📉 La verdad como voluntad de poder: Nietzsche, Milei y los datos económicos

El gobierno argentino celebra cifras como si fueran hechos incuestionables. Pero, ¿y si esas verdades fueran solo interpretaciones impuestas? Un análisis filosófico-político desde Nietzsche para entender cómo la narrativa económica se convierte en un acto de poder.

Opinión28 de junio de 2025Alejandro CabreraAlejandro Cabrera
ChatGPT Image 28 jun 2025, 18_09_13
Milei y Nietzsche

La economía como relato y no como reflejo

Los últimos informes oficiales muestran un cuadro que, al menos en la superficie, parece auspicioso: superávit fiscal, inflación controlada, tipo de cambio estable. Desde el atril libertario, se presenta esta batería de datos como prueba del éxito del plan económico. El ajuste, se dice, está dando resultados. La motosierra cumplió su cometido.

Pero bajo esa capa de cifras organizadas se esconde una operación más profunda: la producción de una “verdad económica” que no responde tanto a los hechos como a una voluntad de sentido. En otras palabras, no se trata de describir la realidad, sino de moldear simbólicamente. Y para entender ese mecanismo, conviene volver a Friedrich Nietzsche.

Para el filósofo alemán, la verdad no es un reflejo objetivo del mundo, sino una construcción cultural, una “ilusión útil” que ha olvidado que lo es. Las verdades, dice, son metáforas que han perdido su color. En el caso argentino, el gobierno ha convertido ciertos datos económicos en fetiches performativos, en piezas de un relato que se impone no por su veracidad, sino por su fuerza narrativa.

La posverdad no es más el relato, el dato ya no lo mata. Byung Chun Han, uno de los más lúcidos pensadores del siglo XXI entiende que la nueva construcción de sentido pasa por la generación de realidades contrarias a la realidad. Esto no es una novedad, ya se puede ver en las novelas distópicas clásicas y también en la Unión Soviética, en la China Maoista y se puede ver hoy en la Venezuela Madurista. 

En los últimos días el presidente Javier Milei le dijo “pichón de Stalin” a Axel Kicillof y lo subió al ring electoral. Cualquier freudiano haría un festín con los discursos del presidente. Paradójicamente Milei idolatra a otro Axel, el chileno Kaiser que utilizó la frase “parásitos mentales” para hablar de las ideas de izquierda. Hay que tener en cuenta que para este tipo de personaje cualquier cosa que sea contraria a su pensamiento es de zurdo. 

Kaiser es una especie de Agustín Laje chileno. El pensamiento regente de la nueva derecha está basado en la tradición premoderna. Por eso es conveniente mirarlo con la lupa nietzscheana, un emergente y crítico de la modernidad. 

La estructura económica: cuando los datos no son lo que parecen

El gobierno celebra tres grandes logros: desinflación, superávit fiscal y estabilidad cambiaria. Pero el análisis económico profundo revela las fisuras detrás de ese relato:

Desinflación sin ancla real
La baja en la inflación no responde a una mejora estructural sino a una recesión feroz. El consumo se derrumbó, el salario real se licuó y la emisión monetaria fue contenida a costa del parate económico. A esto se suma una inflación reprimida: tarifas, dólar oficial y servicios aún contenidos que podrían disparar precios cuando se liberen.

Superávit fiscal por licuación social
El resultado positivo en las cuentas públicas no fue producto de una reforma estructural ni de eficiencia administrativa, sino de una drástica reducción en jubilaciones, asistencia social y obra pública. El ajuste recayó sobre los sectores más vulnerables, mientras se favoreció a exportadores y sectores concentrados.

Estabilidad cambiaria bajo cepo implícito
Aunque el dólar libre bajó y el oficial se mantiene estable, no hay libre acceso al mercado de cambios. Las importaciones siguen restringidas, no hay régimen bimonetario real y las reservas están sostenidas por liquidaciones agrícolas puntuales. La estabilidad no surge de confianza, sino de parálisis.

Actividad en caída libre
El PBI se contrae en los sectores productivos y vitales, la inversión privada se frena, y el empleo formal cae mientras crecen el cuentapropismo precario y la informalidad. Ni que hablar que se mantienen los datos de pobreza e indigencia sostenido en el incremiento de los planes de ayuda económica, un parche que no puede ser permanente. La economía real no muestra signos de recuperación: simplemente se inmovilizó para ordenar los números del Excel.

Desigualdad y precarización en alza
Mientras el gobierno muestra gráficos prolijos, los indicadores sociales empeoran: la pobreza se estanca en niveles altísimos, el hambre se profundiza en los sectores populares y el tejido social comienza a deshilacharse.

