España bajo fuego: récord de muertes por calor en julio

Un total de 1.060 personas fallecieron en julio por causas asociadas al calor extremo, un 57% más que el mismo mes del año pasado. Las olas de calor se convierten en una amenaza sanitaria estructural.

Mundo05 de agosto de 2025Alejandra LarreaAlejandra Larrea
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España bajo fuego.

España atraviesa una nueva emergencia sanitaria: las muertes provocadas por el calor se dispararon durante julio y alcanzaron un total de 1.060 fallecimientos. El incremento del 57% respecto al mismo mes de 2024 refleja una tendencia creciente que preocupa a autoridades sanitarias y organismos climáticos.

Las altas temperaturas no solo rompieron récords históricos en distintas comunidades autónomas, sino que también generaron impactos directos sobre la salud pública. Ancianos, personas con enfermedades crónicas y trabajadores expuestos al sol encabezan las estadísticas de víctimas. En algunas regiones, como Andalucía, Madrid y Castilla-La Mancha, las temperaturas se mantuvieron por encima de los 40 °C durante varios días consecutivos.

El fenómeno se inserta en una secuencia de veranos cada vez más cálidos y prolongados. En 2022 y 2023 ya se había registrado un incremento importante en la mortalidad asociada al calor, pero julio de 2025 representa un nuevo umbral. Las cifras sugieren que el país no solo enfrenta olas de calor más intensas, sino también una insuficiencia en las medidas de mitigación y adaptación.

Entre los factores que agravan la situación se destacan el envejecimiento poblacional, la concentración urbana y el aumento de la pobreza energética. Muchas personas mayores viven solas y sin aire acondicionado, mientras que otras no pueden costear el uso prolongado de sistemas de refrigeración. Los centros de salud también reportaron una alta demanda por golpes de calor, deshidratación y descompensaciones cardiovasculares.

El calor extremo no es solo una cuestión climática, sino también socioeconómica. Las muertes por calor tienden a concentrarse en barrios vulnerables, zonas rurales mal conectadas o áreas densamente urbanizadas sin suficiente arbolado ni espacios de sombra. El llamado “efecto isla de calor urbano” agrava las temperaturas en ciudades como Barcelona, Sevilla y Valencia, donde las noches no permiten que los cuerpos se enfríen adecuadamente.

A nivel político, los gobiernos regionales han comenzado a implementar alertas tempranas, apertura de refugios climáticos y campañas de concientización. Sin embargo, los expertos advierten que las medidas aún son insuficientes. Proponen avanzar en reformas estructurales como la adaptación del urbanismo, el rediseño de las viviendas, la protección de trabajadores al aire libre y la revisión de los protocolos hospitalarios frente a emergencias térmicas.

El Ministerio de Sanidad español reconoció que el sistema de monitoreo de mortalidad atribuible al calor deberá ser reforzado y descentralizado, ya que las realidades climáticas varían entre provincias. Además, hay un reclamo creciente por parte de organizaciones civiles para que se reconozca la crisis climática como una amenaza directa a la salud pública, no solo al medioambiente.

La situación de España no es única. Italia, Francia y Grecia también atraviesan veranos cada vez más letales. Pero el caso español pone de relieve la urgencia de un cambio de paradigma: ya no se trata de resistir veranos “excepcionales”, sino de asumir que el calor extremo llegó para quedarse. Y que adaptarse ya no es una opción, sino una necesidad vital.

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