangre y muertos, debe tomarse como una amenaza de los detentores monopólicos de la violencia política en este país: los buenos muchachos del Manual de Saqueos y Desestabilización de gobiernos peronista; los que siguen hablando de los 38 “muertos de De la Rúa” cuando 25 de ellos cayeron en provincias gobernadas por el peronismo en las que el peronismo organizaba, a la vez, los saqueos y la represión.

Además, aunque el ministro de seguridad pretenda ignorarlo, las calles de nuestro país ya están regadas de sangre y muertos gracias a 20 años de doctrina Zaffaroni y de un Estado presente del lado de los victimarios. Si tiene dudas y si le da el cuero, señor ministro, dese una vuelta por La Matanza. Hay unos colectiveros que se lo van a explicar.

Fernando Iglesias
Fernando Iglesias

Diputado Nacional desde 2017, periodista y escritor.

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Fernando Iglesias

Diputado Nacional desde 2017, periodista y escritor.

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