Dirigentes que se pelean entre ellos. Gobierno que basa su campaña en criticarlo. Periodistas que no repreguntan. Rating que lo acompaña. Temor de sus críticos a las redes sociales mileistas. Carisma y un discurso fabricado para tiempos de reviente. El aguante versión anticasta. A comienzos de junio de 2023 y a días del cierre de listas, todos parecen jugar para Javier Milei.
Un clima social en el que los periodistas que nos hacemos preguntas, estamos “operando” y los que aplauden, son valientes. Un sistema político que coquetea con el movimiento swinger, en el que todos coquetean con todos pero nadie se anima a sacar a bailar al que tiene cerca. Milei se encamina a convertirse en el político -no digo el espacio- sino el político individual más votado de las PASO. Se trata de un escenario impensado, meses atrás.
Ante la ausencia de Mauricio Macri, del fantasma reeleccionista de la sombra de Alberto Fernández y el No de Cristina con la excusa berreta de la proscripción, Milei asoma por el resto. Si Patricia Bullrich, tuviese consenso dentro de Juntos por el Cambio y no un rival interno dispuesto a todo, sería una batalla entre la ex ministra de Seguridad de Cambiemos y el ex asesor de Eurnekián. Pero Bullrich tiene la tarea más compleja de seducir al ala más moderada de JXC, a los “ideologizados” radicales y al aparato comunicacional y propagandístico de la caja de la Ciudad de Buenos Aires.
Nadie en el periodismo parece tener ganas de pelearse con un Milei que contesta directamente y que da rating. Además de manejar un ejército de seguidores que son talibanes de las redes sociales. No lo hacen por dinero -no les sobra- sino por pasión ante el líder. Un líder que critica a los personalismos pero ya sueña con la reelección, ataca a los totalitarismos pero expresa, en varias de sus respuestas, creerse el dueño de una única verdad. Un líder que critica a “La casta” pero coquetea con el aparato más rancio de la política bonaerense, con Bussi en Tucumán o el cuestionado, en la justicia, ex funcionario sciolista, Scarcella.
El aguante versión anticasta. A comienzos de junio de 2023 y a días del cierre de listas, todos parecen jugar para Javier Milei.
Pocos se animan a cuestionar proyectos como darle el control de los planes sociales a los barones del conurbano para que se queden a vivir en el poder o cómo realizaría reformas estructurales sin conversar con nadie de la oposición. En el larretismo creen que Milei se desinfla pero, sin embargo, crece. Milei cree que todas las campañas sucias fueron financiadas por Larreta y tiene argumentos para creerlo. El macrismo le desconfía a Horacio y en la Coalición Cívica aseguran que “por un punto de rating harán presidente a un tipo que no puede durar más de 4 meses en Casa Rosada, le están haciendo el juego al kirchnerismo que volverá por vía parlamentaria al Poder”.
Es lógico que el periodismo tenga más críticas y preguntas a los que gobiernan o a los que gobernaron hace 4 años pero los abrazos, las fotos y los “centros” a su competidor, no enriquece la democracia ni al periodismo, tan necesario para la conformación de una verdadera República. Ya se comieron el verso del “Alberto Moderado” y se justificó el encierro interminable de la cuarentena albertista persiguiendo a críticos, saritas, remeros y “boludos” con una tabla de surf.
Si Milei es presidente, que lo sea pero con los cuestionamientos y las preguntas previas del periodismo que merece cualquier aspirante al sillón de Rivadavia. Cada vez es más difícil hacer periodismo crítico y de investigación en tiempos de campaña. No hay tiempos para “intocables” ni nuevas desilusiones. Otra generación frustrada no es posible en la Argentina.