Triple crimen en Florencio Varela: el horror que expuso la violencia narco y de género en la Argentina

Brenda del Castillo (20), Morena Verri (20) y Lara Gutiérrez (15) fueron halladas muertas tras cinco días de búsqueda. Sus cuerpos aparecieron enterrados en una vivienda de Florencio Varela con signos de tortura. El caso, que sacudió al país, refleja la mezcla de narcotráfico, impunidad y violencia de género que atraviesa a la Argentina.

Mundo26 de septiembre de 2025Alejandro CabreraAlejandro Cabrera
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TRIPLE CRÍMEN

Argentina amaneció conmovida en septiembre de 2025 cuando se conoció que tres jóvenes mujeres, desaparecidas cinco días antes, habían sido encontradas muertas en Florencio Varela, una localidad del conurbano bonaerense. Sus nombres —Brenda del Castillo, Morena Verri y Lara Gutiérrez— se convirtieron en símbolos de un drama que trasciende lo policial. No se trató solo de un crimen, sino de un triple femicidio atravesado por la brutalidad narco, la desprotección estatal y una cadena de encubrimientos que dejaron al descubierto fallas profundas.

Para quienes no viven en Argentina, comprender este caso implica conocer la dinámica del conurbano, la persistencia de la violencia machista, la expansión del narcotráfico y la debilidad institucional frente a las mafias. Lo ocurrido en Florencio Varela no fue un hecho aislado: es la condensación de fenómenos que llevan décadas erosionando la vida cotidiana en los márgenes urbanos.

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El inicio: la desaparición

El viernes 19 de septiembre, Brenda y Morena, ambas de 20 años, se encontraron con Lara, de 15, para salir a un evento en el partido de La Matanza. Testigos las vieron subir a una camioneta Chevrolet Tracker blanca. Nunca más volvieron a aparecer con vida.

Las familias denunciaron rápidamente la desaparición. En Argentina, existe un protocolo que obliga a investigar con perspectiva de género cualquier caso en que una mujer desaparezca. Sin embargo, las primeras horas fueron caóticas: contradicciones entre distintas comisarías, rastreos incompletos de celulares y demoras en la orden de allanamientos.

La última señal del teléfono de Lara fue clave: se activó en Florencio Varela a las 23:14. Allí se perdió todo rastro.

El hallazgo

Cinco días después, tras intensos rastrillajes y movilización de familiares y colectivos feministas, la policía bonaerense llegó a una casa precaria en Varela. En el patio trasero, cubiertos con cal y cloro, hallaron los cuerpos de las tres chicas.

El cuadro era dantesco: señales de tortura, golpes, cortes, mutilaciones. Las víctimas habían sido enterradas en bolsas plásticas. El olor a productos químicos indicaba un intento de borrar huellas. La escena reflejaba no solo violencia, sino un mensaje de crueldad.

En las cercanías apareció una camioneta blanca incendiada. Las patentes estaban adulteradas. Todo apuntaba a un plan meticuloso para borrar rastros y confundir a los investigadores.

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Las víctimas

Brenda del Castillo y Morena Verri eran primas y vivían en La Matanza, un distrito populoso y marcado por la desigualdad. Lara Gutiérrez, de 15 años, era amiga de ambas y aún cursaba la secundaria.

Las tres compartían la juventud, el deseo de divertirse y el hecho de haber crecido en barrios donde las oportunidades son escasas y el narcotráfico se infiltra en la vida cotidiana. Sus muertes reflejan esa vulnerabilidad estructural: en contextos de pobreza y ausencia estatal, las mujeres jóvenes son blanco fácil de redes criminales.

Las detenciones

En los días posteriores al hallazgo, fueron detenidas cuatro personas, entre ellas una pareja que vivía en la casa donde se encontraron los cuerpos. La mujer admitió haber colaborado en la limpieza de la escena. También se investiga a un presunto líder narco de origen peruano, prófugo al momento de esta nota.

Las pistas indican que no se trató de un acto aislado, sino de una operación vinculada a una red criminal organizada. Todo sugiere un ajuste de cuentas o un mensaje mafioso: la saña y la puesta en escena son marcas del narcotráfico cuando busca disciplinar.

¿Femicidio o crimen narco?

En Argentina, la ley obliga a investigar muertes violentas de mujeres como femicidios hasta que se demuestre lo contrario. Pero en este caso se abre un debate: ¿fue un asesinato de género o un crimen narco donde las víctimas fueron mujeres de manera circunstancial?

