La entrevista que le realicé al padre de Cecilia Strzyzowski despertó la peor cara del periodismo: “Si no me da la nota, lo destruyo”. El padre que abandonó hace 20 años a sus dos pequeñas hijas por razones que sólo Gloria Romero y Miguel Strzyzowski conocen, habló unos minutos con este cronista para llorar la muerte de su hija y pedir justicia. Nada más. Su breve testimonio despertó una oleada de expertos en psicología disfrazados de periodistas, periodistas con el martillo de la justicia y una extraña aparición del abogado de la madre de Cecilia difamando a un padre ausente que no puede con su alma. 

 

Todos son víctimas. También la verdad y los datos. En medio de la mugre del puterío familiar, descorcha el poder político chaqueño y sus costosos empleados en la prensa. La frivolización del caso comenzó a devorarlo cuando las noticias dejaron de aparecer. Había que fabricarlas. El morbo desplazó al expediente judicial. 

 

Se pronosticaron hallazgos de pedacitos del cuerpo de la víctima, sangre que no era sangre, asfaltos con conclusiones estrambóticas y chanchos asesinos. Pero no se habló de lo que realmente importa: ¿Quién y cómo le garantizó la impunidad al Clan Sena para que hicieran lo que quisieran con Cecilia durante los cinco días posteriores a su desaparición? ¿Existieron llamadas telefónicas, chats o mensajes entre los Sena y el entorno de Jorge Capitanich? ¿Por qué el gobernador chaqueño le daba todo lo que pedían Sena y Acuña? ¿A cambio de qué? ¿Estaba al tanto Sena de la venta de drogas en su barrio? ¿Recibió presión la justicia federal para archivar las causas contra Emerenciano Sena durante la pandemia? ¿Por qué la mataron a Cecilia? ¿Que sabía? ¿Qué vio? 

 

¿Con qué objetivo están tratando de “acompañar” a la madre de Cecilia desde las oficinas del gobierno de Capitanich y desde el Ministerio de Género y de la Mujer de la Nación? 

 

¿Por qué pasó a ser el objetivo de los abogados de Gloria ensuciar al padre biológico de Cecilia en vez de buscar saber qué pasó con su hija? 

 

¿Qué espera la justicia para citar a declarar a Patricia Acuña, encubridora de lo sucedido tal como revelé en medios periodísticos, o la nueva referente del barrio de Emerenciano Sena que se encarga de llevarles los desayunos a los detenidos, participar en limpiezas express de “la casa del terror” y apretar vecinos que vieron “cosas raras” en el barrio? 

 

El periodismo cómplice tampoco informó sobre la insólita intervención de la Fundación de los Sena por parte de empleados del gobierno chaqueño. Quieren tapar el escándalo. Del silencio pasaron al operativo frivolizar la causa con puteríos familiares. Lo hicieron con el atentado a la AMIA, la ruta del dinero K, el asesinato de Nisman y tantos hechos de corrupción que vinculan a la plana mayor del kirchnerismo. Sino pueden comprar al familiar de una víctima, lo meten en el barro.

 

La tragedia de Once consiguió llevar a un juicio histórico porque los familiares se mantuvieron unidos y organizados. Lo mismo ocurrió con el caso María Soledad Morales. Hubo un periodismo que se hizo las preguntas que debía hacerse y repreguntó a los poderosos. 

 

No parece ser el caso de Cecilia con una familia desunida, un sector del periodismo más preocupado en el show mediático y en los operadores de siempre haciendo de las suyas. Son los que embarraron la cancha para despegar a Cristina Kirchner de la ruta del dinero de la obra pública de Lázaro Báez tras la aparición de Leonardo Fariña en su recordada cámara oculta con Jorge Lanata. 

 

Si los familiares de Cecilia no ven la película completa o se dejan cooptar por asesores de gobiernos, algunos responsables evitarán la condena en los tribunales de la justicia. 

 

¿Quién llevó como candidatos en las últimas elecciones a cuatro de los detenidos por asesinar a Cecilia?