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La administración de Donald Trump enfrenta una acusación de desacato criminal por parte de un juez federal, tras ignorar una orden judicial que prohibía la deportación de migrantes venezolanos a El Salvador.
Mundo16 de abril de 2025La polémica gira en torno a la deportación de migrantes venezolanos, quienes fueron enviados al Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT) en El Salvador, a pesar de que la justicia federal había emitido una orden expresa que lo impedía.
El magistrado que lleva el caso declaró que hubo “desobediencia deliberada” por parte del gobierno. Según detalló, los vuelos salieron una vez conocida la prohibición y las justificaciones del ejecutivo no fueron consideradas válidas.
Uno de los puntos más controversiales es que la administración justificó la deportación señalando que la orden judicial no era aplicable una vez que los aviones abandonaban el espacio aéreo estadounidense. Esta postura fue rechazada por la Justicia.
El juez exige ahora una rectificación inmediata o la identificación de los funcionarios responsables de haber tomado la decisión de autorizar los vuelos. Se trata de un nuevo capítulo de tensión entre el poder judicial y el expresidente, que ya enfrenta otros procesos legales.
La situación también ha puesto en el centro del debate el uso de una vieja normativa: la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798, que permite al Ejecutivo tomar medidas drásticas en contextos de amenaza nacional. Su uso para justificar deportaciones masivas ha sido duramente cuestionado.
En paralelo, sectores conservadores defendieron el accionar del expresidente, señalando que las deportaciones responden a un intento de proteger la seguridad interna y combatir el crimen organizado en la frontera.
Desde organizaciones humanitarias, en cambio, denunciaron que los migrantes fueron enviados a centros de detención en condiciones infrahumanas, sin derecho a defensa y sin haber agotado las instancias legales en territorio norteamericano.
En El Salvador, el gobierno celebró la llegada de los deportados, asegurando que algunos de ellos están vinculados a bandas criminales. La medida fue bien recibida internamente, aunque también despertó críticas sobre la legalidad del procedimiento.
Las familias de los migrantes exigen ahora saber dónde están sus seres queridos y en qué condiciones se encuentran detenidos. El drama humanitario se suma a la dimensión institucional del conflicto.
El magistrado dio un ultimátum a la administración: tiene plazo hasta el 23 de abril para presentar una respuesta concreta. No descarta impulsar acciones penales si no se cumple la orden judicial.
El episodio revive los debates en torno a la separación de poderes y al rol del presidente en tiempos de crisis. La figura de Trump, nuevamente, queda envuelta en un escándalo que mezcla legalidad, derechos humanos y política internacional.
Analistas destacan que el caso puede sentar un precedente clave sobre los límites del Ejecutivo frente a la justicia federal en contextos de migración masiva.
La Casa Blanca no emitió comentarios oficiales hasta el momento, pero se especula con una respuesta política que intente endurecer aún más la narrativa sobre seguridad nacional y control de fronteras.
En términos diplomáticos, también hay tensión. La comunidad internacional sigue el caso con atención, dado que involucra violaciones de acuerdos migratorios y del derecho internacional.
Los expertos coinciden en que este caso es “emblemático” para el futuro de la gobernabilidad democrática en Estados Unidos, ya que pone a prueba el equilibrio de poderes.
Mientras tanto, el Congreso evalúa abrir nuevas audiencias sobre el uso indebido del poder presidencial durante la administración anterior, lo que podría derivar en consecuencias penales.
Algunos sectores del Partido Republicano buscan distanciarse del conflicto, pero el liderazgo de Trump aún domina buena parte de la base electoral.
Los próximos días serán clave. Lo que decida la Justicia y la respuesta que ofrezca la dirigencia política marcarán el rumbo de este enfrentamiento institucional.
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