El plan del dólar: el Gobierno lanza medidas para retener divisas y frenar la sangría

En medio de la tensión cambiaria, la administración de Milei lanzó un paquete de medidas con el objetivo de acumular reservas y evitar una corrida. Se reconfigura la política de comercio exterior, se endurece el acceso a divisas y se apunta a las cerealeras como fuente de oxígeno inmediato.

Economía05 de julio de 2025Alejandro CabreraAlejandro Cabrera
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Pesos o dólares

Una economía presionada por el tipo de cambio paralelo, reservas en rojo y una desconfianza estructural llevaron al Gobierno argentino a mover fichas con rapidez. Con una serie de cuatro medidas clave, la administración de Javier Milei busca no solo sostener el valor del peso, sino también dar señales de control en un escenario volátil.

Lejos de los discursos altisonantes, la lógica de la urgencia económica empuja decisiones que parecen alejarse del purismo libertario. El objetivo está claro: evitar una nueva corrida, frenar la pérdida de reservas y mantener al dólar oficial bajo control hasta que lleguen los ansiados brotes verdes.

 
Un giro táctico ante la presión del mercado

El primer movimiento fue el establecimiento de un nuevo dólar exportador, un tipo de cambio diferencial que intenta incentivar la liquidación de divisas por parte del agro. En lugar del 80/20 vigente, ahora se habilita un 70/30 entre mercado oficial y contado con liquidación. La medida busca lograr que el campo adelante ventas, generando un alivio en las reservas netas del Banco Central.

El Gobierno apuesta a una inyección rápida de dólares del agro para oxigenar las arcas oficiales.
La segunda medida refuerza el control sobre las importaciones. Se endurecen las condiciones para acceder al dólar oficial, lo que implica mayor discrecionalidad en las autorizaciones. Si bien se lo disfraza como una estrategia de “administración del comercio”, en los hechos se trata de una vuelta a los controles que se pretendía desterrar.

Esto tiene un doble filo: por un lado, puede proteger las reservas. Por el otro, encarece costos y genera malestar entre empresarios.

Cepo encubierto y más presión sobre el consumo

La tercera medida apunta a limitar el acceso a divisas para gastos de turismo y servicios en el exterior. Se impone un recargo a las tarjetas de crédito por operaciones fuera del país, y se eleva la percepción de impuestos para la compra de moneda extranjera.

Aunque el Gobierno lo niegue, es una forma solapada de reinstalar un cepo. No lo llaman así, pero el resultado práctico es el mismo: se encarece el dólar para los particulares y se desalienta el consumo de bienes y servicios importados.

La restricción al turismo es una forma disimulada de racionar dólares sin asumir el costo político del cepo.
Finalmente, se anunció una nueva línea de crédito para importadores que permite acceder a divisas en plazos más largos. Se trata de una forma de reordenar el comercio sin tener que pagar todo al contado, lo que reduce la presión inmediata sobre las reservas.

La pulseada con el mercado sigue abierta

A pesar de las medidas, el dólar libre volvió a mostrar tensión en las cuevas y la brecha con el oficial se mantiene en niveles preocupantes. La confianza no se recompone con simples anuncios, y el mercado sigue esperando señales fiscales claras, más allá del ajuste ya aplicado.

El superávit financiero logrado en los primeros meses del año comienza a mostrar signos de desgaste. La recaudación tributaria cae en términos reales y los ingresos por retenciones no compensan la falta de actividad.

El ajuste fiscal mostró resultados en el primer trimestre, pero ahora enfrenta límites estructurales.
Las provincias siguen reclamando por fondos recortados, y la falta de obra pública empieza a repercutir en el empleo formal, especialmente en el interior del país. La conflictividad social se mantiene contenida, pero la protesta crece entre sindicatos y sectores medios empobrecidos.

Reservas en rojo y dependencia del agro

El núcleo del problema sigue siendo la escasez de dólares genuinos. El Banco Central muestra reservas netas negativas y el acuerdo con el FMI está virtualmente congelado. Sin ingreso de financiamiento externo, el Gobierno depende exclusivamente del saldo comercial para sostener la macroeconomía.

Por eso, el dólar agro se vuelve una herramienta fundamental. La presión sobre las cerealeras para que liquiden ahora y no más adelante es una jugada riesgosa: pan para hoy, hambre para mañana.

El Gobierno cambia reglas para apurar ingresos, pero posterga la solución estructural del modelo exportador.
Al mismo tiempo, el clima internacional no ayuda. La desaceleración global y las tensiones geopolíticas reducen el apetito inversor por economías emergentes. Argentina, sin crédito, sin reservas y sin plan productivo sólido, navega en un equilibrio precario.

¿Un plan integral o solo parches?

Lo que se vislumbra hasta ahora no es un plan económico completo, sino un conjunto de reacciones tácticas. No hay una hoja de ruta detallada, sino maniobras de corto plazo para evitar incendios.

El relato oficial sigue apuntando al shock de confianza, pero las medidas tomadas muestran una admisión implícita: la confianza no alcanza, y el mercado necesita hechos. Controlar la inflación, recomponer reservas, dinamizar la economía real y mantener la gobernabilidad son desafíos que requieren más que anuncios.

Las medidas muestran pragmatismo, pero también contradicciones con el discurso libertario original.
El Gobierno enfrenta una tensión interna: seguir aplicando el ajuste ortodoxo prometido o abrir un margen de realismo para evitar que la recesión y la inestabilidad dinamicen todo el sistema político.

En su intento por acumular dólares, el Gobierno lanzó medidas que revelan tanto su urgencia como sus límites. La apuesta es a la estabilidad, pero con instrumentos que tienen alto costo político y social.

Mientras tanto, la economía real sigue sin señales de recuperación. Y la calle, aunque aún tranquila, murmura. Porque los dólares no solo hacen falta para la macro. También hacen falta para vivir.

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