El senador de 39 años representa a la nueva derecha del país. Nieto de un expresidente e hijo de una periodista asesinada, su figura crecía con fuerza hasta el atentado que lo dejó en estado crítico.
08 de junio de 2025
Alejandro Cabrera
Miguel Uribe Turbay estaba en plena campaña cuando recibió dos balazos en la cabeza y uno en la pierna durante un acto político en Bogotá. El ataque ocurrió mientras daba un discurso en Fontibón, y rápidamente fue trasladado a una clínica privada, donde fue operado de urgencia. Su estado sigue siendo crítico y el pronóstico es reservado.
El caso sacudió a toda Colombia. No solo por la violencia del hecho, sino por el perfil del dirigente: joven, conservador, con ascendencia política y trayectoria institucional, Uribe Turbay era uno de los nombres que comenzaban a sonar con fuerza para las elecciones presidenciales de 2026.
De familia política y tragedia personal
Nacido en 1986, Miguel Uribe es nieto de un expresidente y heredero de una dinastía política tradicional. También es hijo de Diana Turbay, periodista secuestrada y asesinada en un operativo fallido hace más de tres décadas. Esa doble raíz —el poder político y la tragedia— marcó su camino desde el inicio.
Estudió derecho y se especializó en administración pública, con pasos por universidades de alto prestigio. Su carrera pública comenzó como concejal de Bogotá y luego como secretario de Gobierno, en donde se destacó por su estilo técnico y su enfoque dialoguista.
En 2022 llegó al Senado, posicionándose como una de las principales voces del Centro Democrático. En marzo de este año lanzó su precandidatura presidencial, buscando renovar la imagen del espacio con un mensaje de modernización, seguridad y reforma del Estado.
Un atentado que reabre viejas heridas
El ataque ocurrió en pleno acto público, cuando Uribe hablaba con vecinos en un parque barrial. El agresor, un adolescente de entre 14 y 15 años, fue reducido por los escoltas tras un tiroteo breve. Aunque no se confirmaron aún las motivaciones, el episodio revivió los fantasmas de la violencia política en Colombia.
Durante décadas, el país fue escenario de asesinatos de líderes políticos, sociales y sindicales. La memoria de los magnicidios está viva. Por eso, el atentado contra Uribe Turbay genera temor, indignación y una reacción institucional inmediata.
El presidente canceló actividades oficiales y pidió una investigación rápida y profunda. Mientras tanto, líderes de todo el arco político expresaron su solidaridad. En las calles, la conmoción fue inmediata: el rostro del senador se multiplicó en redes con mensajes de apoyo, oraciones y llamados a la paz.
¿Qué sigue?
Por ahora, la atención está puesta en su salud. Los médicos informaron que la cirugía fue exitosa, pero su estado es crítico. Su familia pidió privacidad, mientras el equipo de campaña suspendió toda actividad. La seguridad para futuros actos políticos está siendo revisada.
A nivel político, el atentado podría convertirse en un punto de inflexión. Ya no se discute solo sobre candidaturas, sino sobre la capacidad del sistema de proteger a sus referentes democráticos. La figura de Uribe Turbay, hasta ahora en ascenso, queda congelada en una encrucijada: la lucha por su vida y el impacto nacional de su historia.
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