Fred Machado rompe el silencio: “Cometí errores, pero no soy un narco”

“Ningún avión de mi propiedad fue nunca atrapado con drogas, nunca.” Dijo quien hizo caer a José Luis Espert por sus vínculos.

Política07 de octubre de 2025Alejandro CabreraAlejandro Cabrera
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Espert y Machado

Durante una extensa entrevista desde su domicilio en Viedma, Federico “Fred” Machado volvió a hablar después de años de silencio. Con tono pausado y firme, el empresario argentino —acusado de lavado de dinero y vínculos con el narcotráfico— intentó reconstruir su versión de los hechos, deslindar responsabilidades y responder a las acusaciones que hoy lo mantienen bajo prisión domiciliaria. “Cometí errores, pero no soy un narco”, afirmó, decidido a recuperar algo de su reputación.

La historia detrás del personaje

Machado no esquiva su pasado ni sus negocios. Se define como un “emprendedor con muchos proyectos”, pero admite que la exposición lo llevó a un terreno del que ya no puede salir. “Me retratan como si estuvieran hablando con El Chapo”, dice entre risas amargas. “No soy un santo, cometí errores, pero no soy un narcotraficante.”

El empresario rionegrino asegura que la prensa y parte de la Justicia estadounidense lo convirtieron en un personaje “radiactivo”. “Me destruyeron la vida, hicieron un monstruo que no existe”, sostiene. Explica que fue víctima de una operación internacional y de viejos socios que lo traicionaron en Guatemala. “Me inventaron una causa, mezclaron mis empresas con cualquier cosa, y me metieron en una bolsa de gatos.”

Los negocios y la sombra del narcotráfico

Machado construyó su fortuna en el negocio aeronáutico y minero. Durante años fue propietario de varias aeronaves inscriptas bajo estructuras legales en Estados Unidos. “Registrás tu avión vía un trust, es legal. Pero después te mezclan con cualquier cosa”, asegura.

Según su versión, ninguno de sus aviones fue interceptado con droga. “Ningún avión mío fue atrapado con cocaína, jamás. Movía mi dinero a través de Aircraft Guaranty, todo declarado”, explica. Sin embargo, las investigaciones lo relacionaron con vuelos sospechosos hacia Centroamérica. Él lo niega enfáticamente: “Nunca consumí drogas, nunca tuve vínculos con narcos. No soy parte de ninguna organización criminal.”

Para Machado, los fiscales estadounidenses abusan del concepto de “conspiración” para unir causas distintas. “La justicia americana usa la famosa ‘conspiración’ para meter todos los gatos en una bolsa”, repite con ironía. “Así logran arrastrar a cualquiera.”

“A Espert lo ayudé como a un amigo”

Uno de los capítulos más comentados de su historia es su vínculo con José Luis Espert. Machado admite que lo conoció en 2019, cuando el economista era candidato presidencial, y que existió un contrato formal. “Lo llevé en un avión a dar una charla en mi pueblo y nos hicimos amigos”, recuerda.

El empresario afirma que la ayuda fue más logística que económica. “Fueron favores: vuelos, hospedajes, contactos. Nada ilegal. Hubo un contrato legítimo por 200 mil dólares, todo declarado.” Según su versión, la relación se quebró cuando Espert “negó haberlo conocido”.

“Le di una mano, lo ayudé con vuelos. El error de Espert fue negarme. Si me hubiera reconocido, esto no habría explotado así”, dice. “No miente cuando dice que hubo un contrato, lo hice en 2019. Era una mano que le daba porque me daba lástima.”

Machado también relativiza la magnitud del supuesto financiamiento político. “Le presté un avión, nada más. No fue una donación, fue un servicio. Y eso lo transformaron en lavado de dinero.”

Guatemala, el oro y la traición

El capítulo guatemalteco es otro eje de su relato. Machado explica que su grupo empresarial operaba legalmente en el departamento de Alta Verapaz, con licencias mineras en regla. “Mi operación era en Alta Verapaz, con una licencia legal. Ahí me entero de que un empleado mío que se decía socio se había prácticamente adueñado de todo.”

Se refiere a Iván Morales, un excolaborador al que acusa de traición. “Malo, el diablo encarnado”, lo describe. Según su versión, Morales habría desviado fondos y utilizado su nombre para maniobras irregulares. “Lo denuncié, le saqué las acciones y nombré un nuevo representante legal.”

Ese conflicto —dice— fue aprovechado por sectores políticos y judiciales para vincularlo con el narcotráfico. “Yo no conocí un solo narco en Guatemala. Me tildaron de criminal porque denuncié corrupción. Desde ahí empezó la persecución.”

Las presiones y el miedo

Machado asegura haber sufrido presiones mientras estuvo detenido en el exterior. “Me tuvieron cinco meses torturado”, denuncia. “Querían que firmara cualquier cosa, que reconociera vínculos con organizaciones que ni siquiera conozco.”

Sostiene que la investigación en su contra se armó sobre “una narrativa mediática”. “No tienen una prueba concreta, pero repiten la historia y se vuelve verdad. Hacen lo que quieren, te inventan una causa y te arruinan.”

Pese a todo, afirma que sigue confiando en la justicia argentina. “En este país la palabra final la tiene la Corte Suprema. Y hasta que un tribunal diga lo contrario, sigo siendo inocente.”

Un hombre que se quedó solo

El empresario asegura que muchos amigos y aliados políticos le dieron la espalda. “Me soltaron la mano. Me convertí en radiactivo. Nadie quiere ni atenderme el teléfono.” A veces, dice, lo invade la tristeza: “Extraño a mi perro, a mis hijos, a la vida normal. Me destruyeron la reputación.”

Con voz quebrada, intenta diferenciar entre culpa y responsabilidad. “Sí, cometí errores. Me equivoqué en confiar, en elegir socios, en creer que todos jugaban limpio. Pero eso no me convierte en narco ni en lavador. Me juzgan por ser exitoso, no por ser culpable.”

La defensa de su nombre

Machado insiste en que sus negocios fueron legales y que sus empresas cumplían con todas las normas. “No tengo fortunas escondidas, no tengo cuentas secretas. Todo lo que hice fue registrado y pagado. Pero una vez que te ponen el sello de narco, no hay vuelta atrás.”

Asegura que su familia también sufre las consecuencias. “Mi apellido está manchado. Mis hijos no pueden usar mi nombre en redes sin recibir insultos. Es una condena social que no termina nunca.”

Consciente del escepticismo que genera su testimonio, reclama un juicio justo. “Solo pido eso: un juicio. Que me escuchen. Que vean los papeles. Después, si soy culpable, lo aceptaré. Pero no esto: este linchamiento mediático.”

Entre la caída y la esperanza

La entrevista deja ver a un hombre cansado, pero aún convencido de su inocencia. Habla lento, con frases largas, y por momentos se enoja con el tono de las preguntas. “Usted me habla como si me estuviera interrogando”, le reprocha a la entrevistadora. “No vea fantasmas donde no los hay. Es normal que ese tipo de favores se realicen.”

Aun así, su relato tiene grietas. En un mismo tramo se presenta como víctima de una conspiración global y como empresario incomprendido. Sin embargo, todo su discurso gira en torno a una idea central: “No soy lo que dicen que soy.”

“Me destruyeron, pero sigo de pie”, dice al final. “No busco compasión, busco verdad. Porque cuando la verdad salga, muchos van a tener que dar explicaciones.”

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