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LOS CUATRO ERRORES QUE NOS TRAJERON HASTA AQUÍ

agosto 11, 202310 min read

No importa desde qué lado de la grieta se lo mire, el año 2001 marcó un antes y un después en la política argentina. La caída de la Convertibilidad y el derrocamiento de De la Rúa configuraron una nueva era. En la anterior, el Partido Justicialista y la Unión Cívica Radical habían sido los protagonistas de un sistema bipartidario que definía y distribuía las opciones de poder. En la que siguió a aquel diciembre sangriento, tomaron su relevo el kirchnerismo y el PRO, dos novedades que subordinaron a los dos grandes contendientes dentro de esquemas y alianzas impensables pocos años antes.

Desde entonces, el peronismo kirchnerista gobernó 18 de los 22 años transcurridos e hizo todo lo posible para no dejar gobernar durante los cuatro años de gobierno del PRO y Cambiemos. Los resultados están a la vista. No hay un solo indicador económico social que haya mejorado desde aquel dramático 2001 cuyas cifras de pobreza e indigencia nos parecían escandalosas y que hoy hemos superado ampliamente. Por el contrario, el país se encuentra sumido en la peor de sus crisis a pesar de haber gozado por muchos años de los mejores términos de intercambio comercial en sus 200 años de historia. Un ventenio de precios internacionales extraordinariamente favorables a la Argentina que termina hoy en un país cada vez más dividido, pobre y atrasado.

¿Cómo fue que llegamos hasta aquí? ¿Qué permitió al mismo partido que había acumulado los desequilibrios que estallaron en aquel diciembre de 2001 reconvertirse y conservar el poder por veinte años de la mano de dirigentes como los Kirchner que habían tenido un rol principalísimo durante los Noventa? En mi opinión, los errores cometidos no fueron uno solo sino cuatro. Todos, de gran actualidad dado que una parte de la oposición y muchos votantes parecen estar dispuestos a repetirlos.

Primer error, después de la caída del gobierno de Alfonsín la oposición al peronismo creía imposible gobernar el país sin integrar al peronismo a su coalición. La “pata peronista”, como se la llamó. Lejos de brindar apoyo y gobernabilidad, el Frepaso encabezado por Chacho Álvarez terminó siendo decisivo en el derrocamiento de De la Rúa, operando a favor del peronismo más allá de sus compromisos institucionales y sus alianzas circunstanciales. La secuencia de acontecimientos muestra las huellas dactilares del sujeto conspirador. Fuera cierta o falsa la afirmación, varios senadores peronistas fueron acusados de cobrar coimas para aprobar una ley de modificación del régimen laboral por un sindicalista peronista, Hugo Moyano, los denunció y le puso título a los “hechos”, jamás comprobados por la Justicia. La Banelco. Después, un senador peronista se ubicó convenientemente en la línea de sucesión presidencial, el vicepresidente de la nación peronista renunció a su cargo, y cuando la situación económico-social se hizo crítica porque la Convertibilidad creada por Menem no daba para más, el peronismo aplicó su “manual de saqueos y desestabilización de gobiernos”, como como lo llamó Cristina Kirchner. Así fue derrocado un mal gobierno constitucional y republicano para reemplazarlo por otro mucho peor y golpista. ¿La pata peronista? Bien, gracias. Operó a full a favor del golpe. Y sin embargo, la idea de la pata peronista supuesta garante de gobernabilidad aún forma parte de una idea de la construcción de poder que buena parte de la oposición no logra superar a pesar de sus pésimos resultados.

