La opinión pública vuelve a polarizarse. Sucedió en las elecciones presidenciales en Brasil. Sin embargo, hay que afinar el ojo para separar la paja del trigo. Jair Bolsonaro no es Mauricio Macri y Lula tampoco no es Cristina (o Néstor) Kirchner. 

El triunfo de Lula en primera vuelta era a priori un hecho y le permitía un respiro a la izquierda que había disfrutado de una victoria con la elección de Petro en Colombia pero había sido castigada con el Rechazo a la reforma de la Constitución en Chile.

Lula evitó apoyar públicamente a Cristina Kirchner en relación al lawfare denunciado por la vicepresidenta, aunque sí se solidarizó con el atentado con el que la amenazó “la banda de los copitos”. 

En un intento por ocupar el centro del espacio ideológico, Lula eligió como candidato a Geraldo Alckmin, quien fuera gobernador del estado de San Pablo y ex enemigo político. Si tuviésemos que imaginar un escenario local similar, tendríamos que pensar a CFK eligiendo a Gerardo Morales para que lo secunde en una fórmula presidencial para el año que viene.

Mientras tanto, Bolsonaro llegó a esta primera vuelta con una performance económica aceptable luego de haber atravesado la pandemia y frenando la inflación, logrando incluso un retroceso de los precios en julio. Más allá del resultado que logre en el ballotage, obtiene más escaños propios y aliados legislativos que los que pudo tener durante toda su presidencia.

Pero por otro lado, Bolsonaro muestra resultados exiguos comparados a los ochos años en los que Lula fue gobierno y 30 millones de brasileños alcanzaron a ser de clase media en un contexto de precios altos para los commodities que Brasil exporta.

Para esta segunda vuelta, Lula planteará una dicotomía entre autoritarismo e inclusión, mientras que Bolsonaro propondrá una elección entre comunismo corrupto y libertad.

Ya hemos visto a Lula denunciando una persecución judicial en su contra, ¿pero podríamos imaginarlo financiando déficit fiscal de forma crónica con emisión monetaria o congelando las tarifas de servicios públicos que pagan los paulistas? 

Si el eje de la institucionalidad acerca a Lula con el kirchnerismo, su política macroeconómica lo aleja de CFK y lo acerca a su contrincante Bolsonaro.

Un triunfo de Lula, que no está garantizado pero cuenta con chances de concretarse, seguramente genere un envión económico en el gobierno de Alberto Fernández. Pero al mismo tiempo, hace más evidente la necesidad que tiene el kirchnerismo de reformar (y reformarse a sí mismo ) el manejo de la política macroeconómica, fiscal y cambiaria, por lo menos si quiere mantenerse en forma como movimiento político con vida más allá del 10 de diciembre de 2023.