León XIV asume el trono de San Pedro con un llamado a la unidad y la reconciliación

En una ceremonia colmada de simbolismo, el primer Papa estadounidense en la historia de la Iglesia Católica asumió su pontificado con una misa en la Plaza de San Pedro. León XIV, nombre papal de Robert Francis Prevost, habló ante más de 200.000 fieles y líderes mundiales con un mensaje claro: basta de odio, hace falta paz. “Seré pastor entre ustedes, no un jefe sobre ustedes”, dijo en su primera homilía como pontífice, en un discurso marcado por la humildad, el ecumenismo y la sensibilidad social.

Mundo18 de mayo de 2025Alejandro CabreraAlejandro Cabrera
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León XIV

La liturgia del poder sagrado
El sol de Roma se alzaba sobre la columnata de Bernini cuando comenzó el rito de entronización. León XIV ingresó en silencio, sin fanfarrias, acompañado solo por los cardenales diáconos. Vestido con ornamentos sencillos, recibió el Palio y el Anillo del Pescador, símbolos del poder petrino y del compromiso pastoral.

“No vine a construir un reinado sobre piedra, sino a acompañar un pueblo en camino”, afirmó, tras recibir la ovación de la Plaza de San Pedro. Las palabras fueron breves, pero elocuentes. León XIV asumió sin coronación, como había dispuesto Juan Pablo I, manteniendo la tradición de sus predecesores más cercanos.

El momento más emotivo fue el abrazo con niños de zonas de guerra. Frente a ellos, visiblemente conmovido, el nuevo Papa susurró: “Ellos no tienen por qué pagar el precio del odio de los adultos”.

 
Una Iglesia más fraterna y menos temerosa
Durante la homilía, León XIV delineó el rumbo de su pontificado: inclusión, escucha, apertura. “El odio moderno nace del miedo a lo distinto. La fe debe sanar ese miedo con fraternidad, no con condenas”, sostuvo ante jefes de Estado y representantes de otras religiones.

Habló en italiano, pero dejó frases clave en inglés, español y francés. A los pueblos “que sufren bajo la violencia o el hambre” les dedicó una plegaria especial. “En Gaza, en Ucrania, en tantos rincones olvidados, hay heridas que sólo la compasión puede empezar a cerrar”, afirmó.

Lejos de un discurso doctrinario, apostó por una visión pastoral. No hubo menciones explícitas a temas como el celibato o el aborto, pero sí al “sufrimiento de tantos que se sienten juzgados por la Iglesia, y no abrazados por ella”.

 
Una figura inesperada y una elección veloz
La llegada de Robert Francis Prevost al trono de Pedro sorprendió al mundo. Aunque era prefecto del Dicasterio para los Obispos y figura cercana a Francisco, pocos lo veían como candidato firme. Su elección se resolvió en cuatro votaciones durante el cónclave, signo de consenso rápido.

Nacido en Chicago, de raíces franco-españolas, León XIV es el primer pontífice estadounidense. A diferencia de Juan Pablo II o Benedicto XVI, no es un teólogo académico, sino un hombre de campo pastoral. Misionero en Perú durante décadas, su sensibilidad por los pueblos latinoamericanos y su visión sobre el rol de los laicos marcan su perfil.

Antes de asumir, visitó la tumba de San Pedro y la capilla del Buen Consejo. “No se puede gobernar sin orar primero”, dijo. En sus gestos y silencios, dejó en claro que no busca deslumbrar, sino acompañar.

 
Asistencia masiva y clima de esperanza
El acto fue seguido por más de 200.000 personas en la Plaza, con delegaciones oficiales de más de 150 países. Asistieron los Reyes de España, los presidentes de Italia, Ucrania, Argentina y Estados Unidos, así como representantes de todas las iglesias orientales.

En las pantallas del mundo se vio a Dina Boluarte saludar con afecto, a Zelenski abrazar al Papa con lágrimas visibles, y a miles de jóvenes ondeando banderas con la cruz papal y la paloma de la paz.

El Vaticano informó que más de 30 canales de televisión emitieron la ceremonia en directo, y que el streaming oficial superó los 120 millones de visualizaciones en menos de 12 horas.

 
Un comienzo cargado de simbolismo
La imagen que resumió el día fue la siguiente: León XIV, con una simple mitra blanca, de pie, mirando hacia el pueblo, con los brazos abiertos y el anillo aún brillando al sol. “Este es un tiempo para volver a confiar, volver a hablar, volver a mirar al otro como un hermano”, proclamó.

Y cerró con una frase que ya empieza a repetirse en redes y medios: “No es el mundo el que debe adaptarse a la Iglesia; es la Iglesia la que debe volver a tocar el mundo con ternura”.

Así comenzó el pontificado de León XIV: sin estridencias, sin espectáculo, pero con firmeza espiritual. El nuevo pastor ya está en camino.

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