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EL PALCO Y LA GENTE

julio 30, 202313 min read

Corría el año 2008, cierto ministro de economía del kirchnerismo cuyo nombre no voy a mencionar porque yo tampoco hablo nunca mal de mis aliados, decidió que el abusivo 35% de retenciones que el gobierno peronista K cobraba por la soja era muy poco y se le ocurrió subirlo aplicando un esquema de retenciones móviles. El campo se sublevó ante ese abuso, la grieta se abrió para nunca cerrarse, medio país se incendió y el Congreso tuvo la última palabra. Al principio, todas las esperanzas del sector agropecuario estaban en Diputados, donde los números parecían favorecerlo, según los cálculos de los poroteros de aquella hora. Así comenzó la sesión del 4 de julio, con cierta confianza en la capacidad de la Cámara de rechazar la Resolución 125. Pero durante la noche, acontecimientos misteriosos sucedieron, algunos se dieron vuelta, y a la mañana, la 125 obtuvo media sanción por 129 votos a 122 y dos abstenciones.

Después de 19 horas de sesión, Patricia Bullrich y yo fuimos los últimos oradores de nuestro bloque, y en nuestros discursos expresamos nuestro total rechazo a esa confiscación que lindaba con la negación de la propiedad privada. Veníamos de un par de meses de todo tipo de esfuerzos para apoyar la lucha del campo. En las rutas y en las reuniones de los autoconvocados. En las pantallas de televisión y en las movilizaciones callejeras. No fue fácil. Predominaba todavía la idea de que el campo era reducto de una misteriosa oligarquía vacuna y que los intereses de la mayoría de los argentinos estaban siendo afectados por el desmesurado afán de lucro de los piquetes de la abundancia. Recuerdo también con exactitud la noche en que la patota de Luisito Delira se abrió paso entre nosotros en su camino hacia la Plaza de Mayo repartiendo escupitajos y golpes; y que el día siguiente, desde un palco oficial que compartió con Aníbal Fernández y Cristina, el bueno de Luisito me acusó de haberle pegado a sus muchachos.

Después de 19 horas de sesión, Patricia Bullrich y yo fuimos los últimos oradores de nuestro bloque, y en nuestros discursos expresamos nuestro total rechazo a esa confiscación

Por mi parte, escribí un artículo en la dignísima revista Noticias de entonces titulado “Campo vs. industria en la sociedad de la información” en el que sostuve algunos conceptos que sonaron excéntricos entonces, como que el sector agropecuario no era de ninguna manera menos moderno y competitivo que el industrial, que un poroto de soja contenía más valor agregado que un bulón y que el campo era el más descentralizado, moderno y valioso sector productivo del país. Son cosas hoy dadas por evidentes pero que entonces causaron el escándalo de los unos y el interés de los otros. Después, el artículo sobre el campo y la industria en la sociedad de la información fue la base de la conferencia que doy todos los años gratuitamente para los alumnos del Curso de Formación de Dirigentes del CEIDA (Centro de Estudios e Investigación para la Dirigencia Agroindustrial) de la Sociedad Rural.

Lo que quiero decir es que Patricia y yo estuvimos con el campo en sus momentos más difíciles, mientras un gobierno peronista los confiscaba, un ministro de economía kirchnerista les aplicaba la 125 y muchos de sus actuales defensores se escondían abajo de la mesa, probablemente, porque el campo no medía bien en los focus group. Imagínense mi sentimiento al ver las fotos del presidente de la Sociedad Rural, Nicolás Pino, abrazando a Sergio Massa y Horacio Rodríguez Larreta esta semana, y enunciando en la inauguración un discurso todoeslomismista y sesgado en el que era imposible distinguir al oficialismo que esquilmó al campo de la oposición que lo defendió, y a quienes dentro de la oposición estuvieron en contra o a favor del campo, y escondidos o en primera fila.

“¿Cómo ha respondido la Sociedad Rural a la desidia y la agresión de los gobiernos?” se pregunta Pino, sin distinguir entre el peronismo que instaló las retenciones en el año 2002 y las subió sistemáticamente hasta el 35%, y el gobierno de Cambiemos, que las eliminó para el trigo, maíz y girasol, y bajó la de la soja del 35% al 30% apenas asumió, y las fue bajando 0,5% por mes, hasta que la crisis cambiaria lo obligó a subirlas; aunque a valores bien inferiores a los de 2015. Por si hubieran dudas, según datos de la FADA (Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina), la participación del Estado en la renta agrícola era del 94.1% a fines de 2015 (Cristina), del 56,4% a fines del 2019 (Macri) y volvió al 74.6% en junio de este año (Alberto).

