No era ninguna novedad que el jefe de gobierno de la CABA
terminase presentando su pre candidatura a presidente. Por empezar, porque
viene trabajando en eso desde que era asesor de Palito Ortega hace 25 años.
Segundo, porque si había alguna figura que iba a tratar de dar pelea hasta el
final por convicción intima sin importar el contexto, era Larreta.
Tercero porque, aunque se ha desgastado en la opinión pública, sigue estando
entre los que tienen más posibilidades. Al mundo de la política nunca le
cupieron dudas de que iba a dar este paso, sin dar lugar a negociaciones que lo
bajen de su aspiración.
Ahora entra una nueva fase que será la más compleja de todas
hasta las primarias de agosto, casi 6 meses en dónde se mostrará realmente de
qué madera está hecho el personaje. Primero, porque no sabe aún quiénes serán a
ciencia cierta sus competidores internos, empezado por la indefinición
deliberada del emir de Cumelén. Segundo, la tendencia de voto no lo
encuentra en el mejor momento (aunque tampoco en el peor). Tercero, su
principal competidora sí está luciendo sus mejores números del último año,
siendo más importante la película que la foto.
Entre Horacio y Patricia
Está clara la diferencia de estilos entre Horacio y Patricia,
siendo que cada uno trata de resaltar el aspecto que le conviene. Mientras él
lee que la mayoría social está harta de la grieta y la violencia discursiva,
ella mira el fastidio que la mayoría tiene con el desorden, el liderazgo de Cristina
y el desdibujamiento del presidente, lo que la convence de ser la contrafigura
de ese estado de situación. Pero ¿cómo? ¿no es contradictorio? ¿es la misma
mayoría social o son mayorías diferentes? Bienvenido/a lector/a al laberinto de
la opinión pública. Si fuese sencillo resolver ese galimatías no haría falta
contratar consultores.
Ambas facetas son ciertas… dependiendo cómo y cuándo se lo
mire. No existe una realidad en blanco y negro, sino una cantidad de matices
acentuados por la incertidumbre que transita la Argentina y la crisis
socioeconómica, más allá del crecimiento del PBI. ¡Qué problema! Entonces ¿hace
falta un liderazgo fuerte, con coraje, o un liderazgo moderado y consensuador?
Si esto fuera un laboratorio de química, se debería poder establecer cuánta
dosis se necesita de ambos factores. Vayamos a tratar de ilustrar un poco este
nudo gordiano.
Si en las próximas elecciones asiste a votar la media
histórica post 2003, sin duda que prepondera el peso del centro moderado para
ganar, oscilante, por cierto. Ese segmento le creyó mayormente a Macri en el
balotaje de 2015 y luego a Alberto con Cristina en 2019. Demás está decir que
vía fiesta del consumo contribuyeron a los dos triunfos de CFK, para saber de
qué estamos hablando. Sin embargo, tuvimos un baldazo de agua en 2021 –votación
solo legislativa- con una caída de la participación llamativa para la tradición
cultural. Los especialistas anduvieron con lupa buscando quiénes se quedaron en
casa para proyectar escenarios. Todo indica que claramente el más perjudicado
fue el oficialismo en su voto blando, no movilizable por las estructuras
territoriales. ¿Volverán esas oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a
colgar? Imposible de predecir, pero damos dos pistas: 1) una elección que puede
ser un parte aguas en la historia debería alentar una mayor asistencia, y 2) la
demanda de cambio es tan grande que podría licuar la indiferencia reinante. Por
supuesto, dependerá además de qué oferta tenga el Frente y qué entusiasmo
despierte “Juntos por el Conflicto”.
El Hilo de la Historia
Volviendo al hilo de la historia que estábamos contando,
esos y esas que se quedaron en casa, si se hartaron del Frente, ¿quién los
podría seducir más? ¿el moderado o la aguerrida? Atención porque la respuesta a
esta pregunta podría ser el Santo Grial de 2023. Volvamos a los datos. Horacio
tiene más potencial en el votante media bajo y bajo que Patricia, y obviamente
en el opositor blando más que en el duro. En el voto a Macri 2019 están mano a
mano, pero el alcalde penetra mucho más en el segmento que se inclinó por
Lavagna hace 4 años, que no es mucho pero acá cada centavo cuenta. Dado que
falta una eternidad para la pelea del siglo, todo debe ser tomado con muchas
pinzas, pero son pistas.
Cuanto más nos acerquemos al momento culmine, más vetas
aparecerán por el camino, como, por ejemplo, quién podrá domar al potro salvaje
que es hoy la realidad argentina. A priori, el análisis más elemental diría que
a un carácter más indómito le debería corresponder un liderazgo más corajudo.
Pero… ¿qué pasa si se instala la sensación de que un exceso de coraje puede
hacer que vuele todo por el aire a poco de empezar el próximo mandato? ¿la
mayoría social y el establisment empresarial y mediático no caerán en la cuenta
de que piloto tibio es mejor piloto arriesgado? La que vota es “la gente”,
pero no solo su opinión es la que cuenta.
Con toda razón Patricia podría decir que lo importante es
mostrar liderazgo fuerte para ganar y después se verá cómo se las arregla para
gobernar. Veremos cómo reacciona ante eso la sociedad golpeada por la pandemia,
la de las tres frustraciones seguidas, la que está más inclinada a votar por el
menos malo porque no hay nada que la entusiasme demasiado. También tiene razón
la presidenta del PRO cuando dice que es ridículo pensar en consensuar con
Cristina, Grabois y Baradel, entre otros, aunque más no sea por
el distanciamiento ideológico. No estoy tan seguro que no se pueda negociar con
Massa y Moyano, pero eso es tema para otra nota.
Por lo pronto, el final de la historia de esa puja de
estilos y de formas de salir de la crisis está por escribirse y falta mucho. No
hay nadie que esté “volando” en las encuestas; sí hay tendencias que deberían
preocupar a él y alentar a ella. En todo caso, ninguno de los dos debería ser
tibio a la hora de pegar los volantazos estratégicos que imponga la dinámica.
Habemus Horacio, diría el otro Horacio, el principal
poeta lírico y satírico de la lengua latina, en la Antigua Roma.