La confianza es el cemento que une las relaciones humanas. Sin confianza es
imposible cualquier logro público o privado. Sin confianza no puede haber
relaciones estables de amor ni de amistad. Sin confianza es imposible la
relación entre el alumno y el maestro, entre un director técnico y su equipo,
entre el productor y el cliente, entre un paciente y su doctor. Lo mismo sucede
en la economía y la política. Son infinitos los estudios que demuestran la
importancia que tiene la creación de un ambiente de confianza para generar inversiones,
desarrollo, trabajo, producción; así como las consecuencias catastróficas de la
falta de confianza; aclaración innecesaria en un país donde nadie confía en un
gobierno ni en su moneda y en donde parecen inevitables la fuga al dólar y la
inflación.
A la vez causa y consecuencia, si la Argentina atraviesa esta tremenda
situación es, en buena parte, porque los argentinos hemos perdido toda
confianza en nosotros mismos y en el país. Es que el miedo no es zonzo; y la
desconfianza, menos. El lunes, un día después de las elecciones primarias, el Gobierno
devaluó 22% los salarios, las jubilaciones y los ingresos y propiedades de los
argentinos. No fue el mercado en un contexto de tipo de cambio libre -como el
día después de las PASO 2019- el que salió a desprenderse de pesos, bonos,
acciones y todo tipo de activos argentinos como reacción a la decisión suicida
de poner por cuarta vez en manos kirchneristas nuestro país. Fue el ministro de
economía del gobierno elegido en aquellas PASO el que realizó una devaluación
de la cotización oficial del dólar, cumpliendo un acuerdo previo con el FMI. ¿Cómo
confiar en un gobierno que devalúa la mañana siguiente a las elecciones? ¿Cómo
es posible que el ministro responsable de esa devaluación inflacionaria y sin
programa se proponga como presidente que va a terminar con la inflación? ¿Como
es que todavía lo vota la tercera parte de este país? Preguntas sin respuesta cuya
respuesta explicitaría, probablemente, las causas de la decadencia nacional.
Pero la semana argentina de la destrucción de la confianza no terminó allí.
La cosa tuvo dimensión internacional. El miércoles 23, el Fondo Monetario Internacional
condonó los incontables incumplimientos del gobierno argentino y desembolsó
7.500 millones de dólares sin los cuales la economía habría estallado. El jueves
24, también un día después, un presidente inexistente al que le quedan pocos
meses de mandato inexistente anunció la entrada de Argentina a una alianza
liderada por China y Rusia: los BRICS.
Ya sé que a nadie le importan las relaciones internacionales. Ya sé que no forman
parte de la famosa agenda de la gente. Ya sé que todos piensan que hay cosas
más importantes de qué ocuparse y hacer. Pero la inserción internacional de un
país es decisiva para su desarrollo, es decir, para que la gente consiga un trabajo
digno y no tenga que vivir colgada de un plan. Y si bien esta afirmación cada
vez más cierta en esta era global, el fenómeno viene de lejos. Si la Argentina de
fines del siglo XIX llegó a ser uno de los diez países más ricos del mundo es
porque había encontrado inserción en el circuito internacional de creación de
valor. El populismo ha criticado aquel país tildándolo de elitista, atrasado y
bucólico. Un país para pocos. Sin embargo, la industria de aquella Argentina “pastoral”
creció durante medio siglo al ritmo anual del 5,5%, lo que junto al boom
agropecuario puso al país entre los diez más ricos del mundo y lo hizo objeto
de la emigración de millones de europeos que prefirieron Buenos Aires a Nueva
York. Curioso país para pocos, aquel, al que llegaban millones de españoles e
italianos, mientras que hoy sus nietos escapan del desastre generado por sus
críticos el movimiento nacional y popular que nos hundió.
Y el proceso comenzó hace ocho décadas con una inserción internacional
ideológica y errada. Todavía para 1945, las virtudes del modelo agroexportador similar
al de Australia y Canadá eran evidentes: éramos todavía el octavo país más rico
del mundo, nuestra legislación laboral y nuestras condiciones de vida eran las
mejores de Latinoamérica y muy superiores a la mayor parte de Europa, y
veníamos de una década de acumulación de reservas y superávits, con crecimiento
ininterrumpido, ascenso social, incorporación de los trabajadores a la clase
media y tasas de inflación inferiores al 2% anual.
