“Nos están dejando una situación peor que la de 2015 y una bomba armada para el pueblo argentino [a través de la] utilización abusiva de instrumentos financieros en pesos ajustados en dólares con tasa de interés imposible de pagar o en dólares a tasas usurarias… El gobierno nacional no hace más que especular con dejar una bomba de tiempo al próximo gobierno… intenta irresponsablemente desplazar el impacto al día después de las elecciones”. El comunicado de la Mesa Nacional de Juntos por el Cambio desató una previsible catarata de reacciones. “Lo que están buscando es que el Gobierno tenga una crisis financiera” advirtió el frustrado ministro Álvarez Agis. “Golpistas que quieren que el país se incendie para salvar su rédito electoral” fue lo menos que nos dijeron. De la exactitud o inexactitud del diagnóstico, ni mención. De una de sus afirmaciones centrales (“El Banco Central compró deuda pública por el equivalente a 2,3 % del PIB, burlando los fines límites al financiamiento del Tesoro que fija su carta orgánica”), que constituye un delito), ni acuse de recibo. El país de Elizondo. Siga, siga…
Daría risa si no diera bronca. Sería fácil recordarle al peronismo quiénes son los que han conspirado sistemáticamente para que ningún gobierno no peronista terminara su mandato en las nueve décadas que fueron desde Alvear a Macri. O mencionar el “Manual de saqueos y desestabilización peronista” que planificó los derrocamientos de Alfonsín y De la Rúa a manos del peronismo bonaerense, según la descripción por cadena nacional de la peronista Cristina. O repasar las declaraciones de los futuros ministros menemistas que en 1989 dijeron que no pagarían las deudas asumidas por el radicalismo y terminaron de detonar la economía para llevarnos a la hiperinflación. O el bombardeo contra la Convertibilidad y el 1 a 1 iniciado por el peronismo en 1999, y no antes; es decir: no bien terminó el mandato de Menem y comenzó el de De la Rúa.
Pero no hace falta ir tan lejos. Basta recordar las declaraciones de Alberto Fernández durante el año electoral de 2019. Antes de las PASO: “Tenemos un default encubierto de la deuda en dólares”, “Vamos a dejar de pagar los intereses de Leliq ” y “Toda la Argentina sabe que el dólar está retrasado”; además de las falsas filtraciones después de las PASO, como la de Pagina12: “Durante el encuentro los enviados del FMI advirtieron que luego de las primarias se generó un vacío institucional y sugirieron la conveniencia de adelantar las elecciones”, emitida después de la reunión entre los delegados del FMI y Alberto, Cecilia Todesca, Nielsen y Cafiero, y desmentida a las tres de la mañana de Washington (único episodio en la Historia) por un comunicado del propio Fondo: “El FMI desmiente categóricamente que miembros de la delegación actualmente presentes en Argentina hayan sugerido adelantar las elecciones presidenciales por supuestas preocupaciones acerca de un hipotético ‘vacío de poder’. En ningún momento hablaron en estos términos”. Esto decían los que hoy lagrimean conspiraciones. Quien mejor lo describió fue uno de mis twitteros preferidos, @davidvincent97: “El peronismo llorando desestabilización. Si vivís lo suficiente, llegás a ver de todo”.
Sería fácil recordarle al peronismo quiénes son los que han conspirado sistemáticamente para que ningún gobierno no peronista terminara su mandato en las nueve décadas que fueron desde Alvear a Macri.
En cuanto a las acusaciones de que la oposición promueve una devaluación brutal, un default de los bonos en dólares, de las Leliq o los depósitos en pesos, sería bueno recordarles a los muchachos peronistas que los antecedentes históricos más cercanos de todas estas medidas son: 1) la pesificación asimétrica de Duhalde y Remes Lenicov (que les dio pesos devaluados a los que habían puesto dólares, devaluó cuadruplicando el valor del dólar en dos meses y licuó los ingresos argentinos aumentando 2% salarios y jubilaciones con una inflación superior al 40%); 2) el plan Bonex de Menem y Erman González (que reventó los plazos fijos en pesos dándoles bonos a 10 años que cotizaron 19% del valor de los ahorros), y 3) los dos default con canje de la deuda en dólares, sancionados también por gobiernos peronistas: los de Rodríguez Saá, Néstor Kirchner y Lavagna, y el de Alberto y Guzmán. Nada similar sucedió cuando gobernó la oposición, pero así son los psicópatas: siempre listos a destrozar las reglas y a acusar de sus crímenes a los demás.
