“Cada provincia dictará para sí una Constitución bajo el sistema representativo republicano”. “El Gobierno federal interviene en el territorio de las provincias para garantir la forma republicana de gobierno”. Por las dudas de que los artículos 5 y 6 de la Constitución Nacional no fueran suficientemente claros salió enseguida el compañero José Luis Gioja a contar que ya había le habían dicho todos a Uñac que no podía presentarse y lo siguió el voluminoso Manzur, que presuroso se bajó de su candidatura.
Darían gracia si no dieran pena. Pena por el país y pena por la legión de obsecuentes peronistas a los que les importó poco inmolar su escaso prestigio jurisconsultivo en el altar del feudalismo provincial en emergencia. Empezando por nuestro presidente, abogado e hijo de un juez, que se sintió obligado a ofrecer una cadena nacional en apoyo de nuestros señores feudales, y terminando por Sergio Massa, que abogado no es, ni economista, a quien le reflotaron picantes tweets sobre el feudalismo tucumano.
Lo más impresionante fue la reacción automática de defensa corporativa de las reelecciones ilimitadas de todo el peronismo: kirchneristas, no kirchneristas, semi-kirchneristas y kirchneristas ma non troppo salieron juntos, mejor coordinados que las chicas de un ballet acuático, a ejecutar sus monerías. Porque, ya se sabe, los muchachos peronistas que todos unidos triunfariola viven agarrándose a las piñas en lo que tenga que ver con la economía, la seguridad y todo aquello que afecte la vida de los argentinos, pero se ponen rápidamente de acuerdo cuando se trata del poder y la impunidad.
Es el peronismo, compañeros, y todos los conocemos, incluso el 48% que los votó para enviarle un mensaje a Macri y recuperar el asado y hoy sufre de constipación por exceso de polenta. Todo Pejota. Y si salieron a incinerarse bancando los papeles flojos de dos impresentables, alguna razón habrá. Más precisamente, esta.
San Juan y Tucumán son dos de las provincias en las cuales la mitad de los trabajadores tiene empleo en el Estado. En Tucumán, el 74% de los recursos con los que se pagan esos empleos provienen de la coparticipación federal. En el de San Juan, la cifra llega al 84%. Rara casualidad, el peronismo sanjuanino gobernó esa provincia 29 años de los últimos 32. En Tucumán, sacando los cuatro de Bussi, los muchachos vienen gobernando duro y parejo desde 1983. No es todo. En las desastrosas elecciones legislativas de 2021 en las que el peronismo obtuvo el peor resultado de su historia, San Juan y Tucumán formaron parte de las únicas ocho provincias en las cuales el peronismo ganó pese a la debacle general. ¿Las otras? Salta, Chaco, Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja y Formosa. Todas, feudos peronistas. Mitad de ellas, con empleo estatal por encima del 50%. Las otras, por arriba del 40%. ¿Cuánto cubre de los presupuestos provinciales que pagan esos sueldos la coparticipación federal? Desde el 77,8% de Salta al 93,6% de la gloriosa Formosa gobernada desde 1995 por su majestad Gildo Insfrán. Es la Feudalia peronista, con su sector productivo privado reducido al mínimo y sometido por la burocracia y la exacción fiscal; y con su estado elefantiásico e ineficiente, que reduce a los ciudadanos a siervos de la gleba. Con su atraso peronista, su sometimiento kirchnerista y su clientelismo nacional y popular.
Lo más impresionante fue la reacción automática de defensa corporativa de las reelecciones ilimitadas de todo el peronismo
El peronismo kirchnerista, no kirchnerista, semi-kirchnerista y kirchnerista ma non troppo salió masivamente a defender los feudos del Gran norte y aledaños porque esos feudos son, junto con la CGT, uno de los sostenes permanentes de su poder medieval. El otro bordea la Capital Federal. Son los diez grandes distritos del conurbano bonaerense que han sido gobernados de manera ininterrumpida desde 1983 por el peronismo: Almirante Brown, Berazategui, Ezeiza, Florencio Varela, Hurlingham, José C. Paz, La Matanza, Malvinas Argentinas, Merlo y San Fernando. Sumados, superan los 5.700.000 habitantes y constituyen la mayor provincia argentina con una sola excepción: la de la provincia de Buenos Aires, de la que forman parte. Sobra decirlo, en esos diez distritos todos los índices de bienestar se encuentran muy por debajo de las medias nacional y del conurbano. Pobreza, violencia, miseria, inseguridad, narcotráfico, rejas, entraderas, calles vacías después de las siete, falta de cloacas, de agua potable, de red de gas, de transporte, de luz, escuela y hospital. Junto a las provincias del Norte, los diez municipios feudalizados por los barones del conurbano son la gran fábrica de pobres creada por el peronismo para reducir sus habitantes a la servidumbre y mantenerse en el poder provincial y nacional. Si esta semana salieron en manada a defender los feudos es porque percibieron la amenaza de que el fin de las reelecciones ilimitadas de gobernadores e intendentes podría acabar con las fábricas de pobres que los argentinos supimos conseguir votándolos.
