En el maravilloso mundo de Alberto y su vocera estrella, la ex periodista Gabriela Cerruti, no existe el hambre. El 60% de pobreza infantil que, según el INDEC, existe en el país, en Cerrutilandia, no existe. Es que la otrora indignada de la “macrisis” no encuentra niños revolviendo la basura y, por ende, no existe. Extraño método de medición y de observar la realidad para alguien que alguna vez fue periodista.
No se puede ser buen periodista sin ser una persona decente y noble.
Pero en Cerrutilandia, los basurales de Luján o Concordia serían un invento de La Nación + y “La Costanera” en la zona oeste de la bella San Miguel de Tucumán sería un espejismo de paco, clientelismo y miseria creado por este cronista para contentar a sus patrones en los grandes medios.
En Cerrutilandia, la Argentina toda se convertirá en la “amada” tierra riojana en la que su gobernador instalará una ley “anti fake news” para prohibir noticias que desalienten a los compatriotas supervisado por el empleado ñoqui de la provincia de Buenos Aires, un tal Brissio. Un modelo fascista que de original no tiene nada pero que Nicolás Maduro lo llamó “El Ministerio de la Felicidad”. Por decreto se prohíbe toda noticia que el gobierno no considere noticia o buena noticia o vaya a saber con qué idea se levantan los gobernantes en Cerrutilandia.
En el imaginario mundo de Cerruti, los niños juegan en la basura y se divierten buscando un premio que este gobierno “nacional y popular” les obsequia por decenas de desperdicios y comida en mal estado. Los familiares de las víctimas de femicidios, como el caso Cecilia, les agradecen a sus gobernantes por la bondad de que sus candidatos a diputados maten “con piedad” a sus seres queridos y otros asesinos, como las dos hienas que acabaron con la vida de Lucio Dupuy, compartirán celda para “reinsertarlas en la sociedad”.
En el maravilloso mundo de Cerruti la taser estará prohibida pero algunas balas de gomo y plomo se le permitirán disparar a los gobernantes que odian a los chetos de Recoleta. En Formosa, en cambio, el plomo se tira a escondidas y los piedrazos, delante de las cámaras. Impondrán un concurso para arrancarle la cabeza a un periodista preguntón.
La comprensión de texto, en Cerrutilandia, no será motivo de análisis. Nadie entenderá nada más ni nada menos que lo dicte el gobernante. La repregunta estará prohibida y la pregunta será supervisada por sus equipos técnicos. No vaya a ser cosa que un cronista maleducado cordobés le falte el respeto al super ministro candidato.
Nadie cuestionará los 803 partidos políticos existentes, menos al oficialismo. Tampoco se dirá ni pio sobre los 5.250 millones de pesos utilizados para imprimir boletas. La inflación dejará de estar presente en los “malditos” canales y el blue será extirpado de las casas de cambio, excepto las amigas.
En Cerrutilandia, la revolución “de las viejas” tendrá su momento de éxtasis con un momento inolvidable y privado con el querido Alberto y nadie se atreverá a cuestionar los lujos de los poderosos. El avión privado será constante para no convivir con la masa de hambrientos que serán negados hasta el último de sus días. Los opositores serán condenados y los periodistas críticos deberán ser silenciados de una vez por todas y para siempre.
Cerrutilandia está a la vuelta de la esquina. Los argentinos nos hemos acostumbrado a convivir con la mentira, la desfachatez, el uso constante y sonante de los pobres, el clientelismo y el cinismo sin límites.
¿Qué pensará la sensible Cerruti del 2019 de la negadora serial de la crisis actual?
¿Cuál crisis?, se preguntan en Cerrutilandia.