Texas bajo el agua: caos climático, devastación social y respuestas insuficientes

Mientras las lluvias torrenciales azotan el sur de Estados Unidos, Texas enfrenta una de sus peores crisis por inundaciones en décadas. La emergencia no solo deja un rastro de destrucción, sino que expone las limitaciones del sistema político y la fragilidad de la infraestructura frente a eventos extremos.

Mundo06 de julio de 2025Alejandro CabreraAlejandro Cabrera
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Texas

Cuando el agua lo arrasa todo, también se lleva consigo las excusas. En las últimas 72 horas, Texas quedó paralizada. Calles transformadas en ríos, familias atrapadas en sus viviendas, rescates desesperados en barrios enteros y un gobernador que intenta calmar a una población desbordada no solo por la lluvia, sino por la indignación. La naturaleza golpea, sí, pero la desprotección no es un accidente climático: es una decisión política.

El temporal que azotó el estado desde el jueves desbordó los sistemas de contención, provocó evacuaciones masivas y forzó a declarar el estado de emergencia en múltiples condados. Se estiman decenas de miles de personas sin luz, cientos de carreteras intransitables y pérdidas millonarias en infraestructura, cultivos y propiedades privadas. Pero más allá de los números, la imagen que domina es la del ciudadano abandonado a su suerte mientras espera en el techo de su casa la llegada de un helicóptero.

 
“No estábamos preparados”: la frase que más se escucha

Una y otra vez, residentes repiten la misma expresión: “Nunca vimos algo así”. Pero lo cierto es que el cambio climático ya había anticipado episodios extremos como este. Las lluvias no sorprendieron a los meteorólogos, sino a los políticos. La falta de planificación, de inversión en obras hidráulicas y de sistemas de alerta temprana eficaces dejó al descubierto la fragilidad de uno de los estados más ricos de EE.UU.

Frase destacada: “No era impredecible. Era inevitable. Y aún así no se hizo nada.”

En zonas como Houston, Beaumont y San Antonio, la acumulación de agua superó los niveles históricos. Las represas cedieron, los arroyos desbordaron y el sistema de alcantarillado colapsó. El resultado: cientos de familias perdieron todo. Otra vez.

 
Infraestructura al límite y gestión en crisis

Texas lleva años postergando inversiones clave en prevención de desastres naturales. Las alertas fueron ignoradas y el presupuesto destinado a defensa climática fue recortado sucesivamente en nombre del “equilibrio fiscal”. Ahora, las consecuencias son visibles y dramáticas.

Los servicios de emergencia actuaron al borde del colapso. Cientos de rescatistas, bomberos y voluntarios enfrentaron jornadas sin descanso, sin recursos suficientes ni coordinación centralizada. La falta de protocolos claros llevó a situaciones críticas, como rescates simultáneos sin comunicación entre unidades y evacuaciones realizadas a zonas que luego también resultaron inundadas.

Frase destacada: “La política climática de Texas se basa en la esperanza. Y la esperanza no sirve cuando el agua te llega al cuello.”

 
El costo social: los que siempre pagan

Las comunidades más afectadas, una vez más, son las de menores ingresos. Barrios enteros quedaron aislados sin acceso a agua potable ni alimentos. Las autoridades locales improvisan refugios en gimnasios escolares y estaciones de bomberos, pero la capacidad es insuficiente. A esto se suma el temor de muchas familias migrantes a acudir a centros de asistencia por miedo a represalias o controles de inmigración, lo que agrava aún más la tragedia.

Mientras tanto, la cobertura mediática oscila entre el sensacionalismo climático y la política partidaria. Se habla del desastre, pero se evita el análisis de fondo: ¿por qué un estado tan poderoso queda tan expuesto ante la naturaleza?

 
¿Y el cambio climático?


Aunque algunos funcionarios aún esquivan el término, el calentamiento global es un actor central en esta historia. Las lluvias en Texas no son un fenómeno aislado: son parte de una cadena de eventos extremos cada vez más frecuentes e intensos, desde olas de calor hasta incendios forestales y huracanes fuera de temporada. Sin una respuesta estructural y sostenida, cada año será peor.

Frase destacada: “No podemos seguir llamando tragedia a lo que ya es rutina.”

Sin embargo, el discurso oficial evita comprometerse con una agenda ambiental seria. A falta de regulación, las industrias extractivas siguen operando con beneficios y escasa supervisión, y el modelo urbano sigue expandiéndose sin planificación. Así, el ciclo se repite: el clima castiga, el gobierno reacciona tarde y la población paga las consecuencias.

 
El mensaje político: reacción o complicidad


En lugar de asumir responsabilidades, algunos sectores políticos utilizan la crisis para reforzar agendas ideológicas. Mientras la población pide asistencia y reconstrucción, la discusión pública se desvía hacia polémicas partidarias: desde teorías conspirativas sobre el origen de las lluvias hasta acusaciones cruzadas entre demócratas y republicanos.

Frase destacada: “No hay derecha ni izquierda cuando el agua te arrebata todo. Hay responsabilidad o hay abandono.”

Lo cierto es que el desastre en Texas marca un nuevo punto de inflexión. La ciudadanía comienza a exigir no solo ayuda inmediata, sino garantías de que esto no volverá a pasar. Pero sin un giro drástico en la política ambiental y urbana, las promesas se diluirán tan rápido como las aguas cuando retrocedan.

 
Lo que viene: reconstrucción o repetición
El panorama en los próximos días será complejo. Las pérdidas económicas son incalculables. Miles de hogares necesitarán asistencia directa. Las rutas deberán ser rehabilitadas, los hospitales reforzados y las redes eléctricas reconstruidas. Todo en un clima de creciente desconfianza institucional.

La pregunta que queda flotando es si esta tragedia servirá para aprender o si simplemente se archivará junto con otras tantas inundaciones pasadas.

Frase destacada: “Cada centímetro de agua acumulado es una deuda del Estado con su gente.”

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