Universos paralelos, una salida de emergencia, el amor de Adonis.

No estaba seguro, la salida de emergencia no estaba muy lejos. Tenía la opción de tomarla con solo caminar hacia ella. Los hombrecitos que corrían hacia ambos lados con unas flechitas verdes eran el primer pensamiento, la primera sensación. Adonis no quería hacer otra vez lo que tantas veces había hecho, huir, pero busco una excusa para hacerlo. Un mensaje de texto que le dijera no vengas, pero le salió mal. No decía vení, tampoco andate. Así que fue. En otro universo habría dicho no vengas. En otro no habría mandado el mensaje. Hay tantos universos como decisiones que tomamos. Hay una salida de emergencia, por cada página de nuestra vida que necesitamos dar vuelta.

Hace muchos años le había pasado lo mismo, pidió clemencia porque su debilidad no le iba a dejar afrontar la situación, pero le respondieron que si no se enfrentaba a las situaciones nunca superaría nada. Tenían razón, pero nuestro inseguro amigo no estaba listo para eso. Sin embargo, le hizo caso y se aventuró. De esa manera vivió dos años intensos y sintió que la fuerza más importante del universo era el amor. Esa línea invisible que une galaxias y mundos, que mantiene la estabilidad de la razón y la sin razón. Nunca más sintió lo mismo. Sí algo distinto, otro tipo de amor, cuando la vida le regalo su tesoro más precioso, su descendencia.

En este universo, por lo menos, nunca supo bien que fue lo que paso, pero lo supone. En cierto momento de su vida, ella necesitaba alguien que esté siempre. No en un sentido obsesivo, si no alguien con quien contar. Alguien que no le falle. Y el le había fallado en algunas situaciones, sin quererlo, pero lo hizo. Ahí la perdió. Pero es solo una conclusión unilateral, una respuesta que después de tantos años perdió vigencia, proscribió, ya sanó y se perdonó.

“No, tu no sabes que por las noches sueño contigo”

Nunca más sintió lo mismo, pero ¿Por qué se quiere sentir lo mismo? Los psicólogos le llaman zona de confort. El problema pasa porque todos somos individuos y subjetivos. Nadie le va a hacer sentir a mi querido Adonis lo mismo. Lo difícil, es sentir algo. No necesariamente lo mismo, no necesariamente distinto. Sentir y nada más. Hacía años que más allá de Jacques, no siente nada. Eso no lo hace infeliz, todo lo contrario. Pero tampoco lo llena.

Llegó el momento de partir y esta vez estaba un poco más listo, pero no del todo. De eso se dio cuenta después. La salida de emergencia estaba otra vez ahí, las azafatas les pedían amablemente a las personas que estaban sentados en esos asientos que leyeran las instrucciones extras. Esos asientos que están en la puerta que salva vidas (¿salva vidas? ¿Cuántas personas sobreviven a una tragedia aérea? Tema para otro texto), llevan instrucciones extras y los pasajeros de ser posible, tienen la opción de cambiar de lugar. El viaje de ida estaba bastante vacío. Pasaron unos minutos y arrancó.

Se acordó de la última vez en el sur del país. Fue con una mochila gigante y repleta de cosas que no servían para nada. No llegó a estar cinco días aquella vez, vació la mochila lo más que pudo y se volvió. Pero no fue suficiente, faltaba muchísimo por vaciar. Y lo hizo, tanto que ahora la mochila era un bolsito. La compu, auriculares, un par de remeras, un par de pantalones, ropa interior y un abrigo. Se había vaciado todo de verdad. Al punto tal de que ahora le faltaban cosas.

La tensa calma del viaje presagiaba algo. Ni bueno ni malo, algo. El avión despegó antes de tiempo y llegó antes de tiempo. Llego al lugar donde se quedaría e hizo lo que hace todos los días de su vida. Trabajó, habló con sus clientes, escribió sus notas. No sabía que llegaría un mensaje cercano a las 13. Esa tarde se vería con ella. La que años y años atrás le aconsejo, con sabiduría, pero sin conocimiento de los dolores que le traería. Él tampoco sabe lo que ella pasó. “Tú no sabes nada de mí”, dice la canción de una serie que habla de universos paralelos “Si no te hubiera conocido” (Netflix) gran serie. Y lo que ella pasó puede ser bueno, malo, pudo ser pensando en él o no. Tantas realidades como ideas, tantas como universos paralelos.