Además, todo esto es lo menos grave. Lo verdaderamente grave es la bomba de tiempo que otra vez prepara el peronismo para dejarle a los ciudadanos y al futuro gobierno; como siempre, gracias los que festejan cuando el peronismo revienta la tarjeta y, cuando se dan cuenta de que se terminó la fiesta, ponen el fierro caliente en manos de la oposición y esperan que solucionen veinte años de despilfarro en cuatro años. Lo grave es la situación descripta por la Mesa Directiva de Juntos por el Cambio: “Durante el gobierno de Alberto Fernández, el endeudamiento público tuvo un aumento récord: creció el equivalente a 83.000 millones de dólares, lo que generó una crisis de financiamiento en pesos que tuvo su epicentro de junio de 2022. Desde entonces, el Banco Central se vio obligado a comprar deuda pública por el equivalente a 2,3 % del PIB”. Al pago de esta deuda, colocada a tasas siderales en dólares y que duplica en volumen la del FMI, se agrega un retraso tarifario similar a los de 2015 y el Rodrigazo, un retraso cambiario mayor al de 2015 y la Convertibilidad, y la total imposibilidad de acceder a financiamiento internacional a tasas razonables desde las PASO 2019, cuando quedó claro que se venía Alberto y el riesgo-país saltó de 971 a 1957 puntos porcentuales en dos días. Sumémosle una pobreza superior al 40% entre los adultos y al 50% entre los menores y una economía estancada, con 100% de inflación anual y que está entrando en estanflación. Si eso no es una bomba de tiempo, la bomba de tiempo: ¿dónde está?
Lo verdaderamente grave es la bomba de tiempo que otra vez prepara el peronismo para dejarle a los ciudadanos y al futuro gobierno
Lo grave es también que Rubinstein, el panquecoso viceministro de economía a cargo de la gestión, no se dedique a bajar la inflación sino a criticar a la oposición. Hablo del mismo Rubinstein que alguna vez twiteó: “Para mí, sumarse al kirchnerismo sería como decir: ‘Soy un idiota, pero Vivan Néstor y Cristina, carajo’”, “Miles de ñoquis, corrupción al máximo, perversión a más no poder, ignorancia por doquier. Ese fue el ‘Estado presente’ de Cristina. Una basura”. El mismo que escribió en una sesuda nota: “Al revés de lo que muchos piensan, Cristina Kirchner deterioró la solvencia financiera más que Macri. Mientras que durante el segundo gobierno de Cristina se perdieron nada menos que us$35 mil millones de dólares (un 80% del préstamo del FMI), durante Macri, las reservas netas terminaron creciendo us$11 mil millones”, y concluyó “La ex presidenta Kirchner es la gran responsable de todo este entuerto de deuda porque dilapidó un superávit fiscal primario de casi 4 puntos del PBI, llevándolo a un déficit de 4 puntos. Francamente, imperdonable”. El mismo Rubinstein que poco después, al aceptar su cargo, agradeció a la Reina y su bufón presidencial por el honor: “Quiero destacar la amplitud del gobierno de incorporarme al equipo a pesar de comentarios agraviantes de mi parte en redes sociales que no correspondía efectuar”. ¿Autor de esta telenovela de la auto-humillación militante? Panqueque Rubinstein, viceministro de panquecazo Massa. Las esperanzas blancas del establishment argento nac&pop.
Hoy, nadie sabe si el plan Bomba de tiempo de los panqueques explotará o encontrará en su camino expertos capaces de desactivarla cortando los cablecitos justos en el orden preciso. Lo que casi todos los argentinos han comprendido es de quién es la responsabilidad. Lo que todos sabemos es que quienes pueden desactivar la bomba están del lado opuesto de la grieta al de los inútiles que la generaron. Por mi parte, solo le pido a Dios -y a Massa, Rubinstein y todos los siniestros incapaces que han sido capaces de reventar la tarjeta al mismo tiempo que aumentaban la pobreza, como Martín Guzmán y Kicillof- que nos devuelvan la tierra arrasada de la que tanto se quejaban en 2019. Para eso, en un año tendrían que reducir el déficit primario del 2% del PIB al 0,4%, bajar la deuda pública en us$83.000 millones y aumentar las reservas netas del Central a us$11.371 millones, que les dejamos en 2019. No pretendo que las Leliq aumenten 20% las jubilaciones, como juraron en la campaña, pero al menos desarmen la bola de nieve que crearon después de haber prometido su liquidación. Sería bueno también que las tarifas cubrieran de nuevo el 65% del costo de la energía y que el tipo de cambio multilateral vuelva a ser de 124p como en 2019, y no el 95p actual, que ya recorrió más de la mitad del atraso cambiario hasta los 69p de la Convertibilidad. Finalmente, consumidos todos los colchones y reventada nuevamente la tarjeta, habría que bajar la emisión si quieren bajar la inflación, que no se debe a la maldad de los almaceneros sino a que triplicaron la base monetaria de $1.734 millones a $5.291 millones; una cifra que explica bien el 300% de inflación acumulada desde diciembre de 2019.
Devuélvannos la tierra arrasada de diciembre de 2019. Solo eso les pedimos, compañeros. En vez de eso, nos están dejando una situación peor que la de 2015, como señala el comunicado de la oposición. Casi 100.000 millones de dólares extras de endeudamiento, bomba de las Leliq, muchos más cepos y trabas regulatorias, el doble de brecha cambiaria, casi 10% más de pobres, mayor atraso cambiario y tarifario, caos institucional y corrupción. De corregir eso deberían ocuparse los panqueques a cargo de nuestra economía, en vez de seguir estirando la mecha de la bomba al precio de aumentar la magnitud de la probable explosión.