Carlos Delfino anunció su retiro y se apaga la última llama de la Generación Dorada

A los 43 años, el escolta santafesino confirmó el final de su carrera profesional. Fue campeón olímpico en Atenas 2004, subcampeón mundial en Indianápolis y uno de los talentos más longevos del básquet argentino. Su adiós marca el cierre simbólico de una era irrepetible.

Deporte07 de octubre de 2025Alejandra LarreaAlejandra Larrea
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El básquet argentino despide a su último representante activo de la Generación Dorada. Carlos Delfino, santafesino de 1,98 m, anunció oficialmente su retiro tras más de dos décadas de carrera en la élite internacional. Lo hizo con serenidad y sin formalidades: “Ya está, se terminó”, expresó en una entrevista reciente, dejando atrás 27 temporadas que lo vieron vestir camisetas en Argentina, Italia, Rusia, España y Estados Unidos.

Delfino, que en 2023 había regresado a la Serie A italiana para jugar en Benedetto XIV Cento, llevaba meses sin competir. La decisión se venía gestando en silencio, motivada por el desgaste físico y el deseo de volcarse a la vida familiar. Con su salida, se cierra definitivamente el ciclo competitivo de la camada que llevó a la Argentina a la cima del básquet mundial.

Una carrera marcada por la resiliencia
Carlos Francisco Delfino nació en Santa Fe el 29 de agosto de 1982. Se formó en Unión y debutó profesionalmente en Libertad de Sunchales antes de partir rumbo a Europa con apenas 19 años. En el Skipper Bolonia, de Italia, se consolidó como uno de los perimetrales más prometedores de Europa y llamó la atención de la NBA, donde jugó para Detroit Pistons, Toronto Raptors, Milwaukee Bucks y Houston Rockets.

Su paso por la liga estadounidense lo posicionó como uno de los argentinos con mayor recorrido en el básquet norteamericano. Entre 2004 y 2013 acumuló más de 500 partidos en la NBA, con promedios destacados en triples, defensa y conducción.

Sin embargo, su trayectoria no fue lineal. En 2013 sufrió una grave fractura en el pie derecho durante el Mundial de Turquía que lo alejó de las canchas por más de tres años. Muchos creyeron que no volvería a jugar, pero su tenacidad lo devolvió al parquet. En 2017 reapareció en Boca Juniors y más tarde regresó a Italia, donde prolongó su carrera con notable vigencia hasta superar los 40 años.

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El legado de un campeón olímpico
Delfino fue parte esencial del seleccionado argentino que conquistó el oro olímpico en Atenas 2004, en un equipo que deslumbró al mundo con su juego colectivo, intensidad y talento. También integró el plantel que logró el bronce en Pekín 2008 y la plata en el Mundial 2002. Su presencia aportó equilibrio, defensa y tiro exterior a un grupo que cambió para siempre la historia del deporte argentino.

Dentro y fuera de la cancha, Delfino representó una continuidad del espíritu de esa generación: disciplina, humildad y competitividad. Fue compañero de Manu Ginóbili, Luis Scola, Andrés Nocioni, Pablo Prigioni y Fabricio Oberto, entre otros nombres icónicos. Con su retiro, todos los miembros de aquella camada dorada quedaron oficialmente fuera de la actividad profesional.

“Tuve la suerte de vivir el básquet desde adentro durante más de veinte años. Ahora me toca disfrutar de otra manera, acompañando a mis hijos y devolviendo algo de lo que me dio este deporte”, declaró el exjugador en tono introspectivo.

El adiós sin ceremonia
Fiel a su estilo reservado, Delfino no organizó un partido homenaje ni una conferencia de prensa. Simplemente asumió que el ciclo había terminado. Hoy vive en Italia, donde combina su tiempo entre la familia, el entrenamiento recreativo y algunos proyectos vinculados al deporte y la formación juvenil.

Su figura despierta respeto en todos los ámbitos del básquet. Quienes lo conocieron destacan su ética de trabajo, liderazgo silencioso y perseverancia, especialmente tras las lesiones que amenazaron su carrera. “Fue un jugador de elite con mentalidad de obrero”, describen quienes compartieron vestuario con él.

El legado que deja trasciende los títulos: representa la capacidad del deportista argentino para reinventarse y resistir. Delfino jugó en cinco continentes, enfrentó a las máximas estrellas del mundo y, sin buscar el foco mediático, se convirtió en uno de los referentes más consistentes de su generación.

Un símbolo de transición
Con su adiós, la Generación Dorada se convierte definitivamente en historia. Aquella camada que elevó al básquet argentino a su máximo esplendor deja paso a una nueva etapa, con nombres como Campazzo, Deck, Vildoza y Bolmaro tratando de continuar el legado.

La despedida de Delfino no es solo el final de una carrera; es la clausura de un ciclo que definió la identidad del deporte nacional. Quedan las medallas, las camisetas colgadas, las noches épicas y la certeza de que su huella seguirá viva en cada chico que agarre una pelota soñando con Atenas, Indianápolis o Pekín.

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