“¿Cuándo será el día en que un Gobierno saliente no deje al siguiente un campo minado de problemas por estallar? ¿Cuándo será el día en que el Gobierno que asuma no se queje de la famosa ‘pesada herencia recibida’?”, se pregunta el señor Pino sin ser capaz de diferenciar a quienes dejaron en 2015 déficit energético, primario y comercial, atraso cambiario y tarifario, cepo y brecha cambiaria del 50%, de quienes entregaron el gobierno en 2019 con superávit comercial y energético, equilibrio primario, tarifas razonables y cambio competitivo. En suma, un país con las cuentas en regla y listo para crecer que fue sacrificado nuevamente en el altar del populismo a partir del año 2019.

“El Poder Legislativo descuida su trabajo. Estamos en julio y las sesiones de los legisladores pueden contarse con los dedos de la mano; dejan a nuestro sector sin leyes fundamentales, desconectando a la Argentina de la evolución tecnológica, o fuerzan sesiones sin sentido con el único fin de manipular al Poder Judicial”, sostiene el presidente de la Sociedad Rural, repartiendo culpas a troche y moche sin hacer distinción. Pero las leyes que necesitan el campo y toda la economía argentina (baja de impuestos y del gasto fiscal, unificación del mercado cambiario, apertura al mundo, etc.) están en los proyectos de la oposición, que no pueden tratarse y aprobarse porque no tenemos la mayoría y porque el oficialismo peronista se opone. Además, los que fuerzan sesiones con el objetivo de manipular al Poder Judicial son también parte de este gobierno indudablemente peronista, y no logran imponerlas gracias a la resistencia de la oposición; es decir: de Juntos por el Cambio. Si no, ya estaríamos en Venezuela.

En suma, un país con las cuentas en regla y listo para crecer que fue sacrificado nuevamente en el altar del populismo a partir del año 2019.

“El Estado actúa como socio desleal y forzoso a través de impuestos confiscatorios, discriminatorios y distorsivos, en todos los niveles: nacional, provincial y municipal. Lo hace a través del manejo del tipo de cambio, que obra como un instrumento de apropiación de la legítima rentabilidad del productor”, sostiene. Pero los cuatro gobiernos kirchneristas han subido sistemáticamente los impuestos y los dos últimos han impuesto el cepo, mientras que Cambiemos unificó el mercado cambiario, bajó los impuestos a nivel nacional y sancionó un pacto fiscal que obligaba a las provincias hacerlo en sus jurisdicciones; acuerdo levantado a pocos días de asumir por Alberto Fernández.

“Se deben terminar las grietas en Argentina” sostuvo, enojado y apodíctico, el presidente Pino, mientras les hacía un guiño a los dirigentes opositores a los que había privilegiado con los mejores lugares en el palco. Pero se olvidaba de que la grieta se abrió precisamente en el año 2008, cuando el peronismo kirchnerista agredió a los productores agropecuarios de todas las maneras posibles y algunos de la oposición usamos esa grieta como una trinchera desde la cual defender a los sectores productivos, a las instituciones republicanas, a la propiedad privada y a las libertades individuales.

¿Para qué seguir? Ya tenía nuestro empresariado demasiado corporativismo en sangre, demasiado todoeslomismismo proveniente de los expertos en mercados regulados que han hecho su fortuna transando con el peronismo y el Estado, como para que el presidente de una de las instituciones representativas del sector privado más dinámico se uniera a ese coro. ¿Qué decirles? Que la fantasía del peronista moderado, republicano y promercado que viene a restituir el país normal que el propio peronismo destruyó es eso: una fantasía. Una fantasía que acaba de encarnar Alberto Fernández y que hemos pagado ya muy cara. Y que la ilusión de que será posible disminuir la presión impositiva y el gasto fiscal sin tocar los intereses corporativos que encarna el peronismo o sin que los defiendan con los habituales modos del Club del Helicóptero es también una ilusión. No estaría mal que quienes fueron agredidos por unos y ninguneados por otros se acuerden de quienes lo defendieron en aquellos momentos, los difíciles. De lo contrario, continuarán repitiéndose escenas como las de la inauguración de la Exposición Rural; con algunos dirigentes subidos al palco y otros disfrutando de la ovación y el cariño de la gente.

Fernando Iglesias
Fernando Iglesias

Diputado Nacional desde 2017, periodista y escritor.

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Fernando Iglesias

Diputado Nacional desde 2017, periodista y escritor.

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