¿GANAR PERDIENDO O DESACTIVAR LA BOMBA?
Se anunció finalmente el acuerdo con el fondo y el gobierno respira aliviado por haber comprado tiempo y por desdibujar la cancha de la oposición que deambula entre “apoyos con reservas hasta conocer la letra chica del entendimiento”, que será evaluado por el Congreso, tal cual lo expresado en un comunicado de prensa de JXC; y silencios que esconden aceptación.
¿Alcanzará el entusiasmo del oficialismo y la levemente positiva reacción del mercado para enfriar la temporada alta de crispación que vivimos durante Enero? La misma que recalentó la economía e hizo volar el tipo de cambio paralelo, al tiempo que alimentó el insaciable deseo de los agoreros de turno que pronostican una inflación cercana al 70%” …
Por otro lado, la obsolescencia de la matriz energética desnudó la debilidad del sistema de generación y distribución eléctrica y dejó a miles de usuarios a oscuras, reinstalando la discusión acerca de los subsidios y el acceso a servicios públicos esenciales de calidad. Desde el gobierno se habla de la sequía que afecta la cota de los principales embalses que alimentan las centrales hidroeléctricas, el pico de calor récord y por supuesto la falta de inversión de las empresas distribuidoras durante el ciclo macrista, hasta ahí “la tormenta perfecta”.
Pero también se reivindica la reactivación del aparato industrial post pandemia y la política de inclusión social que le permite a cada vez más argentinos acceder a las comodidades antes reservadas para las clases sociales más acomodadas. Entonces ¿Es sustentable fomentar el consumo, incentivar el acceso a compras financiadas con tasa negativa y subsidiar la energía, si no logramos desarrollar un plan de infraestructura que asegure su funcionamiento?
En este contexto, se vuelven a agitar rumores de nacionalización de empresas, poniendo en relieve ese extraño récord que tiene Argentina, donde conviviendo bajo un mismo signo político se definen liderazgos que representan ideologías, concepciones económicas y estrategias de desarrollo antagónicas.
José Roberto Dromi
“Nada de lo que deba ser estatal, permanecerá en manos del Estado”
Textual de Roberto Dromi, Ministro de Obras y Servicios Públicos del gobierno peronista a fines de la década del 80, ejecutor del plan de privatizaciones mediante la “ley de reforma del Estado” sancionada en agosto de 1989.
Este récord se materializó con los ejemplos más acabados de las contradicciones en materia económica del movimiento, la venta y posterior nacionalización de YPF y Aerolíneas Argentinas. Las contradicciones ideológicas son mas dolorosas porque comprometen la vida y dejan secuelas mas profundas en la sociedad.
Toda la discusión vuelve a estar atravesada por las condiciones del acuerdo, que todavía no han sido debidamente presentadas y aprobadas por la instancia máxima del FMI, ni por el parlamento argentino, pero que todos dan por cerrado.
Desde el ejecutivo dirán que evitaron el default sin arriesgar la recuperación económica, por no comprometerse a una reducción inmediata del déficit (se plantea el objetivo de déficit cero para 2025), convenientemente fuera del período del actual gobierno; tampoco se exigen reformas estructurales en lo laboral y previsional, sindicatos agradecidos. Pero el semáforo comienza a encenderse justamente cuando se habla de reducción de subsidios a la energía, tema que monitorea personalmente CFK, allí se filtra el fantasma del ajuste.
La misma Cristina, que se manifestó hace unos días utilizando su medio preferido, una carta abierta en sus redes sociales, adelantando que no alentaba el default pero fiel a su estrategia de elegir a sus enemigos (viene eligiendo al mismo desde hace tanto que parece haber perdido creatividad), responsabiliza a Macri y habla de “las dos pandemias”; haciendo referencia a las consecuencias económicas que debimos afrontar durante el año pasado, por causa del COVID-19 y del pago de los servicios de la deuda contraída por el ex presidente.
Además de la elección de los contendientes, un cuadro político con capacidad estratégica debe saber cuando ocupar el centro de la escena, y cuando es conveniente oxigenar la propia imagen para que el desgaste natural del liderazgo no confluya con el agotamiento de los ciclos económicos que arrasan con los proyectos, por mas hegemónicos que pretendan ser.
Recuerdo cuando entrevisté a un dirigente que supo ser referente de uno de los movimientos sociales con poder territorial más representativos del primer kirchnerismo y le pregunté acerca de los supuestos errores de estrategia electoral que se cometieron en la campaña de Daniel Scioli, él leyó inmediatamente el meta mensaje y me respondió: ¡No! Cristina no quería que Daniel perdiera las elecciones, sólo quiso condicionarlo fuertemente colocando figuras muy identificadas con su “núcleo duro” en lugares específicos como la vicepresidencia o la gobernación de la provincia de Bs As.
Es contra fáctico especular si Scioli hubiera podido romper el cerco y desarrollar un liderazgo con su impronta, prefiero analizar una realidad donde el rival elegido pagó el costo político del cierre de la brecha cambiaria, la corrección de los precios de los servicios públicos y terminó volviendo al FMI que le otorgó el préstamo mas grande de su historia para financiarse durante el año en el que se jugaba su reelección.
Volviendo al presente, durante los dos primeros años de mandato de Alberto Fernández se observa un desgaste acelerado de la legitimidad obtenida en las elecciones de fines del 2019, que tuvo su tensión máxima después de las PASO de 2021. La erosión del caudal electoral, el desgaste evidente en su capacidad de ser la amalgama entre el cristinismo y el massismo hace pensar que su gobierno está atravesando el “síndrome del segundo mandato”, curva descendente que desemboca indefectiblemente en un cambio de signo político después de dos períodos de gobierno, condición que fuera tipificada como bipartidismo con alternancia; en donde elección, reelección y cambio de partido se suceden con una cadencia constante que libera las tensiones propias de la competencia electoral.
¿Será este un nuevo ciclo corto? ¿Como pasó con Macri o con el inefable Trump?
¿Hay que rearmarse a partir del acuerdo con el FMI para garantizar la reelección, o mejor ganar perdiendo?
Habrá que preguntarle a Cristina.