El juicio por la muerte de Fernando Báez Sosa nos lleva a replantearnos la naturaleza de nuestra especie. ¿Nacimos para estar juntos o para sobrevivir separados?

Desde los albores del pensamiento moderno, que podemos ubicar en el período que arranca luego del paso por este mundo de Sócrates, por el 400 ac. Su método era sencillo preguntar, preguntar y preguntar. A partir de allí la humanidad occidental comenzó en un período de evolución cultural, tecnológico, político, económico y social sin freno.

Thomas Hobbes, Jean-Jacques Rousseau y John Locke entre el 1600 y 1700 sentaron las bases de la filosofía política y los pactos sociales por los cuales los seres humanos decidimos confiar en el otro y en otros para que controlen el poder coercitivo (fuerzas de seguridad) y los destinos sociales y económicos de las civilizaciones.

El Estado

Con diferentes miradas del ser humano y matices del Estado, se construye esa noción simbólica que protege a cada ser humano que habita una porción de la tierra. Pero esta forma nace muchísimo tiempo atrás. Con la conformación del ser humano mismo.

Hace miles y miles de años la erupción de un volcán llenó de ceniza el cielo y apagó la luz. Todo se congeló. Casi todo en la tierra murió. Sin embargo, un grupo de cientos de personas sobrevivieron a ese período y gracias a ellos estamos vivos hoy.

Es imposible pensar, o imaginar, el miedo y la incertidumbre que ese puñado de sobrevivientes sintieron. Es innegable que se protegieron entre sí de alguna manera que desconocemos y nos dieron la chance de generar una civilización que puebla cada rincón de nuestro planeta el día de hoy.

La Cultura

Pero ser humano es algo más que sobrevivir. La cultura es lo que nos diferencia del ser animal. La civilización no es más que un hecho cultural. Desde las producciones artísticas hasta las costumbres nos hacen ser lo que somos.

De ahí que hablamos de la “Cultura” de un hecho en particular, como por ejemplo “la cultura barrabrava”. Aquí definiremos esto como una propiedad que tienen los humanos de comportarse de determinada manera cuando están en masa. Con la diferenciación de un toque de argentinidad.

Por ejemplo, en Europa, también existe esto, pero son llamados “ultras”. La máxima expresión se da en las canchas donde las barras detienen el pacto que todos hicimos con el estado, y dan vuelta la cosa. Por ejemplo, la policía en vez de protegernos de los violentos, los protegen a ellos cuando se trasladan. En vez de estacionar libremente en un espacio público, se les paga a ellos, lo que ellos decidan, y así con cada uno de los negocios. Mientras que un hincha común tiene que ir horas antes del partido, los barras tienen su lugar guardado en el medio de la tribuna.

Esto no está escrito en ningún lado, pero la ley de la cultura barra brava es así y la respetan tanto ciudadanos como la clase política y las mismas fuerzas de seguridad. Y si bien aquí está la demostración más burda de esto, pasa en todos los ámbitos de la sociedad. Coimas para poder hacer negocios, extorciones sindicales, privilegios de amistad para acceder a beneficios que brinda el estado.

La cultura popular

Cuanto más nos adentramos a los barrios populares, antes llamadas villas, menos presencia del estado existe. Así como los barras tienen su estado paralelo, en dichos barrios las cosas funcionan a su manera, con un agravante que es la paulatina pero cada vez más rápida irrupción del narco dentro de los barrios, que se van haciendo amos y señores de esos lugares.

Paradójicamente este mundo es muy llamativo para la clase media, que imita el lenguaje carcelario (por lo menos en argentina y américa latina si sos pobre y vivís en un barrio marginal tenés muchas más chances de ir preso), costumbre, rituales, etc. Suenan las palabras de los rugbiers aduciendo que “habían cagado a palos a unos chetos”.

La violencia no es propiedad exclusiva para nada de dichos barrios, pero ante la ausencia de normas escritas (pacto social) muchas disputas se resuelven a las piñas, a los tiros y se forman peleas de barrios contra barrios.

Muchos aprovechan esta situación de vulnerabilidad para hacer negocios, como por ejemplo el narco. Sin embargo, vivimos en un tiempo de extrema vulnerabilidad global y social que lleva a las masas a actuar de manera irracional, tan irracional como festejar una muerte. Estos asesinos son conocidos ¿Cuántos más hay sin que sean noticia?

La violencia como norma

Llegamos al punto tal en que una mala maniobra de un automovilista puede terminar en una riña a muerte. Que un empujón en un boliche lleve a que una manada de salvajes mate a piñas y patadas a un chico.

¿Cómo sobrevivimos a la época glacial y no podemos vivir en paz en sociedad? Esta columna no tiene una respuesta para eso.