Boca Juniors jugó en la semana contra un equipo colombiano de poca historia. Como el equipo venía de perder varios partidos, como su recién estrenado DT había perdido los dos que había jugado hasta el momento, como el rival a priori no representaba un hueso duro de roer, el gol de los colombianos cuando promediaba el segundo tiempo hizo rugir la bombonera al famoso grito de “Jugadores, la c,,,, de su madre” y “la camiseta de Boca, se tiene que transpirar”. De la nada, o casi de la nada, el peor jugador del partido, el peruano Luis Advíncula, la clavó de zurda en un ángulo y en el último minuto, Varela con un cabezazo lo ganó. Los insultos se cambiaron por pedidos exitistas de victorias épicas.
¿Cómo pasa esto? Esta forma de ser del hincha es un clásico del deporte, y principalmente del hincha y fundamentalmente del hincha argentino o rioplatense. Sin embargo, muchas veces esto lo trasladamos a la vida real. Muchas veces lamentablemente. Malvinas es un caso emblemático. Del apoyo y el vitoreo al “Galtieri cagón salí al balcón”. Del Capitán Beto a meme Fernández y tantas otras cosas que podemos ver en el futbol, lo vemos en la política y en la vida.
Muchas cosas más también. El resultadismo, la búsqueda de la verdad absoluta (líricos o defensivos). También es cierto, muchas veces se rescatan valores como el esfuerzo y el trabajo en equipo, aunque también muchas veces se deja de lado que la suerte puede cambiar la suerte de mucha gente. Si la pelota entra es una historia, si la pelota sale. En el fútbol y en la vida real.
El Ciudad de Caseros.
El domingo pasado jugaron Estudiantes de Caseros y Deportivo Madryn. Una tarde lluvia, no muy fría, pero si muy pringosa que daba más ganas de quedarse en casa durmiendo la siesta, pero por suerte la promesa de ir con mi hijo me permitió vivenciar algo que nunca había visto en una cancha, y pocas veces en la vida real.
El mismo grito ofensivo contra las progenitoras de los jugadores se escuchaba en las tribunas del pincha de Caseros. Los hinchas que habían ido en buen número pese a la lluvia y a la mala campaña se expresaban disconformes. Sin embargo, pasó la magia.
Un hincha que estaba delante mío se enojó porque criticaban a los jugadores, mas sí merecía insultos el técnico, pues le había ido mal en los anteriores equipos y además ahora le iba mal en Estudiantes. Otro hincha se había molestado porque criticaban al arquero, clave en el buen arranque del torneo que luego caería en un montón de derrotas y empates. Y así sucesivamente cada uno daba su parecer de que necesitaba y qué le faltaba al equipo. Todas opiniones dispares, pero en un marco muy “cordial” y hasta de escucha.
Tanto que cuando terminó el partido, más que algún insulto al DT, se repartió entre aplausos a los derrotados jugadores. Esa transformación mágica del impulso inicial de insultar a los jugadores, a una deliberación como en una polis griega, dio esperanza. Si todos los otros aspectos, malos y buenos se pueden llevar a la vida real, esa convivencia también se podría llevar a la política argentina y lo que es mejor a la vida social.
Esto no es estar de acuerdo con el falso dialogo larretista o querer ser el presidente que el fin a la grieta, no es la unión argentina. Es todo lo contrario. Es un conjunto de distintas opiniones conviviendo en un espacio y tiempo conjunto sobre un mismo tema y sin arrancarse los ojos ni matarse por opinar distinto. La palabra clave de este artículo es convivencia. Lo que le falta a la democracia argentina que le sobra hipocresía y personalismo. En la polis de la Popular/Platea de Estudiantes, por lo menos, durante unos minutos existió ese anhelo. Ojalá sobreviva.