Segundo error: ninguna de estas maniobras habría tenido lugar sin el concurso de otro desacierto opositor fundamental; el de haber elegido para el rol presidencial a un dirigente, De la Rúa, honesto y preparado pero que se reveló incapaz de tomar las medidas rápidas y profundas que eran imprescindibles para evitar la crisis. Las demoras, los titubeos, las idas y venidas, y la indecisión que caracterizaron a aquella administración; su incapacidad para enfrentar a un peronismo en crisis de abstinencia de poder, fueron cruciales para el desenlace. No decidirse a salir de la Convertibilidad ni a sostener el programa de ajuste de López Murphy necesario para mantenerse en ella, fue decisivo para el estallido de la crisis económica y la caída del Gobierno, y para la llegada al poder del peronismo duhaldista, cuyo resultado final fue, en términos sociales, mucho pero al de cualquier ajuste.

Tercer error, a cargo de la sociedad argentina, fue aquel “Que se vayan todos” basado en la convicción de la culpa igual e indistinta de todos los miembros de la clase política. Todoeslomismismo avant la lettre. Para 1998, un peronismo embarcado en el tradicional afán reeleccionista de sus presidentes archivó los consejos de Cavallo sobre la conveniencia de reemplazar el dólar por una canasta de monedas y decidió pelear por la reelección a fuerza de déficit fiscal y atraso cambiario, dejando una bomba de tiempo que De la Rúa fue incapaz de desactivar. Para el momento de la crisis, con el poder en manos opositoras, fue fácil para el peronismo aprovechar la consigna populista del “Que se vayan todos” para hacerse con el poder. Lejos de irse, los ganadores del “Piquete y cacerola, la lucha es una sola” fueron los peores dirigentes de los Noventa: Duhalde, y después, sus herederos designados; aquellos jóvenes y honestos abogados venidos desde el lejano Sur: Néstor y Cristina.

Pero la historia suele dar revancha, y después de la caída de De la Rúa la oposición al peronismo tuvo en 2003 una oportunidad enorme; y la desperdició. Fue el cuarto error fatal: la división de la oferta electoral opositora. El 25 de mayor de 2003, Néstor Kirchner asumió la Presidencia después de haber ganado las elecciones con el 22% de los votos, mientras que las listas encabezadas por dos actuales miembros de Juntos por el Cambio, Ricardo López Murphy y Elisa Carrió, obtuvieron el 16% y el 14%. Si hubieran logrado conformar una alianza sus posibilidades de acceder al gobierno habrían sido altísimas. Considerando lo sucedido luego gracias al boom de los commodities, estaríamos viviendo hoy en un país mucho mejor al presente. Y sin embargo, aquella unidad no fue posible. ¿Culpa de los dirigentes, solamente? No parece. Los que votaron a López Murphy difícilmente habrían aceptado hacerlo por Lilita, y los que votaron a Lilita difícilmente habrían votado a López Murphy. Radicados prejuicios entre Derecha e Izquierda, dos categorías irrelevantes para la política argentina de este siglo, hicieron imposible un acuerdo y habrían hecho difícil, probablemente, su triunfo electoral y su gobierno. El resultado han sido los veinte años de hegemonía peronista que nos han traído hasta aquí.

Uno: la imprescindibilidad de la pata peronista. Dos: los liderazgos débiles. Tres: el populismo del “Que se vayan todos” y el voto antisistema. Cuatro: la división de la oferta electoral opositora. Fueron cuatro los errores que nos trajeron a este país que hoy se desangra, y resurgen como amenaza en este 2023 en el que la Argentina se juega una última carta. Son el producto de balances errados, historias olvidadas y faltas no asumidas, y de un sesgo de la información y de la Historia que han hecho imposible que aprendamos de nuestros errores más evidentes. La pata peronista, los liderazgos débiles, el voto antisistema y la división de la oferta electoral opositora tienen hoy representantes tan obvios que no hace falta mencionarlos. Ojalá seamos, los dirigentes y los ciudadanos argentinos, capaces de evitar su repetición. Ojalá estemos a la altura de los desafíos.

Fernando Iglesias
Fernando Iglesias

Diputado Nacional desde 2017, periodista y escritor.

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Fernando Iglesias

Diputado Nacional desde 2017, periodista y escritor.

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