Los hechos de inseguridad se imponen en la agenda mediática a pesar de la ausencia del tema en la agenda de los políticos.

“La bala mató a toda la familia”, dijo Laura Blaquier, la hermana del empresario agropecuario asesinado. Hoy, en Virrey del Pino, en La Matanza un hombre fue baleado por la Unidad Táctica de Operaciones Inmediatas. Lo mataron porque lo confundieron con un dealer intentando desmantelar un bunker de drogas.

Esteban Bellido murió y los vecinos rompieron un móvil policial y cortaron la ruta 3. Once policías quedaron detenidos por el hecho. Sergio Berni sigue comentando que la justicia libera, que no tiene los efectivos suficientes, etc.

Las internas políticas del oficialismo, de las oposiciones, el viaje de Alberto a Lula, el juicio de Cristina, la “espiadura” de Macri no pueden tapar la violencia a la que estamos siendo arrastrados los argentinos.

La inseguridad no es un problema simplemente de delincuencia. Tampoco es solamente un problema de la justicia. Es un problema principalmente de desigualdad. ¿Por qué? Porque genera, vinculada con la pobreza, la falta de oportunidades y la abundancia de estas en el mundo del narcotráfico, un resentimiento que lleva a cero el valor de la vida.

Por eso los dos ejemplos, uno de un empresario muerto en un hecho de inseguridad, y otro, un supuesto caso de gatillo fácil. Esto también se traduce en una inflación galopante que nos hace más vulnerables a todos. Todos bajan un escalón más para abajo. Eso lleva a la crispación, al enojo y al sentimiento de desprotección.

Todavía estamos a tiempo, no vivimos en una de las sociedades más violentas ni mucho menos. Pero vamos camino a eso y los gobernantes ni siquiera mencionan el tema, y los encargados de la seguridad le echan la culpa a la justicia. Todavía estamos a tiempo, pero el tiempo es finito.