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LECCIONES NO APRENDIDAS SOBRE LA DOLARIZACIÓN

septiembre 17, 202314 min read

El verdadero problema de la sociedad argentina no es que cometa errores. Muchos otros países han cometido errores de magnitud mayor que los nuestros. El verdadero problema argentino es nuestra incapacidad para aprender de los errores que cometemos. Tropezar varias veces con la misma piedra; esa pasión nacional.

En 1991, dos años después de la hiperinflación de Alfonsín y a un año de la de Menem, el gobierno argentino decidió liberarse de la maquinita de imprimir billetes promulgando la ley de Convertibilidad. Obligados a no emitir más pesos que la cantidad de dólares disponibles en el Banco Central, ese compromiso nos ató al dólar, dejando al país sin inflación pero también sin política monetaria. ¿Qué lecciones extraer de esa experiencia?

En primer lugar, que para dolarizar a un nivel compatible con la supervivencia de la población argentina es necesario licuar pesos a través de una hiperinflación o una liquidación de activos; o ambos. Adiós ahorros y adiós salarios y jubilaciones. La Convertibilidad de Cavallo fue un eficaz remedio contra la inflación pero antes pasó por una doble hiperinflación (1989, Alfonsín, y 1990, Menem) y, en el medio (1989), por el plan Bonex de Erman González, que confiscó los ahorros en pesos reemplazándolos por bonos a diez años que cotizaban al 30% del valor original: una pérdida de valor del 70% real. Pero gracias al sesgo peronista de la información argentina asociamos las miserias de aquellos años a la hiperinflación de Alfonsín y nadie se acuerda del plan Bonex ni de la hiperinflación de Menem. Los días más felices peronistas siempre tienen buena prensa. Los días infelices, también peronistas, no.

Hoy, la situación es aún peor que entonces porque las reservas son negativas. No hay un dólar en el Banco Central ni existe una dolarización sin dólares. Diga lo que diga el celular del león, tampoco hay quien nos preste a tasas menores del 20% anual en dólares (como indica el riesgo-país) excepto -acaso- los chinos. ¿A qué precio? Mejor no averiguar.

La segunda lección de la Convertibilidad es que renunciar a la política monetaria es eficaz para reducir la inflación… siempre que se mantenga el déficit fiscal bajo control. Menem resolvió el problema con los ingresos provenientes de las privatizaciones. Y cuando se agotaron, recurrió a la deuda: 23.849 millones de dólares fueron incorporados al presupuesto mediante la venta de empresas estatales, de los cuales el 81% fue a alimentar el gasto del sector público nacional. Y cuando ya no hubo más nada para vender y los ingresos por privatizaciones descendieron a cero, el peronismo aceleró el endeudamiento, alcanzando un récord de 2,7% del PIB en 1994.

Diga lo que diga el celular del león, tampoco hay quien nos preste a tasas menores del 20% anual en dólares (como indica el riesgo-país) excepto -acaso- los chinos. ¿A qué precio? Mejor no averiguar.

El resultado del peronismo heterodoxo de Menem no fue diferente al de los peronismos ortodoxos de Kirchner y Perón. Pan para hoy y hambre para mañana. Días más felices peronistas que terminan en días infelices para todos los argentinos. Del 10,6% de crecimiento inicial de 1991 al -3,4% de 1999; año que precedió la derrota electoral frente a De la Rúa y comienzo de una crisis recesiva que duraría cuatro años y destruiría el 20% del PBI; con récords insuperados de pobreza, indigencia y caída de la economía en el peronista año de 2002.

No estoy cuestionando la conveniencia de las privatizaciones ni hablando de los muchos aciertos económicos del menemismo, como la apertura del mundo y el rol central del sector privado. Estoy criticando la medida menos liberal que tomó Menem: la fijación de un precio central de la economía argentina (el dólar) mediante una ley del Estado. Y estoy señalando las necesidades de financiación que inevitablemente genera dolarizar, y que nos llevaron del doping de las privatizaciones al doping de la deuda. Fue cuando los mercados comenzaron a cuestionarse la capacidad de Argentina para pagarla que todo se desmoronó.

También aquí, hoy es peor. Argentina carece de empresas estatales con valor de mercado para la venta y su acceso al crédito internacional es nulo. La dolarización sin dólares se torna así en un misterio religioso: nadie lo sabe explicar.

Otra lección que revela la experiencia de la Convertibilidad es la fragilidad de una economía que carece de política monetaria. La Convertibilidad funcionó hasta que surgieron factores externos desestabilizadores. El primero de ellos fue el efecto “tequila” mexicano, que elevó el desempleo al 17%. Le siguieron el “vodka”, el “caipirinha” y la caída de los tigres asiáticos. A medida que se desarrollaba la crisis de los emergentes y las inversiones caían, el crecimiento argentino se desplomaba. El golpe definitivo llegó en1999 con la devaluación de Brasil, que privó a la economía argentina -especialmente, a su sector industrial- de toda competitividad y volvió a llevar el desempleo al 17%.

