"Tengo el privilegio de estar acá": Prandi enfrenta su testimonio en un juicio que expone la violencia que supera las palabras

Después de declarar en el juicio contra su exmarido, la actriz se mostró aliviada, agotada y esperanzada. Relató el calvario vivido y expresó que muchas víctimas no tienen la oportunidad de contar su verdad.

Curiosidades07 de agosto de 2025Alejandra LarreaAlejandra Larrea
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Julieta Prandi.

Con la voz quebrada y los ojos cansados, Julieta Prandi emergió tras declarar en el juicio contra su exmarido. Aquella audiencia fue, para ella, una carga emocional equivalente a “meter un planeta en un embudo”. Sin embargo, el alivio fue palpable: “Tengo el privilegio de estar acá, la mayoría termina muerta”.

Su testimonio no solo dibuja la fuerza de una sobreviviente. Visibiliza a quienes no logran llegar a ese momento. En los tribunales de Campana, Prandi abrió la puerta a palabras que muchas mujeres no alcanzan a pronunciar.

Declarar bajo vidrio: distancia forzada, cercanía emocional
El día del juicio estuvo marcado por la separación física entre ella y el acusado: un biombo impidió el contacto visual y auditivo. Prandi lo agradeció. “No escuché cuando él declaró. No me interesa escucharlo”, afirmó, marcando una línea clara entre su necesidad de preservar su fortaleza y la tensión del proceso.

Alivio y gratitud: un ritual de humanidad compartida
El apoyo de su entorno fue clave. La acompañaron sus padres, su psiquiatra y Mariano Peluffo, su compañero de equipo en radio. “Escucharlos es terrible… algunos recuerdos ni me pertenecen; intentás bloquearlos”, confesó, y dijo que, pese a todo, los abrazos y las palabras recibidas le hicieron derramar lágrimas sanadoras.

Justicia acechada por la espera
Días sin comer, fatiga acumulada y dolor revivido. Prandi detalló la lenta espera judicial: “Tardaron cinco años en elevar la causa a juicio”. Su aliento permanecerá, incluso si el sistema la deja colgada de tecnicismos o demora cada avance.

El peso del silencio y la urgencia del camino recorrido
La frase que reverbera es inquietante: “La mayoría termina muerta”. No fue un lamento sino una advertencia: muchas mujeres no logran llegar a este espacio de palabra. Por eso, estar ahí es un privilegio que revierte silencios.

Esperanza encarcelada en años
Cuando se le preguntó qué condena espera para su agresor, fue clara: no busca dinero. Quiere “una condena ejemplar” por el daño físico, psicológico, verbal, emocional y económico. Con pena máxima de 50 años, dijo: “Con 20 o 30 años me quedo contenta”. Su mensaje es sobre justicia, no revancha.

Entre testimonios y ecos: el juicio como espejo social
Este proceso judicial es una instancia personal pero también política. Refleja cómo los relatos de violencia asedian cuerpos y voces que buscan justicia dentro de un sistema que a veces se obstina en olvidar que el dolor tiene nombre y historia propia.

Decir lo vivido es un reto gigantesco. “Contarlo es meter un planeta en un embudo”, fue la metáfora que usó para describir su serie de declaraciones. Cada palabra estuvo cargada de significado y resistencia.

El juicio continúa. El tribunal definirá la condena. Mientras tanto, sus allegados y otras mujeres esperan que esta palabra ofensiva se torne en un camino hacia la reparación y no en una memoria futura.

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