Voluntad de poder: imponer sentido donde hay caos

Nietzsche no pensaba la voluntad de poder como una ambición mezquina de dominar al otro, sino como la pulsión vital de todo ser para expandirse, afirmarse y conquistar sentido. En este marco, la verdad no sería un valor moral, sino un producto de esa voluntad que interpreta, jerarquiza y selecciona lo que debe ser visto, creído y defendido.

Aplicado al discurso oficial, esto se traduce en una estrategia política: el gobierno no informa datos; los selecciona, los ordena, los ritualiza. Eleva un superávit técnico a condición mística. Transforma la baja de la inflación en prueba de redención. Hace del dólar planchado una bandera de la cruzada libertaria. Y así, el dato económico deja de ser un número y se convierte en símbolo de victoria.

Todo esto se logra con lo que Nietzsche llamaría una operación estética del poder: la capacidad de imponer una mirada del mundo como si fuera la única posible. En lugar de ofrecer un análisis plural, el gobierno presenta un relato cerrado, epifánico, donde toda crítica es sospechada de herejía o de ser parte de la “casta”.

El silenciamiento como dispositivo de dominación

La clave del relato no está solo en lo que se dice, sino en lo que se omite. La pobreza infantil, el deterioro del salario real, la recesión profunda, la destrucción del empleo formal, la paralización de la obra pública, la caída del consumo, la violencia de la informalidad: todo eso queda relegado al plano de lo anecdótico, de lo circunstancial. No entra en el relato triunfal. No tiene gramática oficial.

En términos nietzscheanos, la “verdad económica” oficial necesita destruir otras interpretaciones para afirmarse. Por eso el gobierno ridiculiza cualquier visión alternativa como “zurda”, “planera”, “kirchnerista” o “estatista”. La verdad se afirma como potencia solo cuando logra callar a los demás. Cuando se convierte en única, incuestionable, total.

Pero esa estrategia de imposición no es inocua: genera un vaciamiento democrático del discurso, donde la deliberación se reemplaza por la obediencia, y la crítica por la humillación pública.

Verdad, política y el abismo de la experiencia

Mientras las cifras celebran un supuesto orden macroeconómico, la experiencia cotidiana de la sociedad argentina dice otra cosa. Familias que no llegan a fin de mes. Comercios cerrados. Jóvenes que emigran. Jubilados que eligen entre comer o medicarse. Trabajadores formales que se endeudan para sobrevivir.

Aquí es donde el pensamiento nietzscheano recupera toda su potencia: la verdad no es una cuestión de correspondencia con los hechos, sino de fuerza vital. Y si el relato oficial no logra resonar con la experiencia concreta de millones, entonces su “verdad” pierde vigencia, aunque los gráficos la adornen.

No importa cuántas veces se repita una cifra si la gente no la siente como verdad. Allí radica el límite de toda narrativa impuesta desde el poder: necesita, para perdurar, ser vivida como real. Y hoy, la Argentina real es una Argentina que sufre.

La crisis como ocaso de los ídolos

Nietzsche hablaba del “ocaso de los ídolos” para referirse a esos valores que, habiendo perdido su fuerza vital, seguían siendo venerados como si aún tuvieran poder. Algo similar ocurre con las “verdades” económicas impuestas por los gobiernos: cuando dejan de expresar la vida, se convierten en cascarones vacíos.

La actual administración puede mantener su relato por un tiempo, gracias a su control comunicacional, a su teatralización permanente y al debilitamiento institucional del debate público. Pero si no logra reconectar con la vida social, su verdad se volverá insostenible. Porque, como enseñó Nietzsche, no hay verdad sin cuerpo, sin carne, sin sufrimiento. No hay verdad sin pueblo.

Te puede interesar
ChatGPT Image 2 jun 2025, 15_57_08

Los deseos imaginarios de los Globalistas | CAPITULO 1

Alejandro Cabrera
Opinión02 de junio de 2025

La Revolución Francesa: ¿ingeniería social o clamor popular? Agustín Laje, visitante ilustre de Viktor Orbán e intelectual de "La Batalla Cultural" tiene un concepto bastante encaprichado de los sucesos históricos que según él llevaron al mundo al wokismo.

GqcbKG6XgAAsZ_A

Milei cruzó el límite: burla al Papa León XIV con una imagen provocadora

Alejandro Cabrera
Opinión08 de mayo de 2025

El presidente argentino publicó en X una imagen de un león vestido de Papa en alusión al nuevo pontífice, en un gesto que fue interpretado como una falta de respeto total hacia la comunidad católica y un acto de ignorancia sobre el significado profundo del nombre León en la tradición de la Iglesia.

ChatGPT Image 4 may 2025, 14_13_01

La libertad de las libertades

Diego Armesto
Opinión04 de mayo de 2025

“Negarse a oír una opinión porque se está seguro de que es falsa equivale a afirmar que la verdad que se posee es la verdad absoluta. Toda negativa a una discusión implica una presunción de infalibilidad”

Lo más visto