La lección, aquí, es simple: la dolarización en cualquiera de sus formas implica una pérdida gradual de competitividad de la economía argentina; ya que es utópico pensar en mantener por mucho tiempo el mismo nivel de inflación y de mejora de la competitividad que los Estados Unidos; lo que lleva necesariamente a acumular atraso cambiario.

Todo lo cual se complica por un factor que no afecta a países dolarizados pero unitarios, como Ecuador: la existencia en Argentina de provincias autónomas que, en la mayoría de los casos, mantienen su déficit fiscal. A fines de los Noventa, cuando los gobernadores argentinos se dieron cuenta de que no podían pagar los sueldos provinciales con los recursos provenientes del Estado nacional, emitieron monedas paralelas como Lecops y Patacones bonaerenses y los Bogarcha chaqueños; cuyo nombre lo dice todo.

Hoy, adivinen, es peor. Especialmente, porque en el improbable evento de un gobierno nacional dolarizador ninguna de las provincias correspondería a su signo político. ¿Qué les impediría bombardearlo mediante la emisión de monedas provinciales? Por más que alguien demuela el Banco Central nadie podía evitar esa emisión. Sería además, un doble negocio -político y económico- para el peronismo. Ignorarlo es ignorar la realidad.

El resultado del peronismo heterodoxo de Menem no fue diferente al de los peronismos ortodoxos de Kirchner y Perón

En 2001, a pocos meses del fin de ciclo de la Convertibilidad, las encuestas registraban una aprobación popular cercana al 80% de la población. Por supuesto, todos los que en 2001 estaban a favor de la Convertibilidad habían olvidado las dramáticas medidas confiscatorias que diez años antes la habían permitido (dos hiperinflaciones que licuaron los salarios y las jubilaciones, y el plan BONEX, que licuó los ahorros). Además, al mismo tiempo que le exigían a De la Rúa que mantuviera su promesa electoral de sostenerla se le pedía que solucionara mágicamente los desequilibrios inevitables después de diez años ligados a la moneda más poderosa del mundo: pérdida de competitividad, balance comercial negativo, recesión, pobreza y desocupación crecientes. Algo similar parece estar sucediendo hoy, cuando muchos sostienen la dolarización al mismo tiempo que parecen ignorar sus consecuencias inevitables, que la casi totalidad de los economistas y agencias económicas argentinas y del exterior señalan.

Si la dolarización sin dólares es un misterio, más enigmática aún es la propuesta de dolarizar una vez que los problemas básicos de la economía argentina estén resueltos. Algo así como ir al médico y que nos recete un medicamento maravilloso que solo podemos comenzar a tomar una vez que estemos curados. Primero hay que bajar el déficit fiscal reduciendo el gasto, corregir las distorsiones de los precios relativos, salir del cepo cambiario que ahoga nuestro crecimiento y nuestras exportaciones, provocar un shock de confianza que aliente las inversiones y genere empleo genuino; nos dicen. Lo que no nos dicen es en qué punto este programa libertario difiere del que proponen Melconian y los economistas de Juntos por el Cambio.

Lo que nos lleva alguna pregunta obligada: si es posible estabilizar y normalizar la economía sin dolarizar, ¿cuál es el sentido de la dolarización? Porque si lo que se trata es de tirar la llave e impedir la vuelta de la maquinita inflacionaria se van a necesitar importantes mayorías legislativas que quienes proponen dolarizar no están en condiciones de alcanzar. Aún en el hipotético caso de que obtuvieran el 40% en las elecciones generales, solo controlarían el 20% de la Cámara de Diputados y el 13% del Senado. Un diputado de cada cinco, un senador de cada siete, ningún gobernador y ni un solo intendente. Una situación de debilidad mucho peor que la que tuvo que enfrentar Cambiemos en 2015, y que obligó a negociar permanentemente con el peronismo, a hacer concesiones con tal de que algunas medidas se aprobaran, a moderar toda reforma para lograr que pasara el filtro de las cámaras, y a renunciar a muchas de ellas por su manifiesta imposibilidad parlamentaria, como en el caso de la democratización de las asociaciones sindicales y la reforma laboral. Moyano. Barrionuevo. La casta.

También de la experiencia de 2015-2019 hay mucho que aprender si no queremos tropezar con la misma piedra. Que el gradualismo no parece ser una receta que funcione en un país corporativo como el nuestro, por supuesto. Que los cambios tienen que ser profundos y aplicarse de entrada, desde ya. Pero también que la voluntad de cambios rápidos y profundos tiene que estar acompañada de una estructura política capaz de sostenerlos: gobernadores, intendentes, diputados y senadores dispuestos a impulsarlos sin aceptar los chantajes de la única casta existente y consistente, la casta peronista, cuya hegemonía política ha destrozado medio país.

Fernando Iglesias
Fernando Iglesias

Diputado Nacional desde 2017, periodista y escritor.

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Fernando Iglesias

Diputado Nacional desde 2017, periodista y escritor.

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