Rodrigo Paz hace historia en Bolivia: un balotaje que pone fin a veinte años de hegemonía del MAS

El dirigente tarijeño logró más del 54 % de los votos y se convirtió en el presidente electo de Bolivia. Su triunfo marca el cierre del ciclo político del Movimiento al Socialismo y abre una etapa de reconfiguración ideológica en el país.

20 de octubre de 2025Alejandro CabreraAlejandro Cabrera
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Rodrigo Paz

Bolivia amaneció con un cambio que parecía imposible. Rodrigo Paz Pereira, líder de la Alianza Ciudadana y exalcalde de Tarija, ganó el balotaje presidencial y puso punto final a dos décadas de dominio del Movimiento al Socialismo. Con una diferencia superior a los nueve puntos, el nuevo mandatario electo consolidó una victoria histórica sobre el candidato oficialista y selló el retorno del centro político al poder.

Los resultados confirmaron una tendencia que se había consolidado en los últimos meses: la sociedad boliviana buscaba un cambio, pero sin ruptura institucional. La figura de Paz, heredero político de la socialdemocracia de su padre Jaime Paz Zamora, supo canalizar el desencanto con el modelo estatista del MAS sin caer en los extremos. Su discurso de campaña, centrado en la transparencia, la modernización y el equilibrio fiscal, fue suficiente para seducir a un electorado cansado de los escándalos y del estancamiento económico.

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 Una elección que redefine una era


Desde el retorno de Evo Morales al escenario político en 2006, el MAS había gobernado con una hegemonía casi absoluta. Bajo sus presidencias —primero Morales, luego Luis Arce— el país atravesó una transformación estructural basada en la nacionalización de los recursos naturales y la expansión del gasto social. Sin embargo, el modelo comenzó a mostrar grietas: la caída de los precios del gas, la corrupción y la pérdida de reservas internacionales deterioraron el poder adquisitivo y la confianza pública.

El balotaje de 2025 se convirtió así en un plebiscito sobre ese ciclo. Rodrigo Paz representó la alternativa que prometía continuidad en los programas sociales, pero con un rumbo más pragmático y austero. En su discurso tras conocerse los resultados, habló de “una nueva Bolivia que quiere crecer sin dividirse y mirar al futuro sin miedo al cambio”.

El electorado urbano fue decisivo. En ciudades como La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y Tarija, Paz alcanzó una ventaja notable sobre su rival, apoyado principalmente en el voto rural y sindical. Por primera vez en veinte años, el MAS perdió el control simultáneo de la Presidencia y del Congreso, lo que confirma un viraje político de magnitud continental.

 
El perfil del nuevo presidente

Rodrigo Paz, de 58 años, nació en España durante el exilio de su familia y se formó académicamente en Estados Unidos. Su carrera política comenzó en el ámbito local, como alcalde de Tarija, donde consolidó una gestión orientada a la eficiencia y la transparencia. Su estilo, más tecnocrático que carismático, fue ganando apoyo entre los sectores medios y empresariales sin perder conexión con el electorado popular.

Durante la campaña, Paz evitó las etiquetas ideológicas y se presentó como un líder “de centro que quiere unir”. Esa moderación resultó un arma efectiva frente a un oficialismo dividido y una oposición dispersa. Su fórmula vicepresidencial, encabezada por Edman Lara Montaño, un excomandante policial con imagen de honestidad y disciplina, reforzó la idea de orden y renovación institucional.

El nuevo mandatario asumirá el cargo el 8 de noviembre, en medio de un escenario desafiante: una economía debilitada, tensiones regionales y expectativas sociales muy altas.

 
El fin del ciclo del MAS

El Movimiento al Socialismo deja el poder tras dos décadas de predominio político. Su legado combina avances en inclusión social y educación con un declive fiscal que se acentuó en los últimos años. El cierre de este ciclo no implica, sin embargo, el fin de su influencia: el MAS conserva una estructura territorial sólida y un electorado fiel en el altiplano y las comunidades rurales.

La derrota electoral refleja un desgaste acumulado más que una implosión ideológica. La narrativa de “soberanía nacional” que alguna vez movilizó a las masas ya no alcanza en un país que enfrenta inflación, déficit y pérdida de confianza en las instituciones. La sociedad boliviana, diversa y cada vez más urbana, demanda eficacia más que épica.

Paz supo leer ese clima. Su campaña se centró en tres conceptos: orden, honestidad y crecimiento. Frente al discurso del MAS, que apelaba al orgullo nacionalista, el nuevo presidente prometió un Estado “menos pesado y más presente donde hace falta”.

