Zelenski y Macron sellan un acuerdo “histórico” para armar a Kiev tras la guerra y redefinen la seguridad europea

Ucrania y Francia firmaron un pacto militar a diez años que establece la compra de cazas, sistemas antiaéreos, radares y equipamiento avanzado. El acuerdo consolida a París como proveedor estratégico de Kiev y marca un nuevo capítulo en la arquitectura de defensa continental.

Mundo17 de noviembre de 2025Alejandro CabreraAlejandro Cabrera
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Macron - Zelenski

La visita de Volodímir Zelenski a París dejó una imagen que trasciende el protocolo diplomático. Esta vez, el presidente ucraniano no llegó para pedir ayuda urgente ni para reclamar participación occidental en el frente militar. Llegó para firmar un acuerdo de largo plazo con Emmanuel Macron, un pacto que reconfigura la relación bilateral y, al mismo tiempo, altera los cimientos de la seguridad europea. Francia decidió dar un paso que hasta ahora ningún país del continente había dado: comprometerse a modernizar militarmente a Ucrania durante al menos diez años, incluso más allá de la guerra.

Mientras los combates siguen en el frente oriental y las decisiones políticas en Kiev atraviesan uno de los momentos más complejos desde 2022, Francia apuesta a que el futuro del continente se juega en la capacidad ucraniana de reconstruir un ejército moderno, integrado tecnológicamente a la defensa occidental y capaz de operar sistemas avanzados con autonomía.

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Un pacto que cambia el eje de la guerra


El acuerdo establece un plan de cooperación militar que abarca desde la adquisición de aviones de combate Rafale hasta la instalación de sistemas antiaéreos de nueva generación, pasando por radares, herramientas de vigilancia, comunicaciones seguras, reforzamiento de fronteras y programas de capacitación para pilotos y técnicos. Por primera vez desde el inicio del conflicto, la relación con Ucrania pasa de la lógica de donaciones urgentes a la de contratos estables, inversiones de largo plazo y compromisos industriales.

Para Kiev, el pacto representa un salto estructural. La posibilidad de incorporar Rafale significaría abandonar progresivamente su histórica dependencia de aeronaves soviéticas, muchas de ellas deterioradas por el uso continuo. La sola idea de que Ucrania pueda operar cazas y sistemas franceses implica una modernización profunda, un cambio doctrinario y un nuevo nivel de integración con los estándares occidentales.

Macron, por su parte, dejó en claro que el objetivo es “alinear” el ejército ucraniano con los estándares de la OTAN, aun sin mencionar formalmente un ingreso inmediato de Ucrania a la alianza. El mensaje de fondo es claro: la defensa de Europa se proyecta hacia el este y Francia quiere ocupar un rol central en esa transformación.

 
Defensa aérea, tecnología y una visión a diez años


La defensa antiaérea ocupa un lugar clave dentro del acuerdo. Ucrania atraviesa ataques casi diarios con drones, misiles balísticos, misiles de crucero y artillería de largo alcance. Francia promete reforzar su capacidad de interceptación con sistemas modernos que permitan cubrir ciudades, centrales eléctricas, infraestructura militar y corredores logísticos. La meta es construir un escudo aéreo capaz de resistir la presión rusa incluso después de que el conflicto ceda.

A este núcleo se suma la pata tecnológica: comunicaciones encriptadas, radares terrestres de largo alcance, sistemas de detección temprana, ciberdefensa e integración de redes compatibles con las fuerzas armadas europeas. Todo esto requiere un proceso complejo de formación y adaptación que, según las estimaciones francesas, llevará varios años y demandará inversión continua. El acuerdo contempla asistencia técnica, mantenimiento y transferencia de capacidades para que Ucrania pueda operar parte del soporte dentro de su propio territorio sin depender permanentemente de bases en otros países.