El feudalismo norteño y el del conurbano son una parte fundamental del proyecto peronista, sostenido en las dos grandes fábricas de pobres cuyo motor fue la otra gran noticia semanal: la inflación. Todos conocemos bien los números: 8,4%, la inflación mensual, la más alta en más de 20 años; 108,8%, el acumulado anual; 10,8% mensual, la inflación en indumentaria y vestido; y 10,1%, la inflación alimentaria, la segunda más alta del mundo. Un desastre agravado para las personas de menores ingresos y que anticipa una pobreza por encima del 42%. La fábrica de pobres.
La comparación objetiva de los datos demuestra que los grandes picos de aumento de la pobreza en Argentina no correspondieron a políticas de ajuste neoliberal sino a procesos inflacionarios populistas. De 1974 a 1976, gracias al Rodrigazo, la inflación pasó de 40% al 347%, y la pobreza se quintuplicó. De 1980 a 1983, la inflación fue de 87% a 433%, y la pobreza casi se cuadruplicó. De 1986 a 1989, pasamos de 82% a 4.923%, y la pobreza se cuadruplicó. De 2001 a 2002, fuimos de una deflación del 1,5% a una inflación del 41%, y la pobreza aumentó 50% en un año.
El feudalismo norteño y el del conurbano son una parte fundamental del proyecto peronista
Es la inflación, estúpido; y no el ajuste, la impulsora de las fábricas de pobres en nuestro país. Y comenzó en un año preciso: 1945. La Argentina tenía una inflación baja y descendente hasta entonces, con una media anual 1810-1945 que había sido del 2,1% anual y que de 1900 a 1945 había bajado hasta el 1,61%. Fue entonces, en 1945, con Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión preparando su candidatura presidencial, que la inflación saltó al 22,6% y se mantuvo en guarismos inusualmente altos durante años, hasta desembocar en el 50,2% de 1951. Ya no hubo marcha atrás. Se puede acusar con justicia a las demás fuerzas políticas de no haber sido capaz de controlarla. Pero su introductor en la economía argentina fue el peronismo. Y lo hizo dos veces de manera innecesaria y con el único propósito de aumentar el consumo insustentablemente, fabricando artificialmente aquellos “días más felices” que le permiten hacer demagogia electoral. La primera, ya descripta, ocurrió durante el primer gobierno de Perón, cuando los lingotes de oro abarrotaban el Banco Central, Inglaterra nos debía miles de millones y tuvimos la fortuna de nuestro primer gran boom de los precios de los commodities: el de postguerra. La segunda, durante el gobierno de Néstor Kirchner, que arrancó con un país que crecía al 7%, tenía superávit gemelos y precios de la soja que se duplicaron en pocos años y a pesar de todo eso le dio a la maquinita hasta llevar la inflación del 3.7% anual de 2003 al 22.8% de 2008. Habiendo podido desarmarla, sin ninguna razón que no fuera la de su permanencia en el poder, Néstor la sextuplicó.
La inflación es producto de la emisión, que a su vez es producto del déficit fiscal, que a su vez es producto del financiamiento de la patria subsidiada peronista, desde los empresarios prebendarios a los planeros, los gobernadores feudales del norte y los barones del conurbano feudal. El feudalismo y la inflación no son accidentes ni errores sino la parte sustancial del proyecto peronista para la Argentina. Creer que el peronismo actuará en su contra es una forma de la ingenuidad o de la rendición.
¿Por qué habrían de modificar los gobernadores feudales el régimen que les permite mantenerse en el poder a costa de los impuestos aportados por la Capital, las provincias del centro y los sectores productivos del país? ¿Por qué apoyarían una reforma del inicuo sistema fiscal argentino los barones de los diez grandes distritos del conurbano bonaerense cuyos niveles de pobreza y marginalidad son alarmantes? ¿Por qué habría de actuar el peronismo en contra de los intereses de la Patria Subsidiada, ese territorio hecho de jubilaciones regaladas, discapacidades truchas, expertos en mercados altamente regulados y empleados estatales supernumerarios del cual el peronismo es la dirección política consciente y lúcida? ¿En nombre de qué deberían traicionar las estructuras que ellos mismos construyeron con tanta paciencia, pasión y devoción? Quienes aspiran a cambiar el sistema clientelar corporativo argento contando con el peronismo no K para llegar al 70% tienen aquí algunas preguntas para contestar.