 
Los desafíos de una nueva etapa

Bolivia llega a este punto con las reservas internacionales en su nivel más bajo desde 2005 y con una inflación que supera el 9 %. El país depende en gran medida de las exportaciones de gas, que atraviesan una caída sostenida. A eso se suma un déficit fiscal estructural que limita la capacidad de maniobra del gobierno.

El nuevo mandatario deberá reactivar la economía sin aplicar medidas que generen un estallido social. En su programa de gobierno propone atraer inversión extranjera mediante seguridad jurídica, diversificar la matriz productiva y reducir subsidios de manera gradual. También prevé impulsar una reforma administrativa para digitalizar el Estado y reducir la corrupción.

Pero el mayor desafío será político. Paz no contará con mayoría legislativa, por lo que deberá negociar cada iniciativa con una oposición acostumbrada a dominar el Congreso. El tono conciliador que mostró durante la campaña será clave para mantener la gobernabilidad.

Además, la fragmentación territorial del país —entre el altiplano occidental y el oriente agroindustrial de Santa Cruz— exige un liderazgo capaz de equilibrar intereses sin reabrir heridas. La historia reciente de Bolivia demuestra que ningún proyecto prospera si no logra consenso entre esas regiones.

 
Un cambio con proyección continental

El triunfo de Rodrigo Paz no solo tiene impacto interno. En el contexto latinoamericano, su victoria se suma a una serie de virajes hacia posiciones más moderadas en países como Chile, Paraguay o República Dominicana. La región atraviesa un reacomodamiento político después de una década de polarización.

Paz representa una generación de líderes que buscan conjugar el equilibrio macroeconómico con políticas sociales sostenibles. Su visión pragmática lo diferencia de los extremos ideológicos que dominaron el debate regional durante los últimos años.

Desde su discurso de victoria, el presidente electo envió un mensaje que resonó más allá de las fronteras bolivianas: “El Estado debe servir, no dominar. Y el poder, cuando no escucha, deja de tener sentido”. La frase fue interpretada como una alusión al desgaste del populismo y al resurgir de un centro político con vocación reformista.

En materia exterior, el nuevo gobierno buscará mantener relaciones abiertas con todos los actores, incluyendo Estados Unidos, China y la Unión Europea. Bolivia, con su enorme reserva de litio y su ubicación estratégica, se perfila como un actor clave en la nueva economía energética.

 
Una transición vigilada

El proceso de transición comenzó inmediatamente después del anuncio oficial de los resultados. El presidente saliente, Luis Arce, reconoció la derrota y garantizó una entrega pacífica del poder. Sin embargo, dentro del MAS crecen las tensiones internas: algunos sectores radicales reclaman reorganizar el partido y otros piden un congreso extraordinario para redefinir su liderazgo.

Evo Morales, desde su residencia en Cochabamba, felicitó a Paz en un mensaje escueto y pidió “preservar la democracia y la unidad nacional”. La reacción sorprendió por su tono moderado, aunque analistas interpretan que el expresidente busca conservar influencia en un nuevo escenario.

Mientras tanto, la comunidad internacional celebró la jornada electoral como ejemplo de madurez democrática. La OEA y la Unión Europea destacaron la transparencia del proceso y la alta participación ciudadana, que superó el 80 %.

 
Un país expectante ante el futuro

En las calles de La Paz, el ambiente es de esperanza cautelosa. Para muchos bolivianos, la victoria de Paz significa una oportunidad de reconstruir el país desde el diálogo y la eficiencia. Pero también existe la conciencia de que los cambios estructurales no se lograrán de la noche a la mañana.

El nuevo gobierno enfrentará presiones simultáneas: de los sindicatos que exigirán mantener subsidios, de los empresarios que reclaman estabilidad normativa y de las regiones que pedirán más autonomía fiscal. Cada decisión será observada con lupa por una sociedad que ya no tolera promesas incumplidas.

Rodrigo Paz llega al poder con una legitimidad amplia, pero sin un cheque en blanco. Su desafío será transformar esa expectativa en resultados tangibles y demostrar que el cambio político puede ir acompañado de estabilidad.

 
Un país que cierra un capítulo

El 19 de octubre quedará inscrito como una fecha de quiebre en la historia contemporánea de Bolivia. La era del MAS, con su mezcla de inclusión social y autoritarismo administrativo, deja paso a una etapa en la que el centro vuelve a tener protagonismo.

El triunfo de Rodrigo Paz no solo cambia al gobierno, sino que redefine la cultura política boliviana. En un continente atravesado por crisis institucionales, su elección revaloriza el voto como herramienta de cambio pacífico.

La democracia boliviana, tantas veces puesta a prueba, demostró nuevamente su capacidad de renovación. Y con ella, el país inicia un nuevo ciclo: el de una modernidad política que, por primera vez en años, parece mirar hacia el futuro sin depender del pasado.

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