Afganistán y Pakistán: el conflicto que vuelve a encender la frontera más inestable del mundo

Los recientes enfrentamientos entre tropas afganas y paquistaníes en la línea de Durand reactivan una tensión histórica entre dos vecinos que nunca dejaron de verse como enemigos. Los choques armados ya dejaron decenas de muertos y amenazan con abrir un nuevo frente de inestabilidad en Asia Central.

Medio Oriente13 de octubre de 2025Alejandro CabreraAlejandro Cabrera
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Talibanes

Una frontera marcada por heridas abiertas

La frontera de 2.600 kilómetros entre Afganistán y Pakistán, conocida como la línea Durand, fue trazada por los británicos en 1893 como parte de su estrategia imperial. Desde entonces, este límite ha desatado controversias: Kabul nunca lo ha reconocido oficialmente, mientras que Islamabad lo considera irreversible. A lo largo de esta división geográfica, se entrelazan rivalidades étnicas, religiosas y políticas que se agudizan cada vez que alguno de los gobiernos intenta reafirmar su autoridad en el área.

Recientemente, varios puestos militares en los pasos de Torkham y Spin Boldak, vitales para el tránsito entre ambos países, se convirtieron en escenarios de enfrentamientos armados. Según informes locales, decenas de personas han muerto o resultado heridas, y cientos de civiles han huido a aldeas más seguras. Pakistán ha acusado al ejército talibán de iniciar los ataques, mientras que el gobierno afgano señala las "continuas violaciones" de Islamabad a su espacio aéreo.

El impacto del poder talibán en las relaciones regionales

Desde que los talibanes retomaron el control en Kabul en 2021, las relaciones entre Afganistán y Pakistán han empeorado drásticamente. Durante años, Pakistán había sido el principal respaldo logístico y político del movimiento talibán, pero esta dinámica ha cambiado desde su consolidación como gobierno.

Los nuevos líderes afganos rechazan el control de Pakistán y acusan a Islamabad de interferir en sus asuntos internos. Por su parte, el ejército pakistaní argumenta que Afganistán alberga a miembros del Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP), un grupo extremista responsable de numerosos atentados en territorio paquistaní.

Aunque el TTP comparte ciertas ideologías con los talibanes afganos, opera de manera independiente y busca derrocar al gobierno de Islamabad. Su capacidad de acción se ha visto fortalecida desde la llegada al poder de los talibanes, quienes les proporcionaron refugio en las montañas del este afgano.

Pakistán exige al gobierno afgano que actúe contra el TTP. Sin embargo, los talibanes han dejado claro que no permitirán incursiones en su territorio, lo que ha intensificado el conflicto armado y marcado un momento crítico en las relaciones bilaterales desde la caída de Ashraf Ghani.

La crisis interna en Pakistán

Pakistán atraviesa una de las crisis más graves de su historia reciente, caracterizada por altos niveles de inflación, una crisis energética y tensiones políticas entre el Ejército y los partidos civiles. A esto se suma la presión de Estados Unidos, que, aunque mantiene una relación pragmática con Islamabad, se preocupa por su inestabilidad interna y sus vínculos con grupos islamistas.

El gobierno paquistaní intenta justificar su narrativa de "autodefensa" frente a los ataques desde Afganistán, pero la opinión pública está dividida. Algunos sectores demandan un ataque contra los talibanes, mientras que otros advierten que un conflicto abierto podría causar un efecto dominó en Pakistán, dado que existen tribus pastunes con lazos familiares y culturales en ambos lados de la frontera.

Afganistán: un polvorín sin soluciones diplomáticas

En Afganistán, la situación es igualmente tensa. El régimen talibán enfrenta un aislamiento internacional, sanciones económicas y una crisis humanitaria que afecta a más del 80% de la población. En este contexto, los enfrentamientos con Pakistán pueden permitir desviar la atención de su colapso económico y unificar a las facciones internas frente a un enemigo externo.

Sin embargo, el costo humano es elevado: las aldeas fronterizas están siendo evacuadas, los mercados cerrados y las carreteras bloqueadas por la presencia militar. Organizaciones no gubernamentales informan que miles de familias han sido desplazadas y que la ayuda internacional es insuficiente, dada la inestabilidad en los cruces.

Los líderes talibanes utilizan un discurso religioso para legitimar su poder, presentando el conflicto como una defensa de la soberanía islámica contra un gobierno "corrupto". Esta narrativa resuena en sectores radicalizados, pero también despierta preocupaciones en países vecinos, que temen un aumento del terrorismo transfronterizo.

La mirada de las potencias

China, interesada en la estabilidad de su frontera occidental y en sus inversiones en el corredor económico paquistaní, ha instado a la moderación. Rusia, preocupada por la propagación de células islamistas hacia Asia Central, se ha ofrecido a mediar a través de la Organización de Cooperación de Shanghái.

Estados Unidos, que aún mantiene presencia de inteligencia en la región, observa con preocupación la escalada de tensiones. Un conflicto abierto entre Kabul e Islamabad podría provocar un gran número de refugiados, alterar las rutas comerciales hacia el Índico y reactivar focos de yihadismo internacional.

Irán, por su parte, ha reforzado su frontera oriental, temiendo que la inestabilidad se extienda a su territorio. A pesar de criticar abiertamente a los talibanes, mantiene una cooperación energética con ellos y podría aprovechar cualquier escalada para aumentar su influencia en la región.

Un conflicto sin mediadores

A diferencia de episodios anteriores, actualmente no existen canales diplomáticos activos entre Kabul e Islamabad. Las embajadas operan con limitaciones, los enlaces militares están interrumpidos y los intentos de mediación por parte de la ONU han sido bloqueados por la negativa talibán a cualquier intervención internacional.

La posibilidad de una escalada es motivo de preocupación para analistas regionales: un conflicto armado entre dos países con importantes arsenales y fronteras permeables podría derivar en un descalabro de alcance continental. La comunidad internacional teme que esto reavive el tráfico de armas y drogas a través de las montañas del Hindu Kush, una zona crítica durante la guerra en Afganistán.

Una dinámica regional recalentada

Los enfrentamientos entre Afganistán y Pakistán no son eventos aislados; reflejan un reacomodamiento del poder en Asia Central tras la retirada occidental, así como un resurgimiento de dinámicas tribales y religiosas que habían estado contenidas durante dos décadas de ocupación.

Si la violencia persiste, China y Rusia podrían verse obligadas a intervenir diplomáticamente, no solo por sus intereses energéticos, sino también para prevenir que el conflicto reactive antiguas rutas de insurgencia islamista hacia sus territorios.

Un conflicto cuyo eco resuena en la historia

Cada disparo en la línea Durand recuerda que los talibanes y el ejército paquistaní, antes aliados circunstanciales, ahora son rivales ideológicos. Afganistán busca consolidarse como un estado soberano, mientras que Pakistán se niega a ceder control sobre su vecino.

La historia parece repetirse: un límite artificial impuesto hace más de un siglo se ha convertido de nuevo en el escenario de enfrentamientos entre potencias, tribus y religiones. Aunque los combates actuales podrían cesar, la desconfianza entre Kabul e Islamabad probablemente perdurará mucho más allá de las armas que alimentan este conflicto.

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