“Solo me ves como una amiga, siempre me has visto así”, es otra frase de la hermosa canción que interpreta Andrea Ros en la fantástica serie. Y tal vez siempre fue así y nunca se dio cuenta el pobre Adonis.

Rendido ante sus sentimientos no supo decir que no, al fin y al cabo, a quién le podría mentir. A eso había ido. Cuando se subió al auto no supo que decir. Todos los años parecían segundos. Todo estaba igual a pesar de las manos cansadas, la mirada melancólica y el miedo latente, siempre el miedo latente.

Bajaron a la playa, un vendedor ambulante le contó a Adonis que su mamá le había regalado una remera de Pink Floyd, como la que tenía, pero la del comerciante era la de “The Wall”, la de nuestro querido amigo era del Lado Oscuro de la Luna. Sin saberlo, Pink Floyd era parte de la historia de ella, de la que él no sabía nada.

El viento los llevo a salir de la intemperie y se relajó un poco la situación que estaba siendo un poco incomoda. Nada que dos o tres cervezas no hagan en cualquier corazón el favor de ablandarse y rejuvenecer 10 años en 1 hora y tener por un instante la misma química que genera lo que para él, sigue siendo las dos imágenes más inspiradoras del universo, su sonrisa y su ojo guiñando. Y esa complicidad de amigos, de amor, de conocidos, de hermanos, de lo que sea. Por cada decisión un universo. Por cada universo una historia.

“Atravesar galaxias para verte” Jeites

El reloj se detuvo por completo por un par de horas. Hasta que ese agobiante sistema que dios impuso cuando creo el universo y que unos de sus profetas simplifico en una línea. Al tiempo nadie lo puede parar. Y llegó era la hora de volver casa. Y de nuevo tenía 20 años, de nuevo tenía inseguridades, de nuevo sabía que estaba en su corazón, no entendía de qué manera ni por qué, pero estaba ahí. Recordando cada momento de ese tiempo interminable. Es curioso que el infinito termina en un par de segundos.

Un día largo fue el siguiente, con la esperanza de hablar por la noche para una última vez. Una última vez que arrancó más temprano el otro día, y fue más largo. Tan largo que llegado el momento Adonis se quiso ir y también querían que se fuera. ¿Cuántas veces había pasado eso en el pasado?

Ese día no fue como si no hubiese pasado el tiempo. Ese día se conocieron de nuevo, se dieron cuenta que eran exactamente iguales a hace una década, pero con diez años más de experiencias tan disimiles como parecidas. Tan cansadoras y agobiantes que hacen que te pese el alma tanto que te levantas de la cama cansado cada vez que sale el sol. Pero sin embargo esos corazones desincronizados se alinearon por un instante. Tanto que existió la tranquilidad de decirse adiós.  Adonis sabe que al minuto ya extrañaría, pero ese adiós era tan importante como un te quiero que nunca llegó, como un abrazo que nunca se dieron, pero que de alguna forma se sintió.

El otro corazón está con otros temas, o no. No hay forma de saberlo. Es importante para el porque la quiere, porque siempre la va querer y siempre va querer que esté bien, en este universo, y en esta historia. También en todas las otras.

“Nunca he sabido cómo funcionaba el amor y eso que mi corazón lloraba de amor por ti. Por miedo y timidez dejé escapar la ocasión, que algún día tu me quieras, también. Es tan cruel verte marchar, al lado de otro, sin saber quien soy yo de verdad”.

No hace falta aclarar que seguimos citando la misma canción. Pero es tan hermoso ese estribillo y ese comienzo de frase, que no hace falta aclarar nada más. No aclares que oscurece, le suelen decir, al gran Adonis. Solamente, saber que no solo ella no sabe nada de él. El tampoco sabe nada de ella. Sin embargo, tuvieron su historia, en este universo y seguramente en todos los demás y por eso, como el ave fénix, los dos van resurgir, juntos o separados, dependerá del universo que habiten.