Fue entonces que nos equivocamos en todo, comenzando por nuestra inserción al
mundo. En 1943, en lugar de alinearnos con las democracias del planeta en su guerra
contra el nazifascismo, el Partido Militar dio un golpe de Estado filonazi que
nos puso del lado equivocado de la grieta que dividía el planeta. Perón declaró
que Nüremberg y sus juicios -y no el genocidio cometido en Auschwitz– eran una aberración
histórica y sostuvo que los Aliados habrían merecido perder la guerra. Como era
de esperarse, ni Perón se disculpó ni los Aliados nos perdonaron nuestra alineación
ni esas declaraciones. Así fue que la Argentina perdió toda chance de
integrarse al concierto de las naciones civilizadas y la oportunidad quedó en
manos de Brasil, cuyo PBI per cápita de aquella época era aproximadamente la
cuarta parte del argentino. Brasil no la desaprovechó, y su PBI actual es
aproximadamente igual al de la Argentina que parió Perón.
Proteccionismo, aislamiento, industrialismo, estatismo, caza en el
zoológico, capitalismo de amigos, sustitución de importaciones. Toda la batería
económica de errores populistas que hundieron en el atraso al país y en la
miseria a sus habitantes fueron consonantes con la inserción internacional que
asumió el peronismo a cargo del país. Ahora quieren ir por más y en condiciones
más indignas. Por eso, antes de que cambien las mayorías parlamentarias y el
gobierno, el peronismo intenta apresurar un proceso de incorporación a un grupo
entre cuyos integrantes se encuentra Rusia, país invasor de Ucrania acusado de
innumerables crímenes de lesa humanidad. Un país en el cual se desarrollará en
2024 la próxima reunión de los BRICS, seguramente, en un contexto de
prolongación de la guerra. ¿En serio queremos ir?
No es todo. Entre los países que ingresarían eventualmente a los BRICS junto
a la Argentina se encuentra Irán, cuyas autoridades son acusadas por nuestra Justicia
de ser responsables del atentado a la AMIA que segó la vida de 85 argentinos,
sin contar al fiscal Nisman, que cayó mucho después. El vergonzoso pacto de
impunidad de Cristina tiene en el intento de incorporación a los BRICS un digno
sucedáneo. Despreciando la división de poderes y los dictámenes de la Justicia,
el peronismo vuelve a confundir el partido con el gobierno y el gobierno con el
Estado, fijando una política internacional a contramano de las necesidades y
las convicciones democráticas de la mayor parte del país.
Afortunadamente, existe una oposición que -con todos sus defectos- ha sido
capaz de poner un límite a las barrabasadas peronistas, y su candidata a la
presidencia ha declarado tajantemente que su próximo gobierno, si así lo fuera,
no aceptará la incorporación de Argentina a los BRICS. Aun así, la enésima
posición delirante adoptada por el canciller Cafiero y el presidente Fernández crea
condicionamientos negativos para el futuro nacional. Para decirlo con Ian
Anderson, de Jethro Tull: Thick as a Brick. Grueso como un ladrillo. Déficit comercial, déficit
fiscal, déficit energético, atraso cambiario, cepo, dos millones más de pobres
y 100.000 millones de dólares más de deuda; crisis de inseguridad; salud, educación
e instituciones semidestruidas. Gruesas y pesadas como un ladrillo son la herencia
kirchnerista y es la destrucción de la confianza en nuestro país. Thick
as the BRICS. En el mejor de los
casos, será necesario rechazar la incorporación a una alianza política con la
que tenemos mucho que perder y poco que ganar; lo que creará inevitables tensiones
con el principal comprador de nuestras exportaciones agropecuarias, China, y
con el principal comprador de nuestras exportaciones industriales, Brasil. Un
elemento más de la enorme bomba de tiempo que un peronismo en debacle
anticipada no le deja al futuro gobierno, sino al país.