Para los colectivos feministas, no hay dudas: la brutalidad y el desprecio por los cuerpos muestran una violencia machista estructural, independientemente de las motivaciones criminales. Para especialistas en seguridad, en cambio, el crimen narco tiene su propia lógica: demostrar poder mediante el terror.

La respuesta probablemente combine ambos factores: el narcotráfico instrumentaliza las desigualdades de género y usa la violencia contra mujeres como herramienta de mensaje.

El impacto social

La noticia del triple crimen sacudió al país. En Buenos Aires, Rosario, Córdoba y otras ciudades hubo marchas bajo la consigna “Ni Una Menos”. Las familias exigieron justicia y denunciaron negligencia policial en las primeras horas de búsqueda.

El gobierno provincial tuvo que salir a dar explicaciones, mientras el ministro de Seguridad prometía “caer con todo el peso de la ley”. El presidente también emitió un mensaje en cadena nacional repudiando el hecho.

Sin embargo, organizaciones sociales remarcaron la contradicción: los discursos oficiales condenan la violencia, pero los barrios del conurbano siguen sin políticas eficaces de prevención, educación y oportunidades para jóvenes.

La sombra del narcotráfico

El triple crimen expuso un problema que Argentina arrastra desde hace años: el avance del narcotráfico en los barrios vulnerables. Florencio Varela, La Matanza y otras zonas son escenario de disputa territorial entre bandas que controlan la venta minorista de droga.

La violencia funciona como advertencia. Cuando alguien “traiciona”, “se queda con un vuelto” o simplemente se cruza en el camino equivocado, la respuesta es brutal. En este caso, los investigadores sospechan que las chicas fueron castigadas como parte de un conflicto narco, aunque aún no está claro qué rol exacto tuvieron.

Un espejo de otras crisis regionales

Para un lector fuera de Argentina, este caso puede recordar fenómenos de México, Colombia o Brasil, donde la combinación de narcotráfico, desigualdad y violencia de género produce tragedias similares.

El triple crimen de Varela muestra que Argentina, aunque con tasas de homicidio menores que otros países latinoamericanos, no es ajena a dinámicas mafiosas. El sur del conurbano bonaerense y la ciudad de Rosario son hoy los principales focos de violencia ligada al narco.

El debate político

El caso impactó en el tablero político. La oposición acusó al gobierno de falta de control territorial y complicidad policial. El oficialismo prometió más operativos y habló de “tolerancia cero”. Pero muchos ciudadanos desconfían: en el pasado, promesas similares terminaron en operativos mediáticos sin cambios de fondo.

El crimen también reabrió el debate sobre la justicia: ¿por qué tardan tanto las investigaciones? ¿Cómo garantizar protección a víctimas potenciales antes de que sea tarde? ¿Es posible enfrentar al narcotráfico sin reforma policial profunda?

La dimensión de género

Más allá de las motivaciones narco, lo ocurrido con Brenda, Morena y Lara es también un femicidio. El ensañamiento, la cosificación de sus cuerpos y la deshumanización responden a un patrón de violencia de género que atraviesa a América Latina.

El movimiento feminista argentino insiste: no se trata solo de tres muertes, sino de un mensaje social. Mientras las mujeres sigan siendo desechables para el crimen organizado y el Estado no garantice protección real, los femicidios seguirán ocurriendo.

El triple crimen de Florencio Varela no fue un hecho aislado ni un episodio más de la crónica policial. Fue un espejo brutal que reflejó varias realidades al mismo tiempo:

1 La fragilidad de las jóvenes en barrios atravesados por el narcotráfico.
2 La ineficiencia estatal para prevenir y actuar a tiempo.
3 La naturalización de la violencia de género como parte del entramado social.
4 La expansión del crimen organizado, que usa la brutalidad como mensaje.

Para quienes no viven en Argentina, entender este caso es comprender la intersección entre desigualdad, violencia estructural y mafias. La historia de Brenda, Morena y Lara es la historia de miles de jóvenes que crecen en territorios donde el Estado llega tarde y donde la violencia manda.

El desafío ahora es que su muerte no quede en el olvido. Que la justicia avance no solo sobre los ejecutores, sino sobre quienes ordenaron el crimen. Y que la sociedad, sacudida una vez más, encuentre en su indignación la fuerza para exigir cambios estructurales.

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