El infierno carcelario de Bukele: la megacárcel de El Salvador recibe críticas globales

El Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), inaugurado por Nayib Bukele en 2023, concentra miles de reos bajo condiciones extremas. Migrantes deportados y ONG alertan por violaciones sistemáticas a los derechos humanos.

Mundo02 de agosto de 2025Alejandra LarreaAlejandra Larrea
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Cada celda grupal del CECOT suele albergar a unos 80 prisioneros salvadoreños.

Seis años después de la construcción del CECOT, la cárcel más grande de América, imágenes e informes revelan una realidad inquietante en la península de Tecoluca. Con capacidad para 40.000 internos, esta mega prisión alberga a pandilleros de alto perfil, deportados sin juicio y activistas críticos contra el gobierno. Lo que fue presentado como una herramienta de seguridad estatal se convirtió en fuente de denuncias graves sobre hacinamiento, torturas, restricciones ilegales y violaciones sistemáticas a tratados internacionales.

En su interior, cada celda diseñada para 156 reclusos se convierte en un espacio infernal: apenas 0,6 m² por persona, literas metálicas sin colchón, iluminación constante y cero contacto con el exterior. Sin calefacción ni ventilación apta, los detenidos relatan que ni siquiera reciben visitas o llamadas telefónicas, y que pasan hasta meses sin cruzar palabra con alguien fuera del sistema carcelario.

Migrantes deportados desde Estados Unidos con estatus legal fueron enviados allí y denunciaron abusos espantosos: golpes, privación de alimento, celda oscura sin contacto humano y amenazas constantes. Los testimonios describen horas de interrogatorio sin posibilidad de defenderse, esterilización arbitraria de pertenencias y advertencias de que su única salida sería dentro de un ataúd.

En paralelo, agentes de policía encubiertos revelaron a ONGs que se impusieron cuotas diarias de detenciones, sin verificaciones judiciales válidas: primero arrestan, luego investigan —relatan—, incluso fabrican pruebas contra sospechosos, a veces basadas solo en tatuajes o acusaciones anónimas. Esta lógica aceleró el número de aprehendidos a más de 85.000 personas desde 2022, incluyendo a menores de edad.

A pesar del rechazo internacional, el presidente Bukele defiende el CECOT como una respuesta eficaz contra la criminalidad. Sólo en junio, su propuesta para externalizar parte del sistema penitenciario mientras EEUU envía presos al penal causó revuelo. Críticos advierten que la política penitenciaria salvadoreña se está exportando como un modelo autoritario replicable.

Estados como Ecuador y Colombia enviaron delegaciones a conocer la infraestructura. Pero la vista institucional chocó con informes de tortura, vigilancia extrema y falta de garantías procesales. Consultores describen la prisión como un “aturdidor del Estado de derecho” y alertan sobre su alcance simbólico en la región.

Este modelo penitenciario, controlado por militares y policía, opera en un clima de emergencia constante convertido en normalidad. Una lógica represiva que no distingue entre criminales de alta peligrosidad y migrantes vulnerables. El CECOT hoy se alza como un centro de poder autoritario disfrazado de logro político.

En medio del silencio legislativo y judicial habitual en El Salvador, la historia del megacárcel deja una pregunta pendiente: ¿se trata de una victoria política o un punto de inflexión para la defensa de los derechos humanos?

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