Horror en Haití: una mujer envenenó a 40 pandilleros con empanadas en un acto de venganza

En un país sumido en la violencia extrema de las bandas criminales, una comerciante decidió tomar la justicia por mano propia. Envenenó a los miembros de un temido grupo armado con empanadas que resultaron letales.

Mundo07 de mayo de 2025Alejandro CabreraAlejandro Cabrera
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Haití

El gesto que terminó en masacre

La brutalidad se ha convertido en parte del paisaje cotidiano de Haití, un país devastado por el desgobierno, la miseria y el terror impuesto por las pandillas. Sin embargo, incluso en ese escenario infernal, el último episodio sacudió a todos. En la comuna de Kenscoff, al sureste de Puerto Príncipe, una mujer decidió devolver el golpe a quienes tenían de rehén a su pueblo.

La protagonista de esta historia es una vendedora local que, tras años de sufrir extorsiones y amenazas, planificó lo que describió como su única salida posible. Cocinó empanadas caseras —conocidas como "patés" en la cultura haitiana— especialmente dirigidas a los miembros de la banda Viv Ansanm, uno de los grupos criminales más temidos de la región.

Aparentemente, los pandilleros aceptaron gustosos el ofrecimiento, interpretando el gesto como un signo de sumisión o de colaboración. Nada más lejos de la realidad: las empanadas estaban impregnadas con aceite de oruga, un potente pesticida utilizado habitualmente en tareas agrícolas.

Venganza letal contra el terror cotidiano

La trampa funcionó con rapidez. Minutos después de consumir las empanadas envenenadas, los pandilleros comenzaron a sufrir severos síntomas. Convulsiones, vómitos y dolores estomacales intensos fueron seguidos por la muerte casi inmediata de la mayoría de ellos.

En total, 40 personas, presuntamente integrantes de Viv Ansanm, murieron antes de poder ser asistidos. La mujer no huyó. Según los reportes iniciales, permaneció en el lugar hasta ser detenida por la policía haitiana, a la que confesó sin titubeos lo que había hecho.

"Ellos nos mataron primero. Nos quitaron todo. Esto fue lo único que pude hacer", habría dicho, con un tono que mezclaba dolor y determinación.

El contexto: Haití atrapado entre la anarquía y el miedo

El hecho no puede entenderse sin considerar el contexto brutal que atraviesa Haití. Las pandillas se han adueñado de amplios territorios, dictando sus propias leyes y aniquilando cualquier atisbo de resistencia civil. Las extorsiones, secuestros, violaciones y asesinatos son moneda corriente.

En ese marco, el acto desesperado de la vendedora se convirtió en un símbolo de la fractura social y el hartazgo extremo de la población. Las autoridades haitianas se enfrentan a un dilema: aunque la mujer cometió un acto criminal, también es vista como una heroína por amplios sectores de la población que ya no confían en el Estado.

La noticia se viralizó rápidamente. Mientras los organismos de derechos humanos expresaron preocupación por la vía de la violencia como respuesta a la violencia, otros sectores aplaudieron a la mujer por haber golpeado a los que durante años sembraron el terror impunemente.

La justicia, en un callejón sin salida

El gobierno interino de Haití, desbordado por la crisis, todavía no definió cuál será la acusación formal contra la mujer. En principio, permanece detenida mientras se realizan las investigaciones.

Sin embargo, el caso promete generar controversia tanto a nivel nacional como internacional. En un país donde el Estado de derecho está prácticamente ausente, la idea de que ciudadanos comunes puedan recurrir a métodos tan extremos para defenderse deja al descubierto el grado de descomposición institucional.

La propia policía haitiana reconoció que no es habitual que los civiles actúen de esta manera, aunque admitió que la situación es tan crítica que la desesperación ha llevado a muchos a tomar decisiones impensadas en otras circunstancias.

Un espejo del colapso

Lo ocurrido en Kenscoff no es solo un hecho policial. Es el reflejo más brutal del colapso haitiano. La mujer que cocinó las empanadas mortales no actuó como parte de una estrategia organizada, ni como miembro de un grupo rebelde. Su acción fue individual, casi solitaria, impulsada por el dolor, el miedo y la impotencia acumulada tras años de abuso.

En ese sentido, se ha transformado en una figura trágica y controvertida. Para algunos, una criminal. Para otros, una heroína que hizo lo que nadie más se atrevió.

Lo cierto es que en Haití, donde las pandillas gobiernan y el Estado se ha replegado, el acto de la vendedora podría marcar el inicio de un ciclo aún más oscuro, donde la violencia horizontal se convierta en la regla.

El mundo observa con estupor, mientras en la tierra de Toussaint Louverture, la vida vale cada vez menos, y la muerte, incluso servida en forma de empanadas, es solo una cara más de la desesperanza.

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