Francisco: el pontífice argentino que marcó una era entre gestos, tensiones y reformas inconclusas

La muerte del papa Francisco deja un legado ambivalente: un pontificado que desafió estructuras y simbolismos, pero que también enfrentó críticas por su falta de definiciones en temas clave.

Mundo21 de abril de 2025Alejandro CabreraAlejandro Cabrera
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Papa Francisco

El primer Papa del fin del mundo

Jorge Mario Bergoglio asumió el papado el 13 de marzo de 2013, convirtiéndose en el primer pontífice latinoamericano y jesuita. Su elección marcó un giro en la Iglesia: el cardenal argentino llegaba desde la periferia para sacudir el centro.

El nombre Francisco fue una señal de ruptura. Inspirado en San Francisco de Asís, Bergoglio abrazó una estética austera, renunciando a lujos vaticanos, desplazándose en autos sencillos y hospedándose en la Casa Santa Marta, en lugar del Palacio Apostólico.

Su carisma rápido y sus gestos simbólicos -como lavar los pies de prisioneros y refugiados- cautivaron a los medios globales. Francisco logró acercar la figura papal a una opinión pública descreída, mientras intentaba imprimirle dinamismo a una institución envejecida.

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Una voz por los pobres, el ambiente y los migrantes

Francisco puso en el centro de su mensaje a los excluidos. Su encíclica Laudato Si’ fue un hito ecológico y social, convocando a una "conversión ecológica" planetaria. Defendió a los migrantes en Europa, criticó el capitalismo salvaje y propuso una economía más humana.

En América Latina, su voz resonó contra la corrupción, la explotación y el extractivismo. Su apuesta por una Iglesia "en salida" fue interpretada como una renovación misionera. Con frecuencia se enfrentó a lógicas clericales y burocráticas.

Su respaldo a procesos de paz, como el colombiano, y su rol como mediador entre EE.UU. y Cuba, le otorgaron peso geopolítico. Fue un Papa escuchado por líderes del mundo, incluso fuera del catolicismo.

Silencios y controversias

Pero su pontificado también estuvo marcado por grises y ambigüedades. Su acción frente a los casos de abusos sexuales dentro de la Iglesia fue considerada insuficiente por muchos. Si bien creó mecanismos para atender a las víctimas, no logró una limpieza profunda del aparato eclesiástico.

En cuestiones de doctrina sexual y familiar, Francisco caminó sobre una delgada línea. Promovió una mayor inclusión de los divorciados vueltos a casar, y un lenguaje menos condenatorio hacia la diversidad sexual. Pero no avanzó en cambios estructurales: ni permitió el diaconado femenino, ni el celibato opcional, ni una real apertura al colectivo LGBT.

Su relación con sectores conservadores fue tensa. Internamente, enfrentó resistencias por su estilo frontal y su crítica al clericalismo. Muchos lo acusaron de populismo religioso. Otros, en cambio, le reclamaron falta de coraje para llevar hasta el final las reformas anunciadas.

Francisco y la Argentina: un vínculo tirante

El Papa mantuvo una relación compleja con su país natal. En sus once años de pontificado, nunca realizó una visita oficial a la Argentina, generando críticas y especulaciones. Algunos lo interpretaron como una forma de evitar ser usado políticamente.

Su intervención indirecta en debates locales, como el aborto o la pobreza, fue constante pero cuidada. Envó mensajes a movimientos populares, se reunió con dirigentes políticos y sociales, pero evitó definiciones públicas explosivas.

En ciertos sectores, sobre todo del antiperonismo cultural, su figura fue objeto de rechazo. Se lo acusó de tener simpatía con el kirchnerismo. Pero también sufrió ataques de sectores conservadores por su apertura.

La herencia: una Iglesia más global pero dividida

Francisco dejó una huella indeleble en el catolicismo del siglo XXI. Su esfuerzo por descentralizar el poder vaticano, dar voz a las iglesias del Sur Global y conectar la fe con los dilemas contemporáneos fue monumental.

Sin embargo, muchas de sus reformas quedaron a mitad de camino. El Sínodo de la Amazonia fue un ejemplo: grandes expectativas, pocos cambios. Su proyecto de sinodalidad avanza, pero sin un consenso firme.

Francisco logró poner en agenda temas urgentes, revitalizar ciertos sectores de la Iglesia y acercarse a los alejados. Pero también deja una institución fragmentada, con tensiones internas y un futuro incierto.

Redefinir el poder espiritual

Bergoglio redefinió el papado. Lo humanizó, lo despojó de cierta sacralidad protocolar, lo puso al servicio de los humildes. Su estilo directo, su humor y su sensibilidad generaron empatía. Su dimensión pastoral prevaleció sobre la dogmática.

El Papa argentino habló en nombre de una Iglesia menos europea, más mestiza, más permeable a los signos de los tiempos. A veces, el gesto fue más fuerte que la palabra. Otras, el silencio fue ensordecedor.

Su legado será discutido. Para algunos, Francisco fue el último gran reformador. Para otros, una ocasión desperdiciada. Pero lo cierto es que, desde la elección de 2013 hasta su muerte en 2025, Francisco cambió el modo de ser Papa.

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