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VENTAJITA SEGUNDO

marzo 16, 20249 min read

Son desconocidos, y hasta misteriosos, los motivos por los que Ventajita Segundo terminó de presidente del radicalismo. Justo él, que había sido por años un servicial funcionario del peor peronismo de la Tierra; el bonaerense. Justo él, que había demostrado por años su lealtad a la causa nacional y popular. Justo él, que como ministro de Cristina Fernández de Kirchner había sido responsable de la peor de todas sus medidas: la 125, que puso en rebelión fiscal al sector productivo más moderno y federal de la Argentina, que profundizó irreparablemente la grieta que dividía al país y que por milagro no terminó en guerra civil.

Pero así son las cosas en la Argentina que dejaron veinte años de hegemonía peronista; tierra de contradicciones donde el mismo tipo que como ministro intentó subir impuestos mediante una resolución ministerial -la 125- vota después, como senador, en contra de un DNU cuyo contenido es opinable pero cuya formulación está perfectamente fijada por el artículo 99, inciso 3, de la Constitución, argumentando que es “inconstitucional”.

Son beneficios que solo gozan los recibidos en el Nacional Buenos Aires si miden más de 1,80 y exhiben pulloveres merino y pose de galán

 

En el medio, este fenómeno de la ventaja y rey de la gambeta logró otros milagros. Por ejemplo, ser elegido como candidato a senador por Juntos por el Cambio después de que dejara plantado, como embajador en los Estados Unidos, al presidente de Juntos por el Cambio, a apenas una semana de su visita a Washington DC. Nada. Atrincherado en su imagen de radicool boy, Ventajita Segundo no paga nunca costos por sus actos. Así fue que se lo vio exhibiendo públicamente acciones privadas dignas del festival de Woodstock para más tarde virar al rol de garante victoriano de la ética y la moral. La pagó Franco Rinaldi, un chico honesto y capaz que lidia todos los días con una enfermedad espantosa que abatiría a casi todos nosotros, y que fue destituido de su candidatura y crucificado por unas declaraciones también espantosas, pero menos, y por las cuales había pedido perdón. Lamentablemente, nuestro alto representante de la moralidad pública y Jerónimo Savonarola de cotillón le denegó ese perdón argumentando que no era suficiente. Gran valor.

 

Es que un pedido de perdón no puede ser suficiente para quien ostenta un currículum ejemplar como el de Ventajita Segundo. Es por eso que él nunca pidió perdón por haber revistado como ministro de la producción de Felipe Solá cuando Felipillo era el rey de los permisos de pesca, ni por haber sido jefe de gabinete de aquella espantosa gestión, ni por la 125, ni por haber dejado plantado a un presidente, ni por nada. Son beneficios que solo gozan los recibidos en el Nacional Buenos Aires si miden más de 1,80 y exhiben pulloveres merino y pose de galán.

 

Como su predecesor, Ventajita Primero, que pasó en dos meses de primera figura de la resistencia contra la venta de la Patria a empleado del fondo Greylock; Ventajita Segundo es inoxidable, incombustible, ignífugo, de amianto. Pasarán los años y no importa lo que pase en esos años lo tendremos ahí, siempre disponible para una nueva performance-Filmus en la Ciudad de Buenos Aires, para una embajada de las importantes, para un ministerio de los decisivos, para una senaduría de repliegue, si la cosa va mal. Todas ellas, etapas menores en su carrera por la Presidencia de la Nación, destino inexorable que le fuera anunciado por el arcángel Coti en los inicios de su carrera en el radicalismo; el mes pasado.

 

Lo que nos lleva de vuelta -pido disculpas a los amigos correligionarios y a los correligionarios amigos- a las misteriosas razones por las cuales un radicalismo que en muchos aspectos está viviendo sus mejores horas de las últimas décadas, con más y mejores gobernadores y un elenco renovado -y en muchos casos, brillante- de senadores y diputados, se presta a todo esto. Uno escuchó durante años que para llegar a presidente del partido centenario había que seguir un riguroso cursus honorum que comenzaban por una esforzada militancia barrial. Eran años de pegar afiches, repartir boletas e ir ascendiendo lentamente desde alguna concejalía hasta una asesoría o una banca, en el mejor de los casos, nos decían. Pero parece que no. Parece que bastaba un buen enganche con el club nosiglista y una alianza con el grupo fotocopiadora. Triste sorpresa. Sobre todo, para los amigos sinceros del radicalismo que nos habíamos ilusionado con un partido antipopulista en la línea de Alvear, uno de los mejores presidentes del siglo XX argentino, y que admiramos a tantos radicales que, desde la aparición del peronismo, le pusieron el pecho a las agresiones del fascismo débil que hundió a este país. Y no. Pasaron de Sanz y Cornejo a Morales y Lousteau con una furia que los lleva a un no lugar. A posiciones reñidas con el cambio que votó en las PASO, las generales y el ballotage su propio electorado, y que no puede terminar sino en un gran acuerdo nacional y popular mediado por la línea Santoro-Ricardito-Moreau. El tiempo lo dirá.

Ventajita Segundo es inoxidable, incombustible, ignífugo, de amianto.

 

“La agenda del kirchnerismo es una agenda que a mí me gusta más”, se sinceró Ventajita Segundo en 2015, en el lanzamiento de su candidatura a diputado nacional, y vaya si se nota. Por si quedaran dudas, ahí están en la pantalla del Senado sus votos negativos de hace pocos días, en contra del DNU, entre los votos positivos de su compañera de bancada Carolina Losada y los negativos de dos grandes campeones del Club del Helicóptero: los senadores peronistas Manzur y Mayans. Insólitamente, a pesar de que en dos votaciones quedó en amplísima minoría respecto al partido que preside en un aspecto decisivo de la política argentina (1 a 12, en el primer caso; 3 a 10, en el segundo) y de que al día siguiente sus gobernadores y sus presidentes de los bloques de senadores y diputados salieron a despegarse de su posición, no parece estar en la agenda la renuncia de Ventajita a la presidencia del radicalismo. Una renuncia que cualquier presidente de partido que ya no representa a nadie debería tomar en primera persona si desea conservar la dignidad.

 

Tampoco. Inoxidable. Incombustible. Ignífugo. De amianto. No se hagan ilusiones. Aquí, allá y en todas partes, Ventajita Segundo seguirá su camino. Es la nueva versión de Gilgamesh, el inmortal.

Fernando Iglesias
Fernando Iglesias

Diputado Nacional desde 2017, periodista y escritor.

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Fernando Iglesias

Diputado Nacional desde 2017, periodista y escritor.

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