En un rato se definirá el futuro de la Selección Argentina de Fútbol. Independientemente del resultado hay cosas que no van a cambiar. Solamente un poco el estado de ánimo.
Decía una periodista famosa. Muy famosa. Que le preocupaba el resultado de Argentina contra México, porque si Argentina perdía, los problemas sociales se agudizaban. “El violento se pone más violento, el que toma, toma más” y así seguían sus ejemplos. Y, desde un punto de vista tiene razón. Pero exigirles a los jugadores de futbol de un equipo que de ellos dependa si una persona es golpeada o no, o si un niño llora o no, es por lo menos no entender lo que representa el deporte como fenómeno cultural.
De cualquier forma, en algún momento, si así la selección ganara la Copa del Mundo, en algún momento eso terminará y la inflación va volver a ser la preocupación de todos. Los chicos que no tienen para comer, seguirán sin comer, y, sobre todo, nuestra cultura destrozada seguirá en terapia intensiva.
Nuestra forma de ver el país, llega a una situación de sálvese quien pueda, yo me salvo solo y que a todos nos salve Messi. Este párrafo parece combatir el mérito. Lejos de eso. Fuera del mal o bien funcionamiento del estado que hemos trabajado larga y profundamente, la solidaridad está mal entendida en nuestra sociedad. Cuando hay una inundación o símil, todos damos lo que nos sobra. Pero pocos dan lo que no tienen, por ejemplo, su tiempo.
Es un concepto un poco encriptado y dentro de nuestro ser como para entenderlo desde uno mismo. Basta ver un poco lo que pasan los medios para entenderlo.
Por ejemplo, diputados aprobó la media sanción de alcohol cero en el volante. En un programa de radio se cruzaron un empresario de productos vitinícolas y una madre del dolor. La mujer le pregunta al empresario si tenía hijos, y que sentiría si un conductor alcoholizado le quita la vida a uno de sus hijos. Muy altanero el hombre le dijo “la educación comienza por casa” y que él tiene la conducta apropiada para saber si debe o no conducir. ¿Se van dando cuenta?
Luego, la semana pasada una discusión en un boliche, terminó con un muerto de una bala en la cabeza. Hasta ahí, historia conocida. Lamentablemente conocida. Pero no fue como siempre, o como lo conocíamos. Parece que la bronca venía de antes, y uno de los agredidos, fue a “tirotearle el auto, como siempre hace”. Una forma de marcar territorio. Pero “con mala suerte” un balazo le atravesó la cabeza. Paradójicamente el baleado vivía muy cerca de una institución sanitaria, y los vecinos y familiares tuvieron que llevarlo empujando el auto. Nadie de la clínica se acercó.
Esto son solo dos historias, de dos extremos sociales, un empresario de uno de los productos más codiciados del país, y otro un chico de un barrio marginales. Ambos desprecian la vida de los demás. Ambos quieren su beneficio. Seguramente ambos se pongan tristes si argentina pierde, igual que todos. No digo que la mayoría de la sociedad sea como ellos dos. Pero como dijo Dolina hace poco, “malos tipos hubo siempre, pero hoy en día hay una cantidad grandísima de hijos de puta”.