 
El efecto en la política europea


La firma de este pacto implica un movimiento dentro del tablero político europeo. Francia toma la delantera y se posiciona como proveedor estratégico en un momento en que Alemania apuesta más a la industria logística y otros países europeos se concentran en programas específicos de asistencia. Con este acuerdo, París envía un mensaje: quiere recuperar un liderazgo militar que durante años estuvo diluido.

Al mismo tiempo, el pacto ejerce presión sobre el resto de Europa. Si Ucrania adquiere tecnología francesa y la integra como base de su futura defensa, el resto del continente deberá adaptar su propia estrategia para evitar fragmentaciones. La firma también fortalece la idea de una defensa europea más autónoma, sin depender exclusivamente de Estados Unidos en un escenario internacional marcado por tensiones crecientes.

Para Moscú, este compromiso franco-ucraniano supone una señal de que Europa está dispuesta a sostener militarmente a Ucrania más allá del ciclo inmediato de la guerra. El Kremlin observa con inquietud este movimiento, especialmente porque la transferencia de sistemas avanzados puede alterar la dinámica militar del frente si llega a concretarse en tiempo y forma.

El escenario político en Kiev


El acuerdo llega en un momento políticamente delicado para Zelenski. Entre presiones internas por la duración del conflicto, debates sobre la movilización militar y escándalos recientes que tensionaron al gobierno, el presidente ucraniano necesitaba una demostración de respaldo internacional. La firma con Francia cumple esa función: muestra que, pese a la incertidumbre, el país tiene un horizonte de reconstrucción y modernización militar que excede a la coyuntura.

Para la sociedad ucraniana, agotada por más de tres años de guerra, el pacto funciona como señal de continuidad estratégica. Para el gobierno, ofrece una hoja de ruta para reconfigurar un ejército que, después del conflicto, deberá reconstruirse casi desde cero en varios frentes. La alianza con Francia, en ese sentido, no es solo militar: es una inversión en la idea de un Estado ucraniano que sobrevivirá a la guerra con capacidades renovadas.

 
El cálculo francés y el impulso industrial


Francia ve en Ucrania un actor clave para su visión de autonomía estratégica europea. La decisión de firmar un acuerdo a diez años responde a una combinación de factores: la oportunidad de fortalecer su industria de defensa, la necesidad de consolidar un bloque militar europeo más sólido y la convicción de que la estabilidad continental depende en gran medida de lo que ocurra en el este.

El componente industrial es fundamental. La fabricación de Rafale, sistemas de defensa aérea y equipos de vigilancia activa una cadena de producción que involucra empresas, proveedores y trabajadores franceses. A su vez, la logística vinculada a mantenimiento y soporte técnico abre una ventana para nuevas inversiones en territorio ucraniano, algo que París observa con interés para la reconstrucción posguerra.

 
Lo que viene: integración, desafíos y reconstrucción


Aunque el acuerdo está firmado, su implementación será gradual y enfrentará desafíos. Ucrania deberá adaptar bases aéreas, capacitar pilotos, entrenar técnicos, reorganizar doctrinas militares y construir infraestructura capaz de albergar sistemas de alta complejidad. También se abre el interrogante sobre el financiamiento: incluso con apoyo internacional, la adquisición de armamento avanzado exige recursos considerables en un país cuyo presupuesto está tensionado por la guerra.

Aun así, el pacto redefine el futuro militar ucraniano. Incluso si el conflicto se prolonga, el país comenzará a operar bajo una planificación que trasciende la urgencia del frente y proyecta un modelo compatible con las fuerzas armadas europeas. Esto no implica un ingreso inmediato a la OTAN, pero sí acelera un proceso de integración práctica que, en los hechos, coloca a Ucrania dentro del ecosistema de defensa continental.

La firma entre Zelenski y Macron es más que un acuerdo bilateral: es un movimiento estratégico que fija el rumbo de la defensa europea y consolida a Ucrania como pieza central del equilibrio militar del continente. Con una década como horizonte, la alianza promete redefinir la arquitectura de seguridad en un momento en que Europa discute su